La historia de la Copa del Mundo tiene héroes que no marcaron goles ni protagonizaron gestas memorables en el campo de juego. Héroes casi anónimos, como el napolitano Ottorino Barassi, cuyo ingenio y valentía logró preservar al máximo trofeo del fútbol mundial.
Barassi había comenzado en los años '20 como árbitro y como cronista deportivo del diario La Provincia di Cremona, tarea por la cual se familiarizó con los problemas deportivos en una época difícil, en la que el régimen fascista tomó el gobierno y dominó sistemáticamente todos los aspectos de la vida italiana, incluido el deporte.
En 1925 fue elegido vicepresidente de la Associazione Italiana Arbitri y al comienzo de la temporada 1925-26, como referee, fue ascendido a un nivel superior a las dependencias directas de la Comisión de Árbitros de la Liga del Norte para dirigir competencias de Segunda División y pronto nombrado Secretario del Directorio de Divisiones Superiores. Era el momento en que se reemplazarían a Lega Nord y Lega Sud por las nuevas categorías: la Divisione Nazionale (que en tres temporadas se dividiría en la Serie A y la Serie B) y la nueva Prima Divisione, desde 1929-30 antecesora de la Serie C.
En febrero de 1927, con un mandato aún no completado, Ulisse Baruffini renunció y la Dirección Federal de la Federazione Italiana Giucco Calcio (FIGC) designó a Barassi como commissario el 16 de febrero, y en la siguiente temporada le otorgó el cargo de presidente del directorio y se hizo cargo del cambio de la sede federativa de Bologna a Roma (1929).
Después de ser nombrado Secretario General de la FIGC en 1933, se le encargó a Barassi la dirección de la organización de la Copa del Mundo 1934, tarea que cumplió con éxito, apoyado por todo el aparato del fascismo. Italia fue campeón y cuatro años más tarde retuvo el trofeo en Francia 1938.
En ocasión del tercer Mundial, la FIFA realizó en París su Congreso, en el que postergó para el año siguiente la elección de la sede de la Copa Mundial 1942 (Argentina, Brasil y Alemania eran los postulantes). Pero en 1939, cuando la FIFA estaba por desarrollar su Congreso en Luxemburgo, los ejércitos de Hitler invadieron Europa y la chance del cuarto certamen se desvaneció. El fascismo italiano, cómplice de los nazis, tomó protagonismo beligerante. El fútbol quedó completamente de lado.
Durante la Segunda Guerra Mundial, Barassi retiró en secreto la Copa del Mundo de un banco romano y la escondió en una caja de zapatos debajo de su cama, en su casa ubicada en Piazza Adriana. Fue muy poco tiempo, pero la mantuvo oculta allí incluso a los ojos de una tropa nazi, enviada específicamente por el Platzkommandantur romano para requisar el trofeo y derretir el oro contenido en él. Los oficiales de la SS allanaron la vivienda, no encontraron la Copa y le creyeron su mentira: Barassi les aseguró que la FIGC había llevado el trofeo a Milán.
En 1943 la FIGC se trasladó a Venecia y la Copa pasó a manos del abogado Giovanni Mauro, quien la ocultó en la casa de campo de Aldo Cevenini en Brembate, cerca de Bérgamo. Una versión imposible de comprobar luego de siete décadas sostiene que hasta el final de la guerra Barassi mandó el trofeo a Torremaggiore (pueblo agrícola próximo a Foggia) donde su parientes Leonardo y Lisetta Barassi la escondieron en un barril que contenía aceite de oliva virgen.
Barassi entregó la Copa a la organización del Mundial Brasil 1950. |
Sus tarea no terminó ahí. Dado el éxito de su trabajo para la Copa de 1934, la FIFA lo contactó con las autoridades brasileñas que a cinco semanas de comenzar el Mundial tenían graves retrasos en la organización. Su colaboración fue importante y se recuerda como un símbolo el acto en el que, como representante del campeón vigente, entregó el trofeo para que Brasil pudiera vivir la fiesta mundialista.
En 1952 fue nombrado miembro del Comité Ejecutivo de la FIFA; con este título contribuyó a la fundación de la UEFA en 1954. Mientras tanto, elaboró la reforma llamada "Lodo Barassi", que tenía como objetivo reducir el organigrama de series y limitar la incorporación de jugadores extranjeros en Italia.
Barassi guió el sorteo entre Turquía y España, de cara al Mundial 1954. |
Su mandato se terminó con el Commissariamento de la FIGC, debido a la grave crisis resultante de la derrota de la selección ante Irlanda del Norte en 1957, que dejó a Italia fuera del Mundial Suecia 1958. Fue un duro golpe, pero creía que aún podía dar mucho al fútbol italiano y se postuló a la Presidencia de la Lega Nazionale Dilettanti (aficionados): fue elegido por unanimidad en 1959 y la condujo hasta su muerte, el 24 de noviembre 1971 en Roma.
En su honor se disputó entre 1968 y 1976 la Copa Ottorino Barassi, entre clubes de Italia y de Inglaterra.
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