Artículo publicado en la revista Kicker-China, en agosto de 2005.
Por PABLO ARO GERALDES
Por PABLO ARO GERALDES
El Salvador ya había quedado eliminado de la competición preliminar camino a Alemania 2006 y decidió dar un cambio de rumbo a su equipo nacional. Y convocó para esa tarea al argentino Carlos Cavagnaro, un entrenador de 59 años que acumula décadas de experiencia dirigiendo equipos de fútbol en países de las más diversas culturas.
En total, Cavagnaro dirigió partidos de fútbol en más de cien países recopilando anécdotas y vivencias como las que cuenta en esta divertida charla. Pero decenas de entrenadores recorrieron los rincones más lejanos y extraños del planeta llevando su enseñanza del balón. ¿Qué tiene de especial Carlos Cavagnaro?
La historia de su récord comienza a fines de los años 60, cuando era jugador juvenil de Vélez Sarsfield y sufrió una lesión que lo marginó definitivamente del juego. La noticia de los médicos era muy triste, pero decidió que nada lo separaría del fútbol y siguió trabajando en el club, como asistente del entrenador Victorio Spinetto, uno de los viejos maestros del fútbol argentino. Y muy pronto, en 1969, entraría al libro Guinness como el entrenador más joven de la historia, al tomar la conducción de Argentinos Juniors con 22 años.
En ese equipo, que debutó ante el gigante River Plate, hizo debutar a un chico de 18 años llamado José Pekerman, quien hoy es el entrenador de la selección argentina. Con el correr de los años se convirtió en su consejero y amigo. Y tenía un “colaborador” muy especial: entre los niños que recogían los balones al costado del campo había uno bajito y gordito que se llamaba Diego... Diego Maradona. “Los domingos era la mascota del equipo”, recuerda Cavagnaro.
Su estilo marcó un cambio. Además de sus conocimientos de fútbol, es un hombre de amplia cultura (es dueño de un colegio con extensión universitaria) y siempre aplicó la psicología en sus equipos: por sobre todas las cosas es un innovador, un motivador de los grupos.
Pasó a México, donde obtuvo dos diplomas, de entrenador y de árbitro, y a los 24 años comandó toda la organización deportiva de la UNAM, con 720 equipos a su cargo y al frente de 22 entrenadores. Lo curioso es que siempre daba órdenes a hombres más grandes que él.
Pasó por varios clubes de Argentina y marcó el debut de decenas de jugadores jóvenes, entre ellos Calderón y Anzarda, quienes hoy son los entrenadores de Arabia Saudita, equipo al que clasificaron para Alemania 2006.
Obtuvo también su título de director técnico en Inglaterra y recorrió el mundo descubriendo jugadores y llenando sus valijas de historias. Como cuando logró la medalla de bronce panamericana con Guatemala: “el gobierno nos premió con un viaje a las ruinas de mayas de Tikal. Como no iba ninguna línea aérea, fuimos en un avión del ejército: un Fokker en el que nos sentamos todos contra el fuselaje. En pleno tour, empezaron a sonar unas ametralladoras: los guerrilleros nos habían confundido con militares y nos salvamos de milagro”.
Tantos viajes y culturas diferentes dan como resultado vivencias inolvidables, como la que ocurrió en Moscú, en la época de Leonid Breznev: “Ya habíamos visto todos los museos y lugares históricos, y estábamos aburridos. Se nos ocurrió entonces armar un partido de fútbol informal en la plaza que estaba frente al hotel. Claro, era la Plaza Roja y estaba cubierta de nieve. El seis contra seis con el Kremlin de fondo fue inolvidable”.
-¿Qué alegrías le dio el fútbol?
-Muchas, algunas inmerecidas. Por ejemplo, cuando dirigía a Vélez Sarsfield fuimos de gira a Haití, donde nos esperaba el coche presidencial y una multitud en las calles, con banderas. Saludábamos a la gente y después nos enteramos que el pueblo no había ido a recibir a un equipo de fútbol, sino que creían que yo era el presidente de Argentina.
-¿Cómo fue su paso por Asia?
-Dirigí a la selección de Filipinas, en 1989. Y conseguimos la primera victoria de la historia, ante Vietnam.
-¿Estuvo en China?
-Sí, jugamos cuatro partidos con los filipinos, en cuatro ciudades diferentes.
-¿Qué recuerdos guarda?
-En lo futbolístico logramos que Filipinas marcara un gol después de 720 minutos. Pero la sensación más fuerte fue el día que visitamos la Gran Muralla, me temblaron los pies, estaba pisando seis mil años de historia...
-¿Qué conoce del fútbol chino?
-Mucho. Nada de lo que pasa es casualidad. Por esos años estaba surgiendo y hoy es una realidad: tiene fuerte presencia en los torneos juveniles, en el último Sub20 de Holanda mostró un equipo poderoso y hay buenas expectativas para el Sub17 en Perú. Entre los mayores, ya consiguió su primera participación en la Copa Mundial y estará ausente en 2006 por un extraño resultado entre Kuwait y Malasia, fue una eliminación injusta.
-¿Cómo ve el futuro?
En total, Cavagnaro dirigió partidos de fútbol en más de cien países recopilando anécdotas y vivencias como las que cuenta en esta divertida charla. Pero decenas de entrenadores recorrieron los rincones más lejanos y extraños del planeta llevando su enseñanza del balón. ¿Qué tiene de especial Carlos Cavagnaro?
La historia de su récord comienza a fines de los años 60, cuando era jugador juvenil de Vélez Sarsfield y sufrió una lesión que lo marginó definitivamente del juego. La noticia de los médicos era muy triste, pero decidió que nada lo separaría del fútbol y siguió trabajando en el club, como asistente del entrenador Victorio Spinetto, uno de los viejos maestros del fútbol argentino. Y muy pronto, en 1969, entraría al libro Guinness como el entrenador más joven de la historia, al tomar la conducción de Argentinos Juniors con 22 años.
En ese equipo, que debutó ante el gigante River Plate, hizo debutar a un chico de 18 años llamado José Pekerman, quien hoy es el entrenador de la selección argentina. Con el correr de los años se convirtió en su consejero y amigo. Y tenía un “colaborador” muy especial: entre los niños que recogían los balones al costado del campo había uno bajito y gordito que se llamaba Diego... Diego Maradona. “Los domingos era la mascota del equipo”, recuerda Cavagnaro.
Su estilo marcó un cambio. Además de sus conocimientos de fútbol, es un hombre de amplia cultura (es dueño de un colegio con extensión universitaria) y siempre aplicó la psicología en sus equipos: por sobre todas las cosas es un innovador, un motivador de los grupos.
Pasó a México, donde obtuvo dos diplomas, de entrenador y de árbitro, y a los 24 años comandó toda la organización deportiva de la UNAM, con 720 equipos a su cargo y al frente de 22 entrenadores. Lo curioso es que siempre daba órdenes a hombres más grandes que él.
Pasó por varios clubes de Argentina y marcó el debut de decenas de jugadores jóvenes, entre ellos Calderón y Anzarda, quienes hoy son los entrenadores de Arabia Saudita, equipo al que clasificaron para Alemania 2006.
Obtuvo también su título de director técnico en Inglaterra y recorrió el mundo descubriendo jugadores y llenando sus valijas de historias. Como cuando logró la medalla de bronce panamericana con Guatemala: “el gobierno nos premió con un viaje a las ruinas de mayas de Tikal. Como no iba ninguna línea aérea, fuimos en un avión del ejército: un Fokker en el que nos sentamos todos contra el fuselaje. En pleno tour, empezaron a sonar unas ametralladoras: los guerrilleros nos habían confundido con militares y nos salvamos de milagro”.
Tantos viajes y culturas diferentes dan como resultado vivencias inolvidables, como la que ocurrió en Moscú, en la época de Leonid Breznev: “Ya habíamos visto todos los museos y lugares históricos, y estábamos aburridos. Se nos ocurrió entonces armar un partido de fútbol informal en la plaza que estaba frente al hotel. Claro, era la Plaza Roja y estaba cubierta de nieve. El seis contra seis con el Kremlin de fondo fue inolvidable”.
-¿Qué alegrías le dio el fútbol?
-Muchas, algunas inmerecidas. Por ejemplo, cuando dirigía a Vélez Sarsfield fuimos de gira a Haití, donde nos esperaba el coche presidencial y una multitud en las calles, con banderas. Saludábamos a la gente y después nos enteramos que el pueblo no había ido a recibir a un equipo de fútbol, sino que creían que yo era el presidente de Argentina.
-¿Cómo fue su paso por Asia?
-Dirigí a la selección de Filipinas, en 1989. Y conseguimos la primera victoria de la historia, ante Vietnam.
-¿Estuvo en China?
-Sí, jugamos cuatro partidos con los filipinos, en cuatro ciudades diferentes.
-¿Qué recuerdos guarda?
-En lo futbolístico logramos que Filipinas marcara un gol después de 720 minutos. Pero la sensación más fuerte fue el día que visitamos la Gran Muralla, me temblaron los pies, estaba pisando seis mil años de historia...
-¿Qué conoce del fútbol chino?
-Mucho. Nada de lo que pasa es casualidad. Por esos años estaba surgiendo y hoy es una realidad: tiene fuerte presencia en los torneos juveniles, en el último Sub20 de Holanda mostró un equipo poderoso y hay buenas expectativas para el Sub17 en Perú. Entre los mayores, ya consiguió su primera participación en la Copa Mundial y estará ausente en 2006 por un extraño resultado entre Kuwait y Malasia, fue una eliminación injusta.
-¿Cómo ve el futuro?
-Li Weifeng y Li Tie ya exhibieron su poder en Inglaterra; Li Jinyu me gusta mucho y sobre todo Shao Jiayi, un artillero de clase internacional y lo demuestra en el Munich 1860. Si China logró semejante progreso cultural, industrial y deportivo, ¿cómo no va a crear un equipo de fútbol poderoso?
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