Páginas

viernes, 6 de junio de 2008

Racismo

Artículo publicado en la revista El Gráfico, en 2000.
Por PABLO ARO GERALDES

En Europa crece, pero es repelido. En la Argentina no aumenta, sin embargo los controles son inútiles.

La violencia que se pasea por los estadios europeos es de otro tenor, muy diferente a la que asola a las canchas argentinas. No está tan manchada de sangre, pero no por eso es menos violenta. Lleva consigo el virus de la discriminación racial, la xenofobia, el odio enfermizo hacia todo el diferente.
La última resolución conjunta del gobierno y la federación de fútbol de Italia, de suspender los partidos donde se exhiban banderas discriminatorias, viene a responder a este mal que se expande. Mientras en Austria Joerg Heider asumía el gobierno con una ideología neonazi y conservadora, en Roma un grupo de hinchas de Lazio rendía homenaje a la figura de Benito Mussolini. Otro sector de la curva norte del estadio Olímpico levantó pancartas en ofrenda a Arkán, el asesinado líder de los paramilitares serbios, responsables de la “limpieza étnica” de croatas, musulmanes bosnios y kosovares. Y no son los únicos.


Los Ultras Sur del Real Madrid piden la expulsión de los “sudacas de mierda”; en Alemania sigue siendo un problema tener la piel negra; en Rusia no paran de crecer las barras violentas de ultraderecha; en Holanda el desprecio se descarga contra los simpatizantes del Ajax, identificado con la comunidad judía… La lista se extiende hasta América. Aunque no esté amparada por la derecha nacionalista, la xenofobia también es parte del fútbol argentino. ¿O acaso no es un desprecio hacia el extranjero cantar que “los de Boca son todos negros de mierda / son refugiados de Bolivia y Paraguay / tienen el rancho a dos cuadras del Riachuelo / y como el bagre comen mierda y nada más”? El ritmo pegadizo de la vieja canción de Domingos para la Juventud no hace a este coro menos injurioso. Es xenofobia pura, sin eufemismos. Como eran mero antisemitismo las banderas nazis que hinchas de Chacarita colgaban del alambrado cuando enfrentaban a Atlanta. O el hecho agraviante de cantarle el himno argentino a los jugadores de Gimnasia de Jujuy, “acusándolos” de bolivianos.


Luis Barrionuevo, presidente de Chacarita Juniors, restó importancia a la exhibición de símbolos nazis. “Los cantos contra los judíos eran una forma de calentar a los de Atlanta, cosas de barrio, pero no había detrás ninguna ideología racista. Es un intercambio cultural -bromea-: los muchachos de Chacarita les dicen ‘rusos’ y ellos, ‘negros villeros’ a nosotros”, resume el hombre fuerte del club. Y agrega: “es más, en nuestra comisión directiva tenemos tres miembros judíos y desde que estamos al frente del club nos encargamos de que no aparezcan más las banderas nazis o con inscripciones ofensivas. Chacarita no es una institución antisemita”. Otros simpatizantes ensayan una interpretación parecida: “cantamos cosas contra los rusos, así como le decimos ‘bosteros’ a los de Boca o ‘gallinas’ a los de River. Pero no tenemos nada contra los judíos; ¿cómo vamos a ser racistas si somos todos peronistas?”.


“Es una barbaridad que se argumente que se exhibe una bandera nazi ante Atlanta porque así se molesta al rival en su condición de judío”, explica Víctor Ramos, presidente del Instituto contra la discriminación, la xenofobia y el racismo. “Los que hacen eso no son otra cosa que neonazis provocadores”, agrega. Este tipo de hostigamiento es una clara forma de incitación a la violencia. O ¿qué sentimiento puede nacer dentro del hincha de Deportivo Armenio que ve que su rival despliega una bandera con la leyenda “Aguante Turquía”?


Pero entre la intolerancia profunda que aparece en Italia y la que se ve en las canchas criollas hay una diferencia fundamental: la inmediata respuesta de la sociedad. El sistema europeo, primer mundo de verdad, rápidamente genera anticuerpos para repeler a los ideólogos de la discriminación.

El joven hincha de Lazio que el domingo 30 de enero desplegó la bandera en favor de Arkán, ya está detenido, gracias a los sistemas de video del estadio Olímpico. Enfrenta cargos por apología del racismo, expresamente prohibido por la ley italiana, que impide también las muestras de apoyo al fascismo. Este fin de semana sólo se produjo un incidente, en el partido Roma - Venezia: los tifosi romanos colgaron una bandera nazi mientras los jugadores ingresaban a la cancha, pero las fuerzas policiales actuaron de inmediato y permitieron que se jugara el partido. El sistema está en marcha: cuando una hinchada exhiba banderas o entone cantos ofensivos, deberá intervenir la policía y si en 45 minutos no se depone la actitud provocativa, ese equipo perderá automáticamente por 2-0. El alcalde de Roma, Francesco Rutelni, declaró estar “a favor de la libertad de expresión, pero hasta el punto en el cual cruza los límites del código penal y la ley. El problema está ahora en manos de la policía, que tiene que intervenir en forma inmediata”.

Hace un año la Federación Inglesa fue condenada a pagar una multa de 45.000 dólares luego de que hinchas de ese país entonaran cantos racistas hacia el sueco Henrik Lasson, el delantero del look rasta. Esto ocurrió en Estocolmo y fue inmediatamente denunciado a las autoridades de a UEFA en el informe del árbitro Pierluigi Collina y del delegado, Matthieu Sprengers.



¿QUÉ PASA EN LA ARGENTINA?
La Ley de Violencia deportiva (24.192) establece el famoso sistema de video para monitorear a los hinchas. Por otra parte, la Ley Antidiscriminación (23.592) pena con 1 mes a 3 años de prisión a los autores de actos discriminatorios, y la Policía tiene la obligación de filmar toda expresión de violencia racial, xenofobia u otras. En caso de producirse, las fuerzas de seguridad deben informar al fiscal para que inicie las acciones legales. “Si la Policía no lo hace, se convierte en cómplice y se la puede denunciar ante la Justicia”, explica Ángel Di Paola, quien viene presentando proyectos a la AFA para erradicar la violencia de las canchas.

Carlos Rada, ex Secretario General de Atlanta, confirma esta teoría sobre la falta de accionar policial. “No en los últimos tiempos, pero fueron varias las veces que tuvimos que ir a pedirle a la Policía que intime a las hinchadas rivales a quitar banderas nazis”, comenta. En muchas oportunidades se señaló que los agentes son muy puntillosos con el ingreso de bombos o banderas con mástil, pero no aplican el mismo empeño para terminar con los símbolos de orden fascista. “En un partido ante All Boys -relata Rada- la Policía Federal intimó a los hinchas de Atlanta a retirar una imagen del Che Guevara y no hizo lo mismo con una bandera nazi que ostentaban los adversarios”.

Di Paola arremete también contra los procedimientos de la institución que preside Julio Grondona: “¿Cómo que no se puede recurrir a los tribunales ordinarios? Hay que obligar a la AFA a modificar este Reglamento aberrante, porque no tiene mecanismos de defensa: no da garantías y juzga clandestinamente". ¿Y la Declaración Universal de los Derechos Humanos? ¿Y la garantía de defensa en juicio? ¿La FIFA es un gheto? Por todo esto, propone remplazar la actual normativa por un “Código de conducta” de los hinchas de fútbol, que compute conductas positivas (espectáculos en el entretiempo, trabajos comunitarios de las hinchadas, trato al rival) y negativas (violencia, cantos xenófobos, etc.). “En virtud del accionar, un Juez Deportivo Letrado asignaría puntos a favor y en contra, todo en audiencias abiertas y públicas. Una institución que acumule actos de violencia, puede ser sancionada con la intervención del club, la caducidad del mandato de sus dirigentes y la obligación de resarcir los daños”, resume Di Paola.

Negros, bolivianos, turcos y judíos. Coreanos, paraguayos, armenios, sudacas y musulmanes. Villeros, croatas, argelinos y provincianos. Personas, todas en la mira de la discriminación. El racismo juega su propio partido. En ciertos lugares, gana por goleada.

1 comentario:

  1. es una pena que no se pueda resolver en lo inmediato!
    saludos

    ResponderBorrar

Todos los comentarios constructivos son bienvenidos.
No se publicarán insultos, rumores o publicidades.