Por PABLO ARO GERALDES
El fin del verano se percibe en el aire seco, suavemente caliente y puro que se respira en el pequeño Estadio Universitario de la
UAQ, en la parte alta de Querétaro.
La bella ciudad del acueducto es una protagonista vital de la historia de México. Resumen las enciclopedias que "en 1810 Santiago de Querétaro fue sede de la conspiración en la que se fraguó el movimiento que a la postre llevaría a la Independencia nacional. En 1867 fue derrotado aquí, capturado y fusilado Maximiliano de Habsburgo por las fuerzas republicanas, restableciendo el régimen republicano en México. Y en 1917 fue sede del congreso constituyente que promulgó la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, que continúa vigente". Suena a importante, pero lo era aun antes del desembarco español.
Mucho antes de que México fuera México y de que el indígena otomí Conín se convirtiera al cristianismo y rebautizado como Fernando de Tapia fundase Querétaro en 1531, esta zona del sudeste del Bajío se llamaba "Ndamaxey”, que en la lengua otomí significa “lugar del gran juego de pelota”.
La voz no hacía referencia al fútbol, claro, sino al "Ullamaliztli”, palabra de la lengua nahuatl que designaba a un juego sagrado de pelota practicado en el valle central de México. Se jugaba con la cadera desde hace unos 3500 años y era tan popular entre aztecas, mayas y otras etnias que los arqueólogos han encontrado más de 2500 canchas en Mesoamérica.
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En este conjunto escultórico del Códice Borbónico 27 se representa a cuatro jugadores
que simbolizan a cuatro deidades: Quetzalcóatl, Cihuacóatl, Cintéotl e Ixtlilton. |
Pero 488 años después de su fundación, la ciudad sigue impregnada con ese espíritu que la nombró Ndamaxey. Septiembre de 2019 encuentra a los Gallos Blancos de Querétaro en la cima de la
Liga MX, y la capital del estado no puede ocultar su orgullo: las camisetas azules y negras se cuentan por decenas entres los transeúntes que recorren la
Zona de Monumentos Históricos de Querétaro, declarada por la Unesco como Patrimonio Cultural de la Humanidad, el Jardín de la corregidora, el Templo de San Antonio, el acueducto, la Fuente del Marqués o la Alameda Miguel Hidalgo. Ni hablar de los alrededores del estadio Corregidora, orgullo de los aficionados locales erigido para la Copa Mundial de 1986, a imagen y semejanza del colosal Azteca de la capital.
Pero siempre el fútbol más pasional es el que se vive desde las bases, el que surge de la afición pura, ese que tiene por recompensa el buen rato con amigos, la cerveza compartida al final del partido o, a lo sumo, un trofeo y una medalla esperando al final de la temporada.
Y ahí vale volver a la mañana de sábado que asoma calurosa en estadio de la UAQ, a ese césped que el sol pinta de verde y en el que los pajaritos encuentran semillas antes de que la pelota empiece a rodar. Porque es día de acción para la octava fecha de la
Liga Burócrata Bancaria, la competencia que en su categoría Premier agrupa a 18 equipos desde hace más de un cuarto de siglo. "Todos aquí en Querétaro conocen a la Burócrata Bancaria, todos saben de alguien que la ha jugado, que conoce a alguien que haya participado, es toda una institución", comenta
Paco Pérez, periodista del periódico
AM de Querétaro.
Para disputar esta liga amateur, los equipos deben pagar una inscripción semestral o anual, que en este segundo caso tiene un descuento que la deja en $6000 (unos 300 dólares). Además, antes de cada sábado se abona el arbitraje por adelantado. Cada conjunto tiene que aportar dos balones.
La tribuna, la única, vacía, se convierte en refugio para soportar el solazo que pega, ya inclemente, sobre el predio de la Universidad Autónoma de Querétaro. Allí, al amparo de la sombra empiezan a llegar los muchachos que hacen de los escalones su vestuario. Reencuentros, bromas, caras de sueño todavía. En un sector se reparten las camisetas verdes con vivos naranjas: son las que el Ajax holandés usa como alternativa, pero aquí no las visten Klaas-Jan Huntelaar ni Daley Blind, no, son los jugadores de Naranjeros, el primer equipo en arribar. Una botellita de agua fresca circula de boca en boca, pero también algún cigarrillo ameniza la espera del encuentro ante Contabilidad, el rival de la mañana. El
faso le acentúa la estampa ruda de James Dean a este jugador que se calza la playera número 12 y a quien sus compañeros llaman "el rumano".
Un hombre, solo, se cambia en el extremo más alejado de la tribuna. Es Roberto Gutiérrez García, el árbitro que lleva 25 años en la liga y a quien todos conocen y respetan.
Rezagados, ¿dormidos?, van apareciendo de a uno los futbolistas de Contabilidad, todos estudiantes que conforman el único equipo de la liga que representa a una facultad. La tardanza tiene su explicación: "varios de sus jugadores vienen de disputar más temprano un partido por otra liga", cuenta Hugo Mata mientras se viste presuroso con la casaca blanca. Su compañero Marco Polo Escamilla agrega: "algunos juegan con el equipo Campus Cadereyta, que también pertenece a la universidad".
Contabilidad apenas junta ocho jugadores. El juez demora todo lo que puede el inicio, pero ya no puede esperar más, van doce minutos de retraso y hay que comenzar. Para compensar, anuncia que el primer tiempo durará solo 40 minutos. Y así, con la notable desventaja de tres hombres menos, arranca el juego.
El espíritu amateur lo impregna todo. A las relucientes camisetas adidas de Naranjeros se le contrapone la desprolija vestimenta de Contabilidad: algunos lucen una casaca blanca con mangas azules con la sigla UAQ-FCA que da cuenta de la Facultad de Contabilidad y Administración. Pero otros visten un curioso mash-up, un híbrido entre una playera alternativa de Italia, indisimulablemente trucha (o chafa, como le dicen en México) con un inexplicable escudo del Liverpool inglés.
La diferencia numérica amenaza con una "masacre" futbolística, no habrá forma de soportar los noventa minutos -bueno, ya se pactó quitarle 5' a la primera mitad-, pero los desperdigados y voluntariosos ocho hombres de Contabilidad compensan con su juventud.
La mañana avanza, el sol sube y los jugadores siguen llegando con el partido empezado: no importa si son titulares o suplentes, "rápido, a cambiarse y a la cancha", grita Felix Chávez, el profesor de la Universidad, lleva 25 años entrenando al equipo de Contabilidad. Pero Chávez no es más Chávez sino el Tuca Ferretti. No porque su conocimiento táctico lo asemeje al brasileño sino porque es evidente su parecido con el técnico de Tigres UANL.
El falso
Tuca se roba la escena entre los presentes, en su mayoría estudiantes que cursan el
Diplomado de Periodismo Deportivo de la UAQ. Otros señalan que es idéntico a Hernán Hernández, el bajista que integra la banda
Los Tigres del Norte desde su inicio, en 1968. Pero él, el
Tuca, porque ya es para todos el
Tuca, está muy metido en el partido pero relojea la tribuna con la esperanza de que sus muchachos vayan llegando.
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Félix Chávez, el Tuca. |
Aparece uno con el casco de la moto todavía puesto, y se cambia el calzado a las apuradas. Para ponerse la playera número 8 tienen que quitarse el casco, obvio... e ingresa al campo de juego a los 8'.
Naranjeros domina y aprovecha los huecos que generan la ausencia de rivales. En su primera llegada de riesgo, un bombazo deposita uno de los balones sobre la avenida 5 de febrero que bordea un lateral. Quedan tres pelotas, hay que cuidarlas.
Recién a los 10' se completan los once de Contabilidad, con un segundo número 9. Enseguida lo advierte el
Tuca, "ya hay otro nueve hey, cámbiate". Y se pone una camiseta con el número 100.
La tribuna está poblada por los estudiantes que toman notas, los jugadores suplentes que prefieren seguir las acciones desde allí y no desde las bancas sometidas al impiadoso rayo del sol, del otro lado de la cancha, y unas diez personas más, casi todos familiares de los protagonistas. Los Naranjeros, mayores que sus rivales, son acompañados por sus hijos. Y en el caso de Iván Olbera, tiene en la grada a su padre José y a su hijo Esteban, de seis años.
Con los veintidós, el juego se vuelve más parejo, pero a los 19' se produce el primer cambio en Contabilidad: el 25 reemplaza al 6: es evidente que algunos de los buenos llegaron tarde y empezaron con los suplentes. Las cosas van poniéndose en su lugar. Siempre suele ser así. "A veces tuvimos que improvisar porteros, está cabrón. Al rato no llegan", cuenta Gerardo Luna, ese número 6 que acaba de dejar el terreno.
El partido va y viene, por momentos se torna entretenido, pero en otros cae en un aburrimiento que distrae a los novatos cronistas. Detrás de una de las porterías lucen en fila atriles con fardos de hierbas: son dianas, o blancos para el tiro con arco. Y de pronto empiezan a aparecer los aprendices de esta práctica deportiva y surge el humor negro: lo último que falta es que seamos testigos de la muerte de un arquero a manos de otro arquero.
Ya son parte del paisaje, el fútbol sigue. Tiro libre para Contabilidad, el 12 ejecuta mientras los Naranjeros ensayan una poco ortodoxa barrera de cinco hombres más un sexto que cubre, acostado, el vacío que se produce cuando todos saltan. Métodos psicodélicos.
El balón rebota en esa valla humana y sigue el juego. No pasa nada, no hay peligro tampoco cuando el 9 de Naranjeros se escapa solo por la banda izquierda y sus compañeros lo alientan: "llévalo wey, no te alcanza"... pero lo alcanzan. Y primer tiempo se termina puntualmente a los 40, como lo pactaron.
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El disperso descanso de Naranjeros. |
El descanso es eso: un descanso para todos. Alguna que otra indicación técnica, pero nada más. Todo se acomoda en esos minutos, ya que estos equipos no se juntan a entrenar, solamente se encuentran los sábados y juegan. Por eso, esos minutos compartidos son tan importantes para corregir algún error del juego pero más para retomar el contacto de un grupo que más que compañeros son amigos.
El entretiempo tiene a la tribuna con más gente que nunca, ya que no hay vestuario. Allí, entre los protagonistas se entremezclan los estudiantes y aprovechan para hacer preguntas. O para derribar mitos. Uno tira una referencia: "se llaman Naranjeros porque son financiados por los dueños de las fincas de cultivos de naranjas, ponen mucho dinero, incluso cobran". Suena bien, suena lógico, pero el cultivo de la naranja es más propio de Veracruz, ¿será cierta la versión?. Es hora de preguntar y la respuestas llega con el guanajuatense Patrick Jiménez, que desmiente la especie: "todos somos amigos que nos conocimos jugando en otro equipo, un equipo que no tenía nombre. Después de un juego, mientras hacíamos la recuperación, uno apareció con un saco de naranjas. Nos reímos mucho del momento, era extraño, todos comiendo naranjas... y ahí surgió ponernos Naranjeros, es muy gracioso, pero se termina ahí la anécdota".
De vuelta al rectángulo verde. Se luce el 15 de Naranjeros es un delantero desgarbado al que llaman "el güero", que significa "el rubio". Es un jugador que resalta del resto por su estampa, lo mismo que nuestro "James Dean", un malhumorado crack de cabotaje que se hace respetar. Naranjeros está mejor plantado, pero el cronómetro avanza y el olor a 0-0 se hace cada vez más fuerte. Hay seis cambios por equipo y los dos conjuntos que terminan son muy distintos a los que comenzaron.
El capitán de Naranjeros en la segunda parte es el 16, un defensor central con algo de sobrepeso pero prestancia:
Toño es un Beckenbauer queretano. Pero la figura del encuentro es "el púas", el arquero de Contabilidad. Todos lo alientan, lo aclaman en la tribuna. Hay que averiguar cómo se llama ese muchachito y recorremos la grada preguntando a los compañeros; todos le dicen "el púas", pero aunque hace años que juegan juntos, no saben su nombre: "pues, el púas, y ya"... Otro, aliado de la tecnología, busca desde su celular, se mete en Facebook y aporta un dato más: "dice Luis". No es mucho. Luis, "el púas", entonces.
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Camisetas distintas pero números
repetidos en Contabilidad. |
El reloj entró en zona roja, tiempo cumplido. A los 4' de adicional del segundo tiempo llega el gol que le daría la victoria a Contabilidad. Una jugada de combinaciones que termina con un centro del 25 para que defina el 25. Sí, otra vez hay camisetas repetidas, pero nadie lo había advertido. Alejandro Zuriel es el 25 que lanzó la asistencia; Giovani Hernández, el autor del gol que iluminó el mediodía.
Los estudiantes se encuentran con un desenlace fantástico, parece guionado. ¿Habrá alguna mano celestial que pergeñó esta victoria sobre la hora?
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El Púas, portero de Contabilidad
y figura de la cancha. |
Queda una jugada más, la última: Hugo Mara lo "raspa" al Rumano y este reacciona con un empujón. La caballerosidad de todo el encuentro se termina con la reacción del James Dean mexicano. Se genera un tumulto que el oficio del árbitro disuelve rápidamente. Sigue el juego, segundos finales, un tiro que se va largo y el silbato que marca el final. Se terminó. Abrazos de un lado, decepción del otro, pero sin dramas.
Los victoriosos posan para una foto grupal. El
Tuca los alienta a sonreír: "Vamos, muchachos, no siempre viene tanta gente a vernos". La alegría de los futuros contadores se contagia.
Al lado es distinto. Con esta caída Naranjeros sigue en el fondo de la tabla de posiciones con apenas 1 punto, producto de un empate y siete derrotas. El DT Jesús Landaverde reflexiona: "nadie quiere equivocarse" pero "cuando tienes una mala racha es porque el equipo no entiende en qué se está equivocando".
Habrá tiempo para mejorar. O no. Así es el ritmo de la Liga Burócrata Bancaria, una de tantas miles que alrededor del planeta renuevan cada semana el espíritu amateur del fútbol, ese que lo hace el mejor juego del mundo. Una liga en la cual no es necesario ser un "exitoso" en la vida para conocer el sabor del triunfo y donde se puede perder sin sepultarse bajo el pesado cartel del "fracaso".
Ya lo escribió el argentino Alejandro Dolina en su glorioso texto
Instrucciones para elegir en un picado: "Un equipo de hombres que se respetan y se quieren es invencible. Y si no lo es, más vale compartir la derrota con los amigos, que la victoria con extraños o indeseables".
Hasta el próximo sábado.