Artículo publicado en la revista El Gráfico, en mayo de 2001.
Por PABLO ARO GERALDES
Pese a que los alemanes le arruinaron el sueño, Héctor Cúper se mantiene en el lote de los técnicos más buscados y cotizados del mundo.
“Teníamos toda la ilusión del mundo… Otra que se nos escapa…”, fue el lamento dolorido de Héctor Cúper. Las calles de Milán que se emborrachaban de cerveza con los festejos de los alemanes del Bayern Munich, eran testigo también del dolor repetido de los valencianistas. Repetido y extraño a la vez, porque el club logró acostumbrarse al roce con los grandes de verdad, aunque la medalla plateada suene otra vez a consuelo estéril para las lágrimas inevitables.
Así se vivió también en la Argentina, donde los futboleros se convirtieron ya en seguidores de estas gestas heroicas de Cúper, agarrando equipos de un segundo escalón y haciéndoles conocer el sabor de los banquetes que sólo disfrutan los históricos.
El 1-1 y el 3-4 en los penales no permiten otra lectura: otra vez subcampeón. “No hay ningún consuelo posible; la única receta es dejar pasar el tiempo, aguantar el dolor y esperar una revancha, circunstancia que siempre da el fútbol”, se resignó el técnico. Una de las posibilidades para calmar la amargura es volver a meterse en la próxima Champions League, alcanzando uno de los primeros lugares de la Liga española. La empresa es no es fácil, teniendo en cuenta que las dos fechas que restan serán ante La Coruña y Barcelona. Claro que Cúper arrastra una amargura con sello particular más prolongada que la del club valenciano, ya que hace dos años, conduciendo al Mallorca, había perdido la final de la Copa UEFA ante Lazio. “Me siento muy mal personalmente por haber perdido otra posibilidad”, confesó y pudo establecer una medida para el sufrimiento: “esta duele más porque estuvo más cerca. Habíamos hecho los deberes bastante bien y llegar a los penales donde, más allá de ser una lotería, también teníamos ventaja. A veces tocas el suelo, pero cada uno tiene el deber moral de levantarse”.
El segundo penal
Sobrio, disciplinado, de andar paso por paso. Ultraprofesional y competitivo, también. Así podría describirse tanto a Héctor Cúper como a cada uno de los equipos que condujo. Seguramente no le servirá de consuelo, pero nunca fue inferior a los rivales que enfrentó en su camino europeo. Ni en la campaña pasada ni en esta. Es entonces cuando empiezan a cruzarse las preguntas que buscan un por qué. Falta de personalidad, miedo escénico, mala suerte… Todo juega a la hora de las especulaciones. Para el técnico argentino fue determinante el segundo penal cobrado para el Bayern: “No tuvimos suerte en los momentos determinantes, sobre todo en el comienzo del segundo tiempo, con el penal”. Y para él, como para muchos otros, “los penales son como el casino”. Entre esos otros está Jaime Ortí, vicepresidente del Valencia. “Nuestra afición no se merecía tanta mala suerte, el trabajo se ha hecho y en los penaltis la suerte nos ha sido esquiva. Empezamos bien y acabamos mal”, se lamentó el dirigente.
¿Autocrítica? Quizá no tenga sentido analizar por qué se pierde una final por penales. El gol de Mendieta, a los 2 minutos y tres segundos, fue el más rápido conseguido en una final. Pero eso no indicaba que los siguientes 88 minutos se tuvieran que transformar en una apología del aguante, más allá de que el Bayern no era una colección de virtudes, ni mucho menos. ¿Entonces? Julián Montoro es redactor jefe del diario Superdeportes, de Valencia, y desde la frialdad que permite el análisis despojado de la camiseta, aseguró que en el ambiente local “quedó la sensación de que el equipo no está preparado a nivel anímico para este tipo de finales. Parece como que el Valencia sufre de un complejo de inferioridad que no tienen ni el Real Madrid ni el Bayern Munich”.
Puede ser ese maldito determinismo histórico. Puede ser, pero como dijo el arquero Santiago Cañizares, “será muy difícil que su equipo vuelva a estar tan cerca de ganar una Copa de Europa”.
Así y todo, con su seguidilla de finales perdidas a cuestas, nadie alzaría una mano para señalar a Cúper como culpable de este maleficio, ni sería capaz de colgarle el cartel de “perdedor”. Manolo Lorente, miembro de la Peña Golgran, y uno de los 20.000 valencianos que recorrió los mil quinientos kilómetros para llegar al San Siro, no levantaría el dedo acusador. “Los que dicen que Cúper es un perdedor son los mismos que lo critican día a día. La función del hincha es animar al equipo y no criticar por criticar. Cúper nos dejó en el primer nivel mundial y eso no cambiará por no haber ganado un título”.
Sin dramas ni rencores
El equipo quedó moralmente muerto. Por la forma en que se perdió, porque esa final frente al Bayern perdió más de una vez. No supo ganarlo en los 90 a pesar de la ventaja prematura. No pudo ganarlo en el alargue, donde los dos fueron muy conservadores. Y no se le dio en los penales, aun cuando arrancó bien parado. El Valencia estuvo vivo y muerto en varias oportunidades y esto es lo que más le duele al plantel, porque no supieron aprovechar las chances.
Para Lorente, como para otros tantos seguidores, “no hay que dramatizar tanto. Después de 17 horas de regreso, uno pateó tres veces cada uno de los penales y atajó otros tantos, pero hay que entender que esto es un juego”. La mente fría y las horas que pasan ayudan a tragar el mal bocado.
Por eso, la recepción que recibió el Valencia en el aeropuerto de Manises fue digna de un campeón. Cero reproches ni lamentos. Por eso Cañizares y Mauricio Pellegrino fueron los más aclamados, luego de que todos vieran las imágenes de su desolación. Más con el ex hombre de Vélez, para nada habituado a patear penales, que prefirió ponerse en la lista delante de su compañero de zaga, el yugoslavo Miroslav Djukic, el mismo que en 1994 erró el disparo decisivo de La Coruña y que terminó con el Barcelona dando la vuelta olímpica.
Ayala dolorido, Pellegrino quebrado por la tristeza, el Kily con el gesto de quien no tiene consuelo. Imágenes de un subcampeón. Y Aimar, más sereno, con la convicción de que el tiempo le va a traer varias revanchas.
Se cerró un ciclo
Revisando la hoja de ruta de Cúper, salta a la vista un dato: sus ciclos como técnico duran dos años: dos con Huracán, dos con Lanús, dos con Mallarca y en un mes se terminará su contrato de dos años con el Valencia. Ya anunció que se despedirá del club cuando venza lo firmado.
Arrancó como entrenador a los 37 años y con sólo ocho temporadas en su espalda se transformó en uno de los más buscados del mundo, gracias a su trabajo sistemático y certero: en el primer año estructura un equipo fuerte y competitivo y en el siguiente recoge los frutos de su labor. Y siempre lo hizo en equipos que con él asomaron la cabeza mucho más arriba de lo que era para ellos un mandato histórico. Eso le valió el reconocimiento de mejor técnico de Europa, según la propia UEFA.
Terminado junio, Cúper hará sus valijas y no habrá dinero que le haga cambiar su sistema. Ganando 1.300.000 dólares por año, el Valencia le ofreció el doble, pero no hubo caso.
El camino del futuro se bifurca en dos direcciones: Barcelona y Milán. Y aquí caben las consideraciones. Los aficionados y especialistas aseguran que el Valencia es un reflejo de la imagen de Cúper tanto en los profesional como en la altura del perfil. Pero en el Barça no va eso del perfil bajo. Allí le pedirán espectáculo, algo que claramente no es su fuerte. A Cúper le sienta mejor el calcio ultracompetitivo y conservador, adjetivos a los que no jamás les tuvo miedo.
Tras una de las peores campañas de su historia, en el Inter sostienen que hay un 99% de posibilidades de que se convierta en su nuevo técnico, aun cuando tiene un precontrato firmado con el club catalán. Su sistema de juego está más cerca de las características conservadoras de los italianos que del fútbol que se ve en las canchas españolas, y el hambre de victorias del Inter le daría al técnico un plazo de paciencia, siempre necesario en los comienzos de un nuevo ciclo. ¿O alguien se olvida que su debut como técnico del Valencia fue con cuatro derrotas al hilo? Por una racha igual Jorge Valdano había tenido que dejar su puesto unos años antes.
Todo tiene un final. Para Montoro, “no sólo se termino el ciclo de Cúper, también el del equipo. Para quien llegue, será muy difícil mantener al Valencia en los primeros planos de Europa. Hay muchos veteranos que pedirán el retiro y muchos jóvenes, que no intervinieron en la final, que deberán apropiarse del equipo. Además sabemos que Mendieta y Kily están con un pie afuera, y esto indica que habrá una renovación”. Esto es un arrancar de nuevo, también para el equipo que deja Cúper.
A Cúper, en el Inter, o dónde sea, lo esperan dos años de un nuevo desafío. Su desafío tan conocido de volver a empezar.
Que no le faltan agallas queda claro. Pero Cúper, técnico al que banco, está firmando contratos sin márgen de error y con urgencias desiguales.
ResponderBorrarUn saludo Pablo.
Por aquella época Cúper era el técnico con más prestigio del fútbol europeo. Tuvo un pie en el Barça y al final se decidió por el Inter. Cómo han cambiado las cosas en tan poco tiempo...
ResponderBorrarUn saludo.
La verdad es que la carrera de Cúper, meteórica en Europa luego de sus éxitos en Mallorca y Valencia, ha decaído peligrosamente. O consigue una heroicidad en Georgia o no supondrá más que un resbalón más. Eso sí, ojo a la ambición de los federativos georgianos: han prescindido de Toppmöller por el sonado fracaso de no haber llevado a Georgia a la Eurocopa ...
ResponderBorrarSaludos.