Pero, ¿quién era Prudencio Reyes? Así lo cuenta el historiador y amigo Daniel Balmaceda:
Durante décadas, el fútbol rioplatense fue asunto de ingleses. Lo practicaban con el clásico estilo formal, que acostumbraban tener para los demás deportes importados de su tierra, como el rugby, el softbol, el hockey, el golf o el polo.
El público que asistía a los encuentros mantenía una postura demasiado formal, en silencio. Las manifestaciones no pasaban de una exclamación o el aplauso, ante un gol, sea de uno o del otro equipo. Por eso llamó la atención de todos, a comienzos del siglo XX, la actitud del utilero de Nacional de Montevideo.
Prudencio Miguel Reyes era un robusto paisano de oficio talabartero que había sido contratado por el club para actuar como utilero. Una de sus actividades principales consistía en inflar la pelota de fútbol. Esta tarea se llevaba a cabo con rudimentarios infladores que requerían cierto esfuerzo físico y que, en aquel tiempo, se llamaban hinchadores. En realidad, al utilero se le llamaba hinchador. Por lo tanto, Prudencio Miguel Reyes era para todos, el hinchador de Nacional.
Al circunspecto público que asistía a los partidos de fútbol en el 1900 le resultaba extraño que Prudencio se paseara de punta a punta, al borde de la cancha, alentando a los jugadores, lanzando gritos con su vozarrón y generando un clima festivo que, hasta entonces, no se había visto. Se hizo famoso. El hinchador de Nacional ya formaba parte del espectáculo. A partir de su entusiasta participación, el aliento en el fútbol cambió. Incluso contagió a otros deportes. Reyes, el hinchador de Nacional, generó una palabra que hoy usamos a diario. Nos referimos al hincha, y también a la hinchada.
La evocación del club
A principios del siglo XX, el ambiente en las canchas era un poco diferente a como lo conocemos hoy en día. El público que asistía a los encuentros mantenía cierta seriedad y una postura en general recatada, a excepción del momento de la anotación del gol, en donde las manifestaciones no pasaban de algunos aplausos o una exclamación de alegría o decepción. Luis A. Sciutto, conocido en Montevideo por “Wing” y en Buenos Aires por “Diego Lucero” fue uno de los escritores que mejor supo mezclar el lenguaje “reo” con el “culto”. El mismo hacía una transcripción sobre “El Hincha”:
“Prudencio Miguelito Reyes, el gordo Reyes, un Fanático de los nacionales por afición, y talabartero de oficio, iba al Parque Central donde los muchachos le daban un lindo laburo: hinchar la pelota con que se tenían que jugar los partidos. Como era talabartero, gran dominio del cuero, y además tenía dos manos como dos marrones y unos dedos que parecían salames, el coso era poseedor de un arte maestro pa’ cerrarle la boca a la traviesa, previo dobladillo del piripicho, pasada limpia de la orejera y enhebrada del tiento; porque desde afuera parece poca cosa el asunto, pero ese es un arte como otro cualquiera”. Orgulloso de su función y de su activa participación en la causa tricolor, llegaba al Parque Central, inflaba ostensiblemente las pelotas confiadas a su custodia, y desde el pitido inicial y a lo largo del partido se dedicaba a alentar constantemente a su cuadro. Sus gritos “¡¡Nacional, Nacional!! ¡¡arriba Nacional!! ¡¡Vamo’ arriba Nacional!!" eran una nota constante en el devenir del encuentro.
En aquel entonces, no existían infladores como en la actualidad y los balones eran hinchados a fuerza de pulmón, por lo que resulta fácil imaginar como resonarían los gritos de aquel talabartero en las canchas de la época. Al estupefacto público que asistía a los partidos de fútbol en el 1900 le resultaba extraño que Prudencio se paseara de punta a punta, al borde de la cancha, alentando a los jugadores, lanzando gritos con su vozarrón y generando un clima que, hasta entonces, no se había visto. Tan insistentes eran las ruidosas demostraciones de Reyes, que allegados y visitantes se preguntaban: “¿Quién es ese que grita?” La respuesta era unánime…“Ese es el hincha”... “El hincha pelotas de Nacional”. El “hinchador” de Nacional ya formaba parte del espectáculo…
Don Prudencio fue justamente el que rompió con la seriedad reinante, se ponía al borde de la cancha y animaba con su imponente vozarrón de paisano oriental a los jugadores. Era tal su pasión por el fútbol y por Nacional, que vivía los partidos con una afición desmesurada, gritando cada pase y arengando al resto de los espectadores para que animasen al equipo de sus amores, armando un clima mucho más festivo que enseguida prendió en los asistentes y se hizo popular. Poco tiempo hizo falta para que los gritos de ánimo de Reyes no fueran en solitario y para que a sus compañeros en la grada se les conociera como hinchada.
La palabra hincha se fue aplicando a los partidarios de Nacional que más gritaban en los partidos; más tarde se extendió a los demás clubes, cruzó el Río de la Plata, para luego proyectarse al resto del mundo.
Ese ser, el “hincha” significa muchas cosas, pasión, partidarismo sin concesiones, algo noble, algo patético, enfermos de una causa, integrantes de una religión, de mil maneras se ha hablado, escrito, comentado, filmado, etc. sobre la adhesión de los individuos a una institución deportiva. Eduardo Galeano, en su libro “El Fútbol a sol y sombra” compara: “jugar sin hinchada, es como bailar sin música”. Ese aporte de nuestro Nacional, primer club criollo de América, consolidador de la identidad uruguaya en lo deportivo, sostén eterno de las Selecciones nacionales desde el 13 de Setiembre de 1903, tiene también en esta “palabra” que tanto significa, un rol de primera magnitud.
La potente matriz criolla y popular de Nacional está nuevamente demostrada en este hecho concreto, ya sea curtidos por la gloria o por los sinsabores de la derrota el hincha tricolor de hoy debe asumir y lo hace, el legado que le viene del fondo de la historia, la hinchada que siempre alienta, que siempre está, que nunca abandona, alentando en las buenas y en las malas, como “el gordo” Prudencio Miguel Reyes uno de los primeros, sino el primer fanático del Club. Salve Prudencio, tu recuerdo, tu ejemplo, estará siempre en el corazón de los tricolores de ley y de todos los hinchas del mundo.
Bandera dedicada a la "primera hinchada del mundo". |
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