Austria quedaba más lejos de Uruguay en 1930 y, como otros países europeos, decidió no acudir al primer Campeonato Mundial. Sobran crónicas que lo señalan como el mejor fútbol de entonces. La Selección guiada por Hugo Meisl era llamada Wunderteam, el equipo maravilla. En su estilo fino y coordinado, comparado con una orquesta vienesa, se destacaba un largo y desgarbado violinista: Matthias Sindelar.
Era tan flaco y alto que parecía quebrarse, su imagen débil le valió el apodo de Papierene, el hombre de papel. Pero su fragilidad no importaba cuando paseaba la pelota junto a su pie derecho.
Había nacido el 8 de febrero de 1903 en Kozlov, una aldea morava que pertenecía al Imperio Austro-Húngaro. Único hijo varón entre tres hermanas, tuvo su mejor amigo en un balón que hacía correr por las calles de Favoriten, el 10º distrito de Viena, donde no pasó desapercibido… A los 15 años empezó a vestir la casaca del Hertha y a los 20 ya era la figura del gran FK Austria, con el que ganó tres copas nacionales en los primeros tres años. En el club, ligado a la comunidad judía de Viena, conoció a su mujer, Camila Castagnola, hija de judíos italianos.
En 1926 debutó en la Selección, con la que empezó a deslumbrar a Europa. En 1931 fue el súmmum: Austria humilló a Escocia 5-0 en Glasgow y a Alemania 6-0 en Berlín. Para el Mundial de 1934, el Wunderteam era candidato al título mundial, pero tuvo un escollo mayor que la gran Selección Italiana en semifinales. Varios testigos aseguraron que el régimen fascista de Roma había amenazado a los árbitros, y el gol de Guaita fue el único que figuró en el score. Los dos de Sindelar no fueron cobrados por offsides. Mal sancionados, claro.
Los sueños del equipo austríaco debían esperar cuatro años, hasta el Mundial Francia ‘38. Pero no pudo ser. En marzo de ese año, el III Reich invadió Austria y en abril hubo un referéndum entre la población: el 99,73 % de los austríacos estuvo de acuerdo con la anexión. Claro, en la papeleta se debía poner una cruz en un gran casillero que decía SÍ o en uno más pequeño el NO… ¿Manipulación? Eso no era nada, se debía votar delante de los oficiales de la SS y entregarles la boleta en la mano. Austria se convirtió en la provincia de Ostmark. Ya no era un país, no podía jugar el Mundial.
Para Hitler, tal como pretendió hacerlo con los Juegos Olímpicos de Berlín en 1936, una victoria germana sería una gran propaganda para su delirio de la ‘raza superior’. Como los mejores futbolistas eran los austríacos, podía echar mano a ellos. Ahora, Alemania era la favorita para el Mundial a disputarse en Francia. Pero Sindelar, de 35 años, alegó una lesión para no ponerse la camiseta con la cruz swastika ni hacer el repugnante saludo nazi.
Antes de la copa, el Führer organizó un ‘amistoso’ en Viena para celebrar el Anschluß, la ‘unificación’: el 3 de abril de 1938, Alemania contra Ostmark. Hasta el árbitro fue alemán. Sindelar se curó de golpe para vestir la casaca de su tierra, aun en condiciones desiguales. Sabía que si Austria ganaba, estaría en problemas ante los ojos de Hitler. Pero a veces el hombre prefiere ser leal a su corazón: el viejo Matthias jugó el mejor partido de su vida y marcó el primer gol del 2-0 ante la escuadra nazi. Después de ese partido, los mejores jugadores austríacos pasarían a vestir la camiseta germana.
3 de abril de 1938: "Ostmark" vence a Alemania 2-0 en Viena ante 60 mil espectadores. |
Todo se hubiera 'resuelto' poniéndose la camiseta alemana, pero el deseo de ser digno fue más fuerte. El holocausto estaba por comenzar, pero él no lo iba a conocer. Era 23 de enero de 1939; cuando la policía nazi encontró los dos cuerpos en un ambiente asfixiante por el monóxido de carbono de una estufa en mal estado. ¿Accidente? ¿Suicidio? ¿Asesinato? Unos 40 mil vieneses desafiaron al terror y acompañaron a Sindelar y a Camila hasta el cementerio. El correo colapsó ante los miles de telegramas de condolencia que llegaron desde toda Europa.
Como pudo, de un modo triste y sin retorno, el mejor jugador del mundo le hizo una gambeta al horror y a la locura de Hitler.