La 'Vinotinto' es la única selección sudamericana que nunca participó en una Copa Mundial. Bajo la conducción de Richard Páez llegó a escalar 66 posiciones en la Clasificación Mundial FIFA/Coca Cola con un juego atractivo y efectivo. Este año Venezuela organiza, por primera vez, la Copa América y se anima cada vez a más. Hasta soñar con Sudáfrica 2010.
Artículo publicado en FIFA Magazine, en enero de 2007.
Por PABLO ARO GERALDES
"Jugamos como nunca y perdimos como siempre", esa era la resignación que dominaba al aficionado venezolano durante el Siglo XX. La Selección Vinotinto era usada como partenaire de sus rivales sudamericanos para aumentar su diferencia de gol. Cualquier visita a Río de Janeiro, Montevideo o Buenos Aires presagiaba una tragedia. Un panorama muy similar al de Colombia, Bolivia o Ecuador hace treinta años.
En 1990 Colombia se metió en la Copa Mundial de la mano de un fútbol que se transformó en una marca de identidad. Era el juego que los colombianos siempre habían amado, sólo que recién por esos años empezaban a ser fieles a él. Los éxitos no tardaron en llegar. En 1994 Bolivia clasificaba al Mundial de los Estados Unidos con un aliado más importante que los 3600 metros de altura de La Paz: por primera vez el futbolista boliviano sentía que no era menos que sus pares sudamericanos. Y el 2002 fue testigo del debut de Ecuador, históricamente una de las selecciones más débiles de Sudamérica. La receta era similar a las otras: creer en un estilo propio, sentir el fútbol de una manera y mostrarlo en la cancha sin complejos de inferioridad.
Con Venezuela está ocurriendo un proceso similar, ya nadie le falta el respeto. Los casos anteriores tienen nombre y apellido: Francisco Maturana, Xavier Azkargorta y Hernán Gómez. Venezuela no es la excepción, detrás del extraordinario progreso que vivió el equipo nacional en los últimos cinco años hay un artífice: el técnico Richard Páez.
Su nombre asomó cuando en 1999 estuvo a un gol de meter al Estudiantes de Mérida en semifinales de la Copa Libertadores, una zona nunca alcanzada por un equipo venezolano. Más allá de quedar a las puertas de la hazaña, todos coincidieron que estaban ante el mejor equipo de la historia de Venezuela. Por eso, cuando el argentino José Pastoriza dejó la selección en 2001, en medio de la Eliminatoria para Japón/Corea, todos pensaron en él. La selección Vinotinto sólo había sumado 2 puntos en 10 partidos. Páez debutó con un 0-5 ante Argentina, pero se rescató la actitud venezolana. Pese a la abultada caída, jugó sin complejos y buscó atacar, lo que antes era impensado jugando fuera de casa. Nacía algo grande.
El entrenador tomó al equipo en el puesto 115 de la Clasificación Mundial FIFA y llegó a posicionarla en el lugar 49, lo que nadie logró: escalar 66 posiciones.
Antes de su llegada, Venezuela había conseguido 13 puntos en Eliminatorias desde que se inscribió por primera vez para la Copa Mundial Inglaterra 1966; con Páez obtuvo 31. Desde su primer partido en 1938 la Vinotinto acumulaba apenas 28 triunfos en 180 partidos, la mayoría ante débiles selecciones centroamericanas. Pero con el arribo de Páez el panorama cambió en cinco años suma 20 victorias, incluyendo el histórico 3-0 sobre Uruguay en Montevideo.
Pero es imposible explicar un progreso solamente desde la estadística. Detrás de los números hay un cambio de juego, de actitud ante los rivales, de mentalidad. Lo explica el propio Páez: "Cuando comenzamos a trabajar la mejor consigna de autoestima que tenía era: ‘Evitemos las goleadas, perdamos por lo menos posible, tratemos de hacer lo que podamos y si vienen muy fuertes, busquemos pararnos lo mejor posible’. Pronto comenzamos a cambiar ese discurso, uno muy claro, coherente y constante, creyendo en nuestra filosofía. Buscamos jugadores de talento, no jugadores de ‘mi’ confianza. Seguimos por: ‘Vamos a jugar para ganar’, ‘los rivales son buenos, nosotros también’, ‘nuestra estrategia depende de nosotros, no del rival’, ‘ellos tienen potencial, nosotros también tenemos figuras y vamos a jugar’. Hoy puedo decirle al jugador venezolano: ‘Buscamos la perfección, toleramos la excelencia’".
El cuerpo técnico pretendía que la selección desplegara un estilo venezolano, sin complejos. Páez les repetía: "tengan personalidad, sean irreverentes, que no es lo mismo que ser irrespetuosos. Manejen la creatividad con inteligencia. Y jueguen siempre con alegría. No sufran esto como un trabajo, quiero que disfruten con responsabilidad". El volante Miguel Mea Vitali, hoy en el fútbol griego, confesó que "cuando uno está con la selección se transforma". Sus compañeros piensan igual. Este mensaje no solamente contagió a los jugadores, el público también se entusiasmó como nunca. Hoy, el fútbol le pelea de igual a igual al béisbol entre las preferencias de los venezolanos; las tribunas lucen colmadas y coloridas cada vez que juega la selección. Los medios ofrecen cada vez más cobertura.
La liga profesional vive su 50ª temporada y el país se prepara para la Copa América 2007, la primera en suelo venezolano. Será del 26 de junio al 15 de julio en nueve ciudades. El entusiasmo circula por todo el país, ya no solamente en plazas tradicionales como Mérida, San Cristóbal o Maracaibo, cercanas a la frontera con Colombia. El fanatismo crece también en Caracas, la capital, como en Maturín, Puerto Ordaz o Barinas: la selección nacional les enseñó a sentirse ganadores. Hoy los diez entrenadores de la primera división son venezolanos; de a poco se va sumando confianza en el talento nacional.
El crecimiento de la Vinotinto tuvo sus claves: inteligencia para dominar las limitaciones y sacarle el máximo provecho a las virtudes. Adquirió una identidad futbolística, con total convicción de los jugadores y un liderazgo inspirador. Desde la Selección, esto contagió a los clubes y creció el apego de los jóvenes al fútbol.
La Copa América marcará el adiós de Richard Páez a la Selección. ¿Qué vendrá después? "Los ciclos tienen principio y fin, asumo que debo finalizar esta etapa profesional de éxito con la Vinotinto para renovar mi capacidad con experiencias como entrenador en otros niveles", se sincera el DT, que lejos de la soberbia que podría darle su cargo pasó meses compartiendo entrenamientos en clubes como Milan, Real Madrid y Boca Juniors, para seguir aprendiendo. Le gustaría tener oportunidades en ligas extranjeras pero sin dejar de pensar en Venezuela: "me veo en el futuro coordinando los esfuerzos que se deben efectuar en un Proyecto de Reconstrucción Nacional del fútbol venezolano. Es mucho lo que hay por hacer".
En los últimos años, Venezuela aprendió a ganar en la cancha. Llega el momento de crecer también fuera del campo. "Ahora le corresponde a nuestros dirigentes cumplir con un proyecto de consolidación estructural desde las bases de nuestro fútbol menor hasta el profesional", dice Páez, y agrega: "un proyecto coherente, actualizado, sin pausas ni vacíos, para afianzar con el tiempo nuestro proceso".
Los resultados podrán acompañar en mayor o menor medida, pero la identidad adquirida no se revertirá. Venezuela demostró que ya no es más la Cenicienta de Sudamérica. Se anima a desafíos mayores, como organizar la Copa América; cierra los ojos y se atreve a soñar... El sueño se llama Sudáfrica.
Hay tres cosas que todos los turistas que visitan Maracay se llevan en sus maletas: una caja de chocolates de Chuao, una medalla de la Madre María y una camiseta venezolana con el número 18 y el nombre de Arango.
En la bella ciudad jardín nació Juan Arango, el volante que brilla en el Mallorca de España, el futbolista con el que los jóvenes se identifican. La pasión que despertó superó incluso a la de los Tigres de Aragua, el equipo local de béisbol, campeón en 2004 y 2005. En octubre se desarrolló en Caracas la Feria Internacional de Turismo y él fue la imagen del evento, algo antes inimaginable en un país exportador de Reinas de belleza y beisbolistas de Grandes Ligas.
Arango quiere promocionar la Copa América también desde el lado turístico y toda la infraestructura que el país prepara para recibir a miles de visitantes. Tiene claro que en lo deportivo, la Copa será una oportunidad inigualable: "Es la única manera de que el fútbol venezolano pueda levantar de una vez por todas. En los últimos años hemos logrado cosas importantes, pero ya es hora de ganar algo grande y eso es lo que estamos esperando".
Los éxitos de la Vinotinto cambiaron la tendencia. La liga venezolana ya no incorpora tantos extranjeros de bajo nivel como en el pasado, ahora exporta talentos nacionales. Desde hombres como José Manuel Rey o César González en el competitivo fútbol colombiano, hasta torneos de primer nivel mundial como el de Italia (Gabriel Cichero en Lecce, Paul Ramírez en Ascoli y Massimo Margiotta en Piacenza).
El planisferio se amplió para los venezolanos, que hoy juegan en tierras muy distantes: el defensor Alejandro Cichero en el Litex Lovech búlgaro, el volante Jesús Gómez en el Raja Casablanca marroquí o el delantero Alejandro Moreno en el Houston Dynamo de la MLS estadounidense. Desde Fernando De Ornelas, Odd Grenland Skien noruego hasta José Torrealba en el Mamelodi Sundowns sudafricano, pasando por Luis Seijas en el Banfield argentino o Ricardo Páez en el Giannina griego.
La Selección Venezolana de a poco se va transformando en una legión extranjera, y Arango es su embajador.
Buenas,no sabía que Venezuela nunca jugó un Mundial,es raro,ya que Venezuela es de las mejores que hay en Suramérica,y para el de 2010,lo lleva complicado. Y sobre la frase "jugamos como nunca y perdimos como siempre" también la usamos en el Atlético de Madrid.Saludos!
ResponderBorrarwww.atleti1903.blogspot.com
Esperemos, a pesar del crecimiento de Venezuela en los últimos años, que el partido de ésta tarde a las 19.10 se recuerde como un día feliz e histórico para todos los argentinos.
ResponderBorrar¡ Quiero ganar 3 a 0 !
Lo del partido de ayer no fue lo mejor que ha hecho Venezuela. Está en una etapa de renovación, donde figuras del Sub 20 que clasificó al Mundial de esa categoría, lentamente se están haciendo un lugar en el equipo de Farías. Gracias por pasar siempre por el blog. Saludos!
ResponderBorrarExcelente análsis. Creo que dado el potencial de la Vinotinto, inferior al del resto del continente debería contentarse con el Mundial Sub-20 de Egipto, al que tan brillantemente accedieron después del sudamericanod e la categoría gracias a hombres como Romo, un portero con mucho futuro. Lo demás llegará si tiene que llegar. uns aludo
ResponderBorrarhttp://deparadinha.blogspot.com