Artículo publicado en la revista FIFA MAGAZINE en febrero de 2005.
POR PABLO ARO GERALDES
Los paisajes de Andorra invitan al relax. Enclavado en el corazón del Pirineo, entre Francia y España, este pequeño principado de apenas 468 km2 tiene su principal fuente de ingresos en el turismo, que llega atraído por la belleza descomunal de sus paisajes y por las tiendas libres de impuestos. Su geografía montañosa la convierte en una meca de esquiadores y amantes de la nieve, pero en los valles verdes también rueda una pelota de fútbol.
Este deporte no es una novedad en el principado, ya se lo practicaba por los años 20 del siglo pasado. Pero fue la masiva inmigración española, sobre todo durante la Guerra Civil (1936-1939) la que posibilitó su crecimiento. En 1942 se formó el FC Andorra, la primera institución, que se inscribió en la Federación Española de Fútbol y comenzó a competir a nivel regional en Cataluña.
Pero más allá de este club insignia, surgió entre los andorranos el deseo de competir puertas adentro, y en los 70 empezaron a surgir nuevos clubes y crearon una liga.
Se jugaba los fines de semana de manera plenamente amateur, bajo una asociación sin sede, sin estructura, ni afiliación a ninguna institución. “Sólo se contaba con un presupuesto mínimo, como para poder pagarle a un árbitro”, cuenta Miquel Angel Quiñónez, hoy vicepresidente de la Federació Andorrana de Fútbol.
Pero en 1994 el parlamento andorrano aprobó la nueva Constitución y empezó a formar parte de las Naciones Unidas. Fue entonces cuando unos aventureros amantes del fútbol pensaron que si estaban en un país independiente, podrían participar de la misma manera en las competiciones internacionales. Enseguida fundaron la Federación Andorrana de Fútbol y dos años más tarde se afiliaron a la FIFA.
La emoción se mezclaba con la incertidumbre, como lo explica Quiñónez: “Hubo el temor de ver ‘¿dónde nos estamos metiendo?’ La verdad es que daba miedo imaginarse saliendo por el túnel para enfrentar a gigantes como Francia, Holanda o España, pero era tan grande el entusiasmo de soñar con jugar por una Copa del Mundo o una Eurocopa, que se cubría cualquier temor”.
A jugar...
Estos miedos iniciales tienen su fundamento: en un país de solamente 66.500 habitantes, de los cuales nada más que 22.000 tienen nacionalidad andorrana, las posibilidades de armar una selección competitiva son realmente muy pequeñas.
Igual, con coraje y mucho amor por el fútbol, los valientes del principado se largaron a la aventura y empezaron a escribir la historia en primera persona. El primer partido llegó el 13 de noviembre de 1996, contra Estonia y fue transmitido por el canal de televisión de Cataluña. Aunque fue una derrota 1-6, el gol fundacional de Agusti Pol fue la semilla de un árbol que tardó una década en dar su primer fruto, pero que, aunque pequeño, crece derecho.
En el verano del 98, Brasil se preparaba para defender su corona en el Mundial de Francia. Con Bebeto, Dunga, Ronaldo, Rivaldo los campeones del mundo eligieron a Andorra para un amistoso. Y los tricolores aceptaron con gusto. “La gente aquí decía: ‘pero os habéis vuelto locos, ¿cómo se os ocurre?’”, recuerda Quiñónez. Es que la desproporción de fuerzas era abismal y había pánico a una goleada humillante. Fue ‘sólo’ 0-3 y el periodismo de todo el planeta que estaba allí destacó el digno papel de los muchachos pirenaicos.
En septiembre de ese año llegó el primer compromiso oficial: camino a la Euro 2000 visitaron a Armenia en Erevan. Se volvieron con un 1-3 en contra, pero Jesús Lucendo anotó, de penal, el primer tanto oficial de la Selección Andorrana. Las emociones iban in crescendo. Recibieron a Ucrania en casa y cuatro días después los esperaba otro desafío descomunal; otra hermosa locura: Francia y los 80.000 espectadores colmando Saint Denis. En menos de cinco meses chocaban con otro campeón mundial. Al cabo de los primeros 45 minutos la multitud se pellizcaba en las gradas y los jugadores andorranos en los vestuarios. El 0-0 era imposible de entender. Los franceses se esforzaron y finalmente ganaron 2-0, pero para todo los andorranos fue una experiencia inolvidable. En la revancha jugada en Barcelona, la caída fue por 1-0.
Pasaron los meses y llegó el 26 de abril del 2000, día inolvidable por ser la primera victoria de la historia. Lucendo y Sánchez marcaron para el 2-0 sobre Belarús en Andorra la Vella. Después todo volvió a la ‘normalidad’. Las derrotas de sucedieron, pero aún en los momentos que la estadística registra como negativos, hay instantes que quedan en la memoria y el corazón de sus sufridos seguidores. Como en la eliminatoria para Corea/Japón 2002, en Dublín, cuando Ildefons Lima puso, de cabeza, el 0-1 a favor de Andorra. El Lansdowne Road se quedó tan mudo como repleto. La alegría y la sorpresa duraron unos pocos minutos, los verdes se impusieron 3-1, pero los andorranos demostraron (sobre todo a sí mismos) que podían meter miedo.
“Si comparamos nuestros partidos con el cielo y el infierno –explica Quiñónez–, tocamos las nubes la noche que enfrentamos a Francia en Saint Denis, el día de Irlanda, o cuando caímos ante Francia 0-1 en Barcelona de penalti, con el partido en el que ellos clasificaron para la Euro 2000 y finalmente fueron campeones. Y el infierno, donde vimos lo que somos, el 1-7 ante Portugal ó 0-5 ante Holanda”.
Un análisis superficial podría sugerir que los andorranos son masoquistas que disfrutan las derrotas, pero no es así. Año a año van evolucionando en todos los terrenos del fútbol, aprendiendo, acumulando experiencia. No se puede dejar de lado que muchos de los jugadores son completamente aficionados y tienen su trabajo lejos del balón: en un banco, en el gobierno, en el comercio. “Pero no por el hecho de ser amateur, se sienten menos. Cada andorrano que se pone la camiseta de la selección siente lo que Zidane con la de Francia o Ronaldo con la de Brasil. Dentro del amateurismo, pedimos que se nos trate con respeto”, destaca Quiñones.
David Rodrigo, el entrenador de la selección, interpreta esa sensación: “cuando nuestros muchachos acostumbran a jugar en la liga local o en la tercera división española, y el siguiente rival se llama Brasil o Francia, sus fuerzas se multiplican. Nunca tengo que trabajar el aspecto anímico, porque ya vienen motivados. Sólo me concentro en lo táctico y lo físico”.
Y llegó el día tan esperado
Desde el primer encuentro oficial en Armenia, la selección del principado sumaba 31 partidos sin conocer siquiera el sabor de un empate.
El 2004 llegó con la celebración del décimo aniversario de la FAF y el comienzo de la eliminatoria hacia la Copa del Mundo en Alemania. Dos partidos, dos derrotas, ante Finlandia y Rumania. Sabiendo que llegar al mundial es casi una quimera, los andorranos afrontan cada partido como único, como la oportunidad de seguir sembrando sus semillas en un campo pequeño pero fértil.
El 13 de octubre último el estadio Comunal de Andorra la Vella estalló de alegría y abrazos contenidos durante diez años: en el minuto 60 el lateral izquiero Marc Bernaus dominó el balón tras un saque de costado y batió al arquero macedonio Jane Nikoloski. Cuando el arbitro sanmarinés Stefano Podeschi pitó el final Andorra escribió su nombre en la historia. Las lágrimas de felicidad dieron cuenta del emotivo momento. Justo Ruiz, el capitán, se rompió la nariz durante el partido, pero aguantó el dolor y recién se marchó al hospital luego de abrazarse eternamente con sus compañeros.
Bernaus juega en el Elche de la Segunda División española, y no había hecho un gol desde la temporada 1998/99, cuando formaba parte del Barcelona B.
Pero la emoción incontenible del héroe Bernaus tiene una historia de amor detrás. Nació en Andorra la Vella pero como formaba parte de la cantera barcelonista y se destacaba, fue convocado a la selección española sub 18 primero y sub 20 más tarde. En 1994, tras la constitución andorrana, eligió representar al modesto fútbol de su país.
El futuro
Tras la victoria sobre Macedonia vino una lógica derrota ante Holanda. Pero la clasificación sigue mostrando un dato novedoso para Andorra: por primera vez en su corta historia no figuran en la última posición. Cada partido es un objetivo para subir un pequeño escalón. El vicepresidente de la FAF apuesta al futuro: “No sabemos cuál es nuestro techo. Somos limitados: tenemos cinco o seis campos de fútbol en todo el país, pero así y todo tenemos una escuela con mil niños donde aprenden no solamente la técnica del fútbol sino los valores humanos, la ética deportiva. El futuro está en ellos y la base la cuidamos muchísimo”. Por eso, los jugadores que integran la selección, además de ponerse la camiseta andorrana, se dedican a enseñar a los más chiquitos.
-Además de la referencia inevitable de Francia y España, ¿siguen la evolución de otros países pequeños?
-Hay un caso en el que trabajamos mucho: Islandia. Tiene una población de 250 mil habitantes y está 90ª del ranking de la FIFA y faltando dos jornadas en la eliminatoria para el 2002 todavía tenía posibilidades. Es un país que ha exportado jugadores, como Gudjonsson, en España, o el portero Arason, en el Rosenborg noruego, en la Champios League.
-¿Qué apoyos reciben?
-Tenemos jugadores y no dónde jugar. Una de las personas que más nos apoya es Angel María Villar, presidente de la Federación Española. Francesc Vila, nuestro fallecido presidente, se trasladó a Madrid y Villar le brindó los conocimientos para poder montar una federación, y qué procedimientos había que seguir para inscribirse en UEFA y FIFA. Es una persona que nos ha ayudado muchísimo y con gran cariño, algo que es recíproco. Siempre ha asesorado a los países pequeños, además de su trabajo para España, contribuye y fomenta el fútbol en todo el mundo. Con Francia lo mismo: tanto Claude Simonet como Michel Platini nos miraron siempre con buenos ojos y nos apoyan.
-Más allá del nivel federativo, ¿hay facilidades para que jugadores andorranos prueben suerte en el exterior?
-Muchos están jugando en España, incluso Marc Bernaus ascendió a Primera División con el Getafe, y luego pasó al Elche. Ildefons Lima en Segunda con Las Palmas, en el Pachuca mexicano, en el Ionikos griego con su hermano Toni, quien llegó a Primera en el Espanyol de Barcelona, en el Madeira de Portugal...
-¿Y la proyección a nivel juveniles?
-Hemos conseguido que jóvenes andorranos vayan a clubes españoles. Hay jugadores que están progresando muchísimo, en Lleida, o en Barcelona. Pero el camino a recorrer aún es muy largo. Pero el día del último amistoso ante España, en Getafe, debutaron chicos de 20 años...
El año pasado, en el trascurso de una semana, este grupo entusiasta visitó a Francia y España, dos países de la cumbre del ranking FIFA. El resultado fue idéntico y simbólico: 0-4. Representó la lógica diferencia futbolística, pero también esa voluntad de no recluirse entre los Pirineos, de enfrentar a los grandes para aprender. Para crecer. Para seguir adelante con esa hermosa locura.
2 comentarios:
Muy buenas las notas, además de ser diferentes a lo habitual. además los enlaces para buscar info son muy útiles. La nota de Fontanarrosa es de la hostia.
Abrazo de gol...
Por instinto, el hombre digno admira la valentía del débil. Es fácil rivalizar, desafiar, enfrentar adversidades con todas las probabilidades a nuestro favor. Pero hacerlo con todas en contra significa algo más. Si el hombre no lo hubiera hecho nunca, no existiría como tal; sería tan pasajero de este Universo como una roca enterrada en la ciudad andorrana de El Serrat.
Es ese sentimiento, indivisible en letras y por tanto imposible de resumir en palabras, el que empuja al lateral izquierdo de Andorra a correr a un delantero francés aun sabiendo que es muy probable que nunca lo alcance. Es ese sentimiento el que lleva a un periodista que podría escribir sobre las glorias futbolísticas de su país a quitar su sombrero ante las pequeñas epopeyas del resto del mundo.
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