En 1986 fue víctima de la tragedia de Chernobyl. Hoy este ucraniano aficionado a la poesía y al cine se consagró goleador de Italia superando a Batistuta y a Crespo.
Artículo publicado en la revista El Gráfico, en 1999.
Por PABLO ARO GERALDES
Capocannoniere. La palabra que define al goleador del fútbol italiano, por primera vez le cupo a un jugador llegado desde la nieve del este europeo, más precisamente desde Ucrania. Con sus 24 goles en la Serie A, Andriy Shevchenko continúa la tradición de los centrodelanteros extranjeros del Milan: Gunnar Nordhal, Altafini y Marco Van Basten, antecesores que también ganaron el balón de oro. Su conquista es más valiosa por haberla conseguido en su primera temporada en el
calcio, ante defensas mucho más duras que aquellas que buscaban detenerlo cuando avanzaba con el Dynamo de Kiev.
Su imagen fría de robot armado en una fábrica soviética tiene un reflejo en su juego. Velocidad, técnica y olfato de gol estuvieron a la vista del mundo entero en el último año. Pero detrás de su estampa de goleador se esconde una personalidad que contrasta con la mayoría de los futbolistas de la época: distante y reservado, prefiere la calma de la vida familiar a los flashes y el asedio de las fans.
Pintón y sin novia, “Sheva” es uno de los preferidos de las chicas italianas, que hacen largas guardias a la espera de una foto, un autógrafo o una mirada. Esto último sería el mejor trofeo para ellas, dada su marcada timidez. Hombre de pocas palabras, habla a través de sus goles. Fue educado al rigor técnico de la escuela soviética, pero con ese plus de fantasía que siempre pusieron los ucranianos; basta con recordar a Igor Belanov –goleador del mundial 86-, Oleksandr Zavarov –primer soviético que emigró fuera de la URSS y también el primero en ir a Italia, cuando se incorporó a Juventus-, Kusnetsov, Mikhailichenko, Protasov u Oleg Blokhin, balón de Oro Europeo en los 70 y uno de sus primeros ídolos, cuando era alcanzapelotas del Dynamo. Se había metido en el principal club del país en 1986, cuando tenía solamente 9 años, gracias a que los comentarios que sus goles infantiles llegaron a oidos de Alexander Shpakov, técnico de la Primera. Corría 1986, pero la alegría duraría muy poco. Las primeras horas del 26 de abril se pegaron en su piel junto a un resplandor enceguecedor. A cien kilómetros de su casa la usina nuclear de Chernobyl explotaba, fuera de control, elevando al cielo una nube tóxica que se llevó cientos de vidas y envenenó por décadas los recursos naturales de la zona. La familia Shevchenko fue evacuada cerca del Mar Negro y Andriy tuvo que ser internado. Es una etapa de la que nunca quiso hablar. El dolor persiste. No sólo por la tragedia que vivió, sino por la marca que dejó en el pueblo ucraniano. Su pueblo.
Lejana tierra mía
Otro de los razgos que diferencia a Shevchenko del medio futbolístico es su marcado compromiso con la identidad nacional y la cultura ucraniana. Es un fanático seguidor del poeta Taras Schevchenko -el mismo apellido es sólo una coincidencia-, el autor ucraniano más renombrado. “Su poesía es fuerte y dulce a la vez. Fue el primero en usar la lengua ucraniana en la literatura, en lugar del ruso, idioma del Imperio opresor. Tengo una gran admiración por él. Era el poeta de la identidad nacional, un artista único que en el exilio escribía poemas de amor a su tierra, la pasión de nuestro pueblo y sobre todo por la gente más pobre. Todos los ucranianos nos reconocemos en él”. La descripción no parece haber salido de la boca de un potente centrodelantero. Pero para él parece común eso de llevar los libros a las concentraciones. “Con el kinesiólogo del Dynamo jugábamos a ver quién recordaba más versos”, recuerda. El gusto por el poeta no surge solamente de lo que escribió. El sentimiento nacional vive en cada ucraniano; es una especie de “nunca más” para no olvidar la represión soviética, la hambruna provocada por el Ejército Rojo entre 1932 y 1933 que aniquiló a la mitad de la población de Ucrania, para luego quedarse con sus tierras. Ahora, mientras los tifosi milanistas enloquecen con sus goles, aprovecha para aprender italiano, leyendo todo lo que puede y viendo cine.
El goleador reconoce que, como culaquiera, se entretiene con las películas de Mel Gibson, Sharon Stone o Brad Pitt. Pero el cine que realmente lo conmueve es aquel que refleja su identidad. “Una película que me quedó en el corazón es ‘Moscú no cree en lágrimas’, de Valentin Chernykh, un maestro reconocido en todo el mundo, ganador del Oscar a fines de los 70. Además, en Ucrania son famosos los filmes de Sergej Eisenstein, como ‘El acorazado Potemkin’, de principios de siglo”.
Siendo tan apegado a las tradiciones de su tierra, cuesta explicarse que no haya sufrido la adaptación y triunfase en su primer año en Italia. “Es que no sentí ninguna nostalgia porque toda mi familia está en Milano -aclara-. Me acompañan mis padres, mi hermana y mi cuñado”.
Evidentemente, las presiones no lo afectan. Cuando la
Gazzetta dello Sport lo consultó por las exigencias del fútbol italiano, no se inmutó. “¿Presiones?, al contrario, en Italia me siento más libre. Aquí tengo más tiempo para mí mismo, para leer, estudiar, estar con mis padres. En Ucrania es fútbol, fútbol y más fútbol. Allá debés pensar como un futbolista, en Milano puedo permitirme pensar como una persona”.
Ucrania, siempre presente
Sus inicios como jugador fueron en canchas duras, sin césped, muchas veces cubiertas de nieve y hielo. Siguió creciendo de la mano de Valeri Lobanovski, técnico del Dynamo (el mejor entrenador de la historia, tanto ucraniana como soviética). Lo protegía dentro de un fútbol humilde comparado con los grandes de Europa. Un ámbito ideal para crecer futbolísticamente lejos de las presiones.
A los 18 años, Shevchenko marcó su primer gol continental, ante el Bayern Munich. Después vinieron muchos más y los ojos de Europa no tardaron en detectarlo. Dejar afuera de la Champions League al Barcelona marcándole 3 goles en el Camp Nou es un hecho imposible de hacer pasar inadvertido. “Andriy es uno de los mejores jugadores de Europa. No tiene nada que envidiarle a Ronaldo. Además de calidad y potencia, tiene una gran capacidad de trabajo Y por su juventud, puede seguir progresando”, sintetizó Lobanovski.
Las ofertas no tardaron. Manchester United, Real Madrid, el mismo Barcelona y el Milan aparecieron en su horizonte. Los 25.000.000 que Berlusconi puso sobre la mesa terminaron con la incógnita. Surkis, el presidente del Dynamo, sabía que perdía una joya: “No me gusta que se vaya, pero un gran jugador como él merece tener estas oportunidades. Si sigue así, va a ser el mejor jugador del mundo”. Lo despedían con elogios, y así también lo recibían en Italia. George Weah le dejaba el puesto y pronosticaba que sería el futuro goleador. Ni él sabía todo lo que podía dar. Se presentaba con los 20 goles marcados en la última temporada ucraniana, “pero el campeonato italiano es otra cosa...”, se atajaba. El resto es historia conocida.
Aunque por estos días se lo vea paseando silencioso por Piazza Duomo y Via Montenapoleone, su mente sigue en Ucrania. Si le preguntan por un amigo, nombra al tenista Andriy Medvedev; si le piden un ídolo, aparece la figura de Sergiy Bubka, el mejor saltador con garrocha de la historia. Siempre Ucrania.
En sus vacaciones, se recluye en el lago Iagotin, caña de pescar en mano, lejos del ruido y de los hinchas. La estrella necesita estar alejada del entusiasmo que genera. “La gran atención de los admiradores me hace sentir bien, pero tiene un lado negativo -explica-. Mucha gente no entiende que uno quiera tomarse una pausa. Si hubiese aceptado aunque sea la décima parte de todas las invitaciones a tomar cerveza que me hacen los hinchas, ahora sería un alcohólico crónico”.
Pero aunque su imagen exterior haga suponer lo contrario, el goleador también llora. Es un combativo que detesta la derrota, pero rompió en llanto tras la caída ante Juventus que lo marginó de la Liga de Campeones. Lo mismo cuando Ucrania quedó fuera de la Euro 2000 a manos de la sorprendente Eslovenia. Sí, el hombre que parece un freezer puede encender pasiones calientes. El técnico Zaccheroni “encontró un jugador capaz de salirse de los esquemas, de exaltar a los hinchas, de reverdecer aquellos duelos Milan-Inter entre Rivera-Mazzola, capaces de dividir en dos a una ciudad que ama identificarse con hombres ganadores”, ilustró la revista
Calcio 2000.
El ucraniano que relegó a Crespo y a Batistuta en la tabla de goleadores elige el perfil bajo. No hace publicidad, no aparece con modelos ni actrices, no se tiñe el pelo. Pero demostró que los jugadores del Este no son sólo un producto exótico.