viernes, 27 de enero de 2017

Trezeguet y Camoranesi: con sello argentino

Uno fue campeón del mundo con Francia en 1998; el otro festejó en 2006 con Italia. Dos amigos que compartieron vivencias en Juventus y volvieron al fútbol local tras levantar la Copa más preciada con otra camiseta.

Entrevista publicada en ESPN Magazine, en junio de 2014.
Por PABLO ARO GERALDES

Aunque el último título mundialista argentino se remonte a 1986, dos veces más la celebración se tiñó de celeste y blanco. Primero fue en 1998, cuando David Trezeguet levantó la copa con la camiseta de Francia y festejó con gorro arlequín con los colores argentinos. Claro, aunque nació en Francia, se crió en Buenos Aires y su debut en el fútbol se produjo en Platense, antes de pasar al Monaco en 1995. A puro gol, se convirtió en David le Roi (el Rey David) y fue sumando a esa excelente Selección que le hizo vivir la consagración máxima con apenas 20 años.

La siguiente alegría llegó en 2006, cuando el tandilense Mauro Camoranesi se colgó la medalla de oro sobre el pecho vestido de azzurro. Surgido de Aldosivi, de Mar del Plata, el volante pasó por México y Uruguay, se puso la camiseta de Banfield, y volvió a tierras aztecas, donde tuvo muy buenas campañas con Cruz Azul. Los ojos del calcio se posaron sobre él y, tras hacer pie en Verona, llegó a Juventus, donde su pasaporte italiano fue mucho más que un facilitador de transferencia: triunfó y desde 2003 se ganó un lugar en Nazionale. Cuando Marcello Lippi lo convocó para la Copa del Mundo de Alemania 2006 sabía que se venía algo grande, pero no sospechó de qué magnitud.

Los dos cracks con acento argentino se juntaron en Juventus, donde nació una amistad que perdura. El fútbol argentino lo volvió a encontrar y la previa del Mundial es una excusa ineludible para repasar esa cima a la que llegaron con los colores de Francia e Italia, dialogaron con ESPN Magazine.

ESPN: ¿En qué momento asumieron que eran campeones del mundo?
Trezeguet, 1998
Trezeguet: A los 20 años quizá no sos tan consiente y quizá con el paso del tiempo de vas dando cuenta de lo que pudiste ganar. Aunque no jugué la final, la adrenalina estaba muy alta; en el pitazo final se desató un festejo muy importante, en lo deportivo y en lo social, porque aquella Selección era multicultural. Además, contra un rival de un calibre extraordinario, Brasil, ante el que uno siempre uno ambiciona vencer. En el plantel había una unión muy fuerte y generó una presión positiva.
Camoranesi: Esa misma noche, cuando pudimos estar con la familia. Cuando terminó el partido volvimos a Dusiburg, donde teníamos la concentración en Alemania, y había un banquete en el que estaban también los parientes más cercanos. Ahí nos dimos cuenta de la felicidad que generamos, ahí tomamos magnitud del logro.

ESPN: Ya se había acabado tu pelo largo...
Camoranesi, 2006
Camoranesi: Je, je... Sí, había sido una promesa. Hacía mucho calor y varios del plantel se cortaron el pelo. Quedaba yo, y todos querían cortármelo. Así que prometí que si éramos campeones, me sometía a la tijera. No me dieron tiempo, apenas terminó el partido tuve que cumplir: me pusieron en una silla, ahí en el campo de juego, y a otra cosa... Son de esas promesas que uno cumple con gusto.

ESPN: Pasaron ya ocho años de aquella final en Berlín, y 16 de la otra en París. ¿Cuál es la primera imagen que les vuelve a la mente
Camoranesi: La previa del primer partido, con Ghana. Era mi debut en los mundiales y tuve la posibilidad de estar con mis viejos, que habían llegado bien temprano a la cancha. Ahí tuve la noción de que estaba haciendo realidad un sueño.
Trezeguet: El momento de levantar la copa. Me había quedado grabada la imagen de Diego Maradona en el 86 y doce años después yo estaba ahí, con ese trofeo en las manos. Es algo extraordinario y único en la carrera de un jugador.

ESPN: A propósito de Maradona, cuando él retornó de México, con el trofeo tuvo una sensación extraña, como un vació después de haber alcanzado la meta. Decía que la copa "era más linda cuando la soñaba"...
Trezeguet: Para Diego fue un objetivo que soñó de chico. En mi caso todo se dio muy rápido. En el 95 llegué a Francia siendo un desconocido, me entrené un año con la Reserva y después debuté, me llamaron a la Selección, me citaron al Mundial, todo muy rápido...
Camoranesi: Uno cultiva durante toda una vida ese momento. Y cuando se concreta, cuando se termina, no hay un después. Cuando un sueño se termina, se termina, pero después nace todo lo lindo que viene a partir de ese logro.

ESPN: ¿Siguen vinculados emocionalmente a las selecciones de Francia e Italia?
Trezeguet: Sí... En el 2008, cuando se hizo el homenaje por los diez años en el Stade de France, el recibimiento de la gente fue grandioso, había 80.000 personas. Es algo muy fuerte. Y más porque aquel equipo, que también ganó la Eurocopa 2000, dejó un recuerdo muy positivo. Ahí te das cuenta de lo que realmente dejaste en el fútbol francés, es muy fuerte. Incluso estando en Argentina mantengo el contacto, me invitan a la Embajada Francesa y los recuerdos de aquella victoria son permanentes.
Camoranesi: Yo estoy muy vinculado desde lo afectivo, mucho, mucho... Si bien estoy lejos ahora, los recuerdo están latentes y cada vez que veo jugar a la camiseta italiana, añoro aquellos momentos en los que fui parte. Es muy diferente de triunfar en un club. Esos recuerdos me llevan a un momento importante de la vida que por ahí no vuelven más. Me emociona bastante.

ESPN: De cara al mundial, ¿cómo ven a la Selección Argentina, y, claro, a Italia y Francia?
Camoranesi: Las dos están bien, cada una con sus características. Se clasificaron sin problemas y cuentan con buen material. Y además, en los casos de Argentina, de Italia y de otros grandes, no importan tanto el nivel con el que lleguen, porque la camiseta pesa. Siempre son favoritos y eso hay que tenerlo en cuenta.
Trezeguet: Francia sufrió en la clasificación, pero la veo bien. Es un equipo joven, con individualidades importantes como Ribéry, Benzema, Pogba; es un grupo interesante, en pleno crecimiento. Pero si vamos al objetivo, es el mismo que tienen Argentina y otras naciones grandes: ganar el Mundial. La historia se lo pide, y a pesar del recambio generacional, tiene un entrenador con experiencia (Didier Deschamps) y pueden hacer un buen papel. Y Argentina, considerando que tiene al mejor jugador del mundo, genera muchas expectativas y el grupo está bien.

ESPN: ¿Cuánto pesan en el corazón las dos camisetas?
Trezeguet: La de Argentina es toda mi infancia, toda mi adolescencia; y Francia es el país que me adoptó y tengo un gran respeto. Siempre entendieron cuál era mi posición, dónde estaban mis raíces y ellos lo respetaron. Tengo una comunión muy fuerte con Francia.
Gol de Camoranesi, Trezeguet
lo celebra con él.

ESPN: Cuenten cómo se conocieron.
Trezeguet: Yo estaba en Juventus y él llegó desde Verona en 2002. Se formó una relación muy buena que derivó en una amistad muy fuerte. Como argentinos tenemos un gusto similar, nos gusta el buen fútbol; tuvimos la posibilidad de jugar en equipos competitivos y eso nos dejó una óptica parecida.
Camoranesi: Cuando llegué a Turín, David me dio una mano grande. Pronto nos hicimos amigos. Cuando él estaba en River, nos veíamos más seguido, porque incluso vivíamos más cerca y aprovechábamos para juntarnos a comer. A la vuelta del Mundial, o allá en Brasil, nos encontraremos de nuevo.
Gol de Trezeguet, Camoranesi
lo celebra con él.

ESPN: ¿ Se van a juntar para ver el Mundial?
Trezeguet: Estamos viendo. Los dos tenemos chances de colaborar con algunos medios, aportando nuestra opinión, así que veremos...
Camoranesi: Sí, está esa chance, mucho no puedo contar, je, je...

ESPN: ¿ Cuáles son los planes?
Trezeguet: Me gustaría estar en contacto con los medios. Como televidente me gustan los programas que hablan del fútbol, del juego, con opiniones calificadas, sin meterse en todo lo colateral.  Y creo que luego del fútbol iría para ese lado, es muy interesante. Me gustaría dar una opinión abierta, debatir con respeto.
Camoranesi: Yo voy a ser entrenador. Me vengo preparando desde hace mucho tiempo y hace seis meses tomé la decisión. Si Dios quiere, después del Mundial empezaré a trabajar ya con un equipo. Hay algunas posibilidades para arrancar, tanto acá como en México e Italia tengo las puertas abiertas. Hay que esperar y encontrar el lugar justo para comenzar esta nueva etapa.

El defensor central Jorge Trezeguet pasó por varios clubes del ascenso argentino y también tuvo un paso en Primera con los colores de Chacarita Juniors. En 1975 surgió la oportunidad de jugar en el Rouen, de Francia, y se emprendió el viaje hacia esas tierras. Allí, en la Normandía, nació David dos años después. Pero cuando el pequeño tenía tres años, la familia retornó al país y las calles de Villa Martelli fueron testigos de sus primeros gritos de gol, esos mismos que luego repitió en lugares tan clamorosos como Montecarlo o Turín.
Una historia similar comenzó en Villa Laza, el barrio de Tandil, en el corazón de la provincia de Buenos Aires, donde nació Mauro. Su ascenso en el fútbol fue gradual, desde los torneos regionales con la casaca de Aldosivi hasta la cima del mundo como integrante de la Italia campeona. Dos carreras, dos historias, dos amigos que empezaron de abajo y conquistaron el oro en tierras lejanas. Y una amistad que continúa creciendo en suelo argentino.

domingo, 22 de enero de 2017

Los debutantes de la Copa Libertadores 2017

Con el número de participantes elevado a 47, se amplió la posibilidad de que nuevos equipos se sumen a la historia de la Copa Libertadores de América. Para esta edición son seis, de cinco países, los que escribirán sus nombres en las páginas del torneo de clubes más importante del continente.

ATLÉTICO TUCUMÁN
Argentina

Clasificó por el quinto puesto de la tabla general del torneo argentino 2016. Fue fundado en 1902 en San Miguel de Tucumán, por lo que se considera Decano del fútbol "del interior" argentino, en una época en la que proliferaban clubes sobre todo en Buenos Aires y sus alrededores. Además, fue el primer equipo del país en usar camiseta a rayas celestes y blancas.
Su estadio es el Estadio Monumental José Fierro, estadio con capacidad para 35.200 espectadores. Siempre contó con una inmensa popularidad en toda la provincia de Tucumán y en noroeste argentino; es una legendaria institución con 114 años de historia.


CARABOBO FC
Venezuela

Logró la clasificación el 5 de noviembre de 2016 al quedarse con el primer puesto de la tabla acumulada de la temporada 2016. Carabobo FC fue fundado el 26 de febrero de 1997, es uno de los clubes de la ciudad de Valencia y juega como local en el estadio Polideportivo Misael Delgado con capacidad para 10.400 espectadores.
El Granate, como lo apodan, hereda la tradición futbolística del desaparecido Valencia FC, que a principios de los 70s llegó a participar en tres Copas Libertadores. Aunque en 2004, 2006, 2007 y 2015 tuvo experiencias internacionales con la Copa Sudamericana, la mejor actuación de su historia le dio la última temporada su pasaje por primera vez al máximo torneo continental.


CHAPECOENSE
Brasil

La tragedia que enlutó al mundo del fútbol tuvo como protagonista a este equipo de Chapecó, Santa Catarina, que llega a la Copa Libertadores por ser nombrado campeón de la Copa Sudamericana 2016 con el aval del Atlético Nacional de Medellín, club que en un gesto inolvidable había solicitado a la Conmebol se le entregara  el título al equipo de Brasil.
El Furacão do Oeste, fundado el 10 de mayo de 1973, juega en su estadio Arena Condá, con lugar para 22.600 espectadores.
Tras décadas en los campeonatos regionales de Santa Catarina, en 2009 consiguió el ascenso a Serie C del campeonato brasileño. Entre 2013 y 2014 logró dos ascensos consecutivos y llegó a la élite.


DEPORTIVO CAPIATÁ
Paraguay

Culminó en la cuarta ubicación de la tabla general del campeonato paraguayo 2016. El capitaleño es una institución joven, nacida el 4 de septiembre de 2008. Tiene su estadio Lic. Erico Galeano Segovia, que puede albergar a 15 mil espectadores.
El humilde club ya ha marcado hitos importantes, como clasificar a una copa internacional en su primera temporada en la División de Honor de Paraguay. En la Copa Sudamericana 2014 dio el golpe al vencer a Boca Juniors en su propia Bombonera. Con solo cuatro años en la élite, el equipo más modesto de la Libertadores no tiene nada que perder y apuesta a ser la sorpresa.


SPORT BOYS WARNES
Bolivia

El 20 de diciembre de 2015 fue el primer clasificado a la Copa Libertadores 2017 al consagrarse campeón del torneo Apertura 2015/16 del fútbol boliviano. Apodado el Toro Warneño, es un club de fútbol fundado el 15 de agosto de 1954 y refundado el 23 de agosto de 2001, con sede en Warnes, localidad ubicada a unos 30 km al norte de Santa Cruz de la Sierra. Su estadio llamado Samuel Vaca Jiménez tiene capacidad para 9.000 espectadores.
Su historia es reciente: alcanzó la máxima división del fútbol boliviano en 2013. Con la conquista del Apertura 2015/16 llegó su primer y único título. Luego, la contratación del entrenador vasco Xabier Azkargorta -ya todo un prócer del fútbol boliviano- sumó empuje de cara a su debut en la Copa Libertadores.


ZULIA FC
Venezuela

El 30 de noviembre de 2016 será un día para el recuerdo de los aficionados del Zulia FC ya que accedió por vez primera a la Copa Libertadores de América, como finalista del torneo de Primera División, en el que luego se coronó campeón. Los Petroleros  fueron fundados el 30 de junio de 2005 y tienen su sede en la ciudad de Maracaibo. Ejerce la localía en el magnífico José Encarnación Romero, estadio con capacidad para 45 mil espectadores.
Un debut lleno de expectativas para esta escuadra, que encaró una seria pretemporada en Argentina y sumó a un nombre histórico del fútbol vinotinto: Juan Arango. El maestro de los tiros libres se incorpora al Zulia FC a los 36 años para jugar su primera Copa Libertadores, con la misma emoción que todos sus aficionados.

martes, 17 de enero de 2017

Argentina '78 - El revés de un triunfo

Veinticinco años después de su victoria en la Copa del Mundo, César Luis Menotti y sus jugadores vuelven sobre este episodio ambiguo de la historia de la Argentina, comandada entonces por la junta militar del general Videla.

Versión en español del artículo publicado en la revista France Football, en julio de 2003.
Por PABLO ARO GERALDES


Afuera habían quedado Carlos Bianchi y Osvaldo Piazza. También nombres como Rubén Ayala, Enrique Wolff, Carlos Babington o Ricardo Bochini, enormes talentos del fútbol argentino. Y en el camino quedó el sueño de un chico de 17 años que muy pronto iba a tener el mundo a sus pies: Diego Maradona. Es que cuando el almanaque dejó caer la última página de 1977, César Luis Menotti se encontró con un extraño “problema”: tenía talento de sobra.

Pero para llegar al montaje de aquel equipo campeón necesitó cuatro años de trabajo artesanal, moldeando esa materia prima de calidad que supone el jugador argentino.
Tras un nuevo fracaso en Alemania 74 y con el 78 en la mira, la Asociación del Fútbol Argentino (AFA) le confirió a Menotti el mando de la selección nacional. La consigna era clara: con el mundial en casa, no había espacio para un papelón. Las desprolijidades del pasado no debían repetirse: equipos armados de apuro, entrenadores sin respaldo de los dirigentes, clubes que negaban sus jugadores y estrellas que escapaban de la selección. “La gente estaba aburrida de ver cómo se juntaban jugadores a último momento y se iba a un mundial a perder, sin hacer nada destacable”, recuerda Menotti. “La selección no había mostrado en los mundiales el nivel real del futbolista argentino. A partir del 78 marcamos un camino que convenció a los dirigentes y los hinchas. Hoy ningún club le negaría un jugador a la selección”, explica.


-La Argentina es una constante cantera de exportación, ¿cómo compensó el talento que se marchaba a Europa?
-Se habían ido Bianchi, Ayala... no tenía jugadores en el país. Entonces empezamos a buscar nuevos nombres en el fútbol de las provincias y rescatar la identificación con la gente; no solamente en Buenos Aires como fue históricamente. Eso fortificó el vínculo.


El fútbol argentino se nutrió siempre de jugadores bonaerenses, de Córdoba, Santa Fe y las provincias que las rodean. Otras están marginadas del mapa futbolístico. No tienen ligas competitivas de buen nivel, pero su suelo también es fértil, sólo hacía falta cosechar sus frutos. Menotti armó selecciones provinciales de los que surgieron Ardiles, Villa, Galván y Oviedo, entre otros.


-¿Cómo definió la lista de 22 teniendo abundancia de buenos futbolistas?
-Hubo partidos muy importantes ante Francia, Inglaterra, Brasil, Alemania, Yugoslavia, Uruguay... Me dieron la posibilidad de medir los jugadores pensando en el Mundial. Quería armar un equipo y trabajar toda la semana y no esperar a que bajen de un avión directamente para competir. Esto lo podía hacer Holanda, ya que los jugadores están a dos horas de vuelo para reunirlos y hacía 5 años que se conocían. Yo tuve que dejar afuera a grandes jugadores que estaban en Europa. Preferí tener a mis jugadores en el país porque, a excepción de Kempes que era un fuera de serie, no había grandes diferencias.


-¿Cuál era la idea futbolística?
-Cada país tiene su identidad y ella marca un estilo. El fútbol es la búsqueda de la eficacia y uno tiene que preguntarse ¿desde qué lugar voy a ser eficaz? Si tengo que plantear un partido ante Holanda o Alemania, ¿podemos imponer nuestra fuerza? No. ¿Nuestra velocidad? Tampoco. ¿De qué manera puedo armar un equipo eficaz? Defendiendo nuestra identidad. El argentino es un fútbol que se exige permanentemente tener la cabeza abierta para ser visitada por la inspiración. Si no, no somos competitivos. Eso nos pasó el año pasado en Japón: impusimos vértigo y velocidad pero no había espacio para la inspiración.


-Kempes, Ardiles, Luque, Houseman eran jugadores a los que la inspiración los visitaba muy seguido. ¿Cómo se logró el equilibrio en un equipo en el que prevalecía la habilidad a la fuerza?
-Un equipo es una idea; después el convencimiento del jugador, creer que con esa idea se puede triunfar. Y luego el compromiso para defenderla. Y mi idea era respetar la identidad del fútbol argentino: no jugamos igual que un uruguayo, aunque estamos a 60 kilómetros. Ni como un brasileño o un paraguayo. Por lo tanto, modificar la identidad y pretender hacer un jugador alemán de un argentino, terminamos que nunca va a ser alemán, pero tampoco va a ser argentino. Va a hacer cosas que no sabe. Es como pedirle a un alemán que juegue como un brasileño. Pero hay futbolistas que a través de su identidad rompen las fronteras, como Zidane, que podría haber nacido en cualquier barrio de Buenos Aires. Lo mismo que Passarella podría haber nacido en Alemania.

DE ESPALDA AL PALCO OFICIAL
El 24 de marzo de 1976 los militares arrebataron el poder a la presidenta María Estela Martínez, la viuda de Perón. Ese día la selección estaba de gira en Polonia y la noticia del golpe causó impacto. “Al volver presenté mi renuncia –cuenta Menotti– pero los militares no quisieron echarlo ni a Cantilo (NDLR: presidente de la AFA) ni a mí, porque tenían miedo. Se jugaban mucho con el mundial y no sabían cómo manejar el fútbol, porque eso no se arregla con armas. Se lo dejaron a los clubes, que eran quienes sabían organizar la Copa. Ellos me apoyaron”.


El Mundial 1978 se acercaba y 25 millones de argentinos esperaban mostrar al mundo que ese fútbol proveedor de habilidad a los rincones más remotos del planeta, podía confirmar su prestigio quedándose con el trofeo mayor.


Pero al mismo tiempo, un puñado de militares diseñaba su estrategia propagandística. En Europa (principalmente en Holanda y Francia) denunciaban las violaciones a los derechos humanos y hasta llegaban a proponer un “boicot a la Copa del mundo entre campos de concentración”.


Mientras miles de argentinos sufrían torturas, desapariciones y muertes, la inmensa mayoría esperaba con ansiedad la que la dictadura llamaba “la fiesta de todos”. ¿Negaban la realidad? No, porque los medios de comunicación locales, mitad por censura y mitad por complicidad con los genocidas, pintaban una realidad ficticia. El discurso oficial hablaba de una “campaña anti-Argentina” organizada por el comunismo. Y los militares conocían la ideología de izquierda que defendía Menotti.


-¿Recibió presiones militares por su pensamiento?
-Cantilo contó que muchas veces me quisieron echar pero él no lo aceptó, porque había asumido un compromiso. A mi me había designado el gobierno peronista, no la dictadura.


-Veinticinco años después se sigue vinculando al Mundial con la dictadura, ¿le molesta?
-No, lo que sí me molesta es que los medios de comunicación cómplices de la dictadura la saquen de contexto para relacionarla con el fútbol. El Mundial no lo hice yo ni los jugadores, remarcar eso es una actitud cobarde. Si queremos hablar de política, primero tenemos que ver por qué aparecen los golpes de estado, a quién representan: no lo hacen cuatro militares locos que toman un fusil. Un golpe necesita muchas complicidades, las que primero usan al neoliberalismo de derecha; cuando éste se agota recurre a los militares, y después se infiltra en la democracia... Es muy bueno tener memoria, si queremos debatir analicemos por qué Argentina tuvo a Aramburu (dictadura 1955/58), por qué Onganía (dictadura 1966/70), por qué Videla y los que lo siguieron (dictadura 1976/83) y por qué Menem (presidente democrático 1989/99, de signo neoliberal). 

Tiempo de descuento y la pelota que
pega en el palo. Era la victoria holandesa.
Relacionar el Mundial 78 con la dictadura es una postura cómoda, porque si en el último minuto la pelota de Rensenbrink entraba, ¿qué iban a decir? Es minimizar las luchas de los pueblos, como cuando se discute de Cuba: vamos a tener puntos de coincidencia y otros no, pero sacar del contexto una discusión de ideas porque fusilaron a tres, es como decir que el general San Martín (héroe de la independencia argentina) era un tirano porque tuvo que matar a muchos españoles. Los análisis cayeron en la facilidad de recordar a la dictadura a través de la Copa del Mundo. A mi no me hace falta el mundial para recordar la dictadura. La recuerdo porque a mis amigos los torturaban por pensar distinto, los encarcelaban y combatían a la izquierda de una manera criminal...

El análisis de Menotti es compartido por la mayoría de los campeones del 78. Ricardo Villa reflexiona: “Sí, la dictadura nos usó para su propaganda, pero los jugadores no fuimos cómplices de ese juego político porque vivíamos engañados”. El arquero Ubaldo Fillol también desconocía la realidad: “Sólo sabíamos lo que decían los diarios argentinos. Pero ninguno de los jugadores torturó ni mató; al contrario, le dimos una alegría al pueblo”.

Leopoldo Luque, autor del segundo gol ante Francia, confiesa que sufrió mucho por la vinculación de esa selección a la dictadura: “Cuando hacía un gol, el pase me lo daba Bertoni o Kempes, no Videla”, destaca. Y Houseman es terminante: “No sabía qué pasaba en el país. Hoy que lo sé, me da asco. Le di la mano a Videla; ahora preferiría cortármela”.
Otro tema recurrente es el 6-0 ante Perú que llevó a la Argentina a la final. Se habló de un arreglo entre dictaduras, pero todos lo desmintieron. Cuando Villa, en el final de su carrera, jugó en el Fort Lauderdale de Estados Unidos y fue compañero de Teófilo Cubillas, el astro peruano le juró que “en ese match no hubo nada raro”.

Meses antes del Mundial le habíamos hecho tres goles en Lima”, recuerda Menotti y explica: “Argentina manejó la pelota a su antojo, al punto que el entrenador casi pierde el puesto. Después le ganamos en Buenos Aires. Perú llegaba a ese partido muy castigado físicamente, destrozado: había jugadores como Manso o Velásquez que no podían moverse. Aguantaron 15 minutos, pero a los 20 había una diferencia enorme. Y las 60.000 personas intimidaban. Nos propusimos hacer dos goles en el primer tiempo: si se daban, el complemento sería favorable para hacer otros dos más. No era imposible, para nada...”.


-Menotti, ¿para quién jugaba esa selección? ¿Para los militares o para el pueblo?
-Esa era la consigna: entremos a la cancha de espaldas al palco y miremos dónde está nuestra gente: ahí, en la tribuna, está papá, los amigos, los vecinos y todas aquellas personas que sienten el fútbol. Pensando en ellos teníamos que mantener la dignidad de nuestro juego. No podíamos traicionarnos, tirar la pelota afuera... El equipo no abusó de su condición de local, partiendo de un profundo respeto hacia el espectáculo.


"EL TÍTULO NO TIENE DEMASIADA IMPORTANCIA"
A veces las vivencias son tan fuertes que se fijan permanentemente en la memoria. Pero otras, la intensidad de los momentos vividos nunca puede ser igualada por el recuerdo.


-¿Cuáles son las imágenes del Mundial que le vuelven a la mente?
-No tengo un archivo emocional. Disfruto el fútbol partido a partido. Sí recuerdo los momentos, pero dentro de la cancha no se disfruta como lo hace el hincha. Uno se pierde la euforia de la gente, la alegría, de eso se da cuenta con el tiempo.


-¿El Mundial marcó su vida?
-Para mí, el título no tiene demasiada importancia, es un partido que se gana. Sí la tiene el match con Holanda.


-¿Era su equipo modelo?
-Sí, había revolucionado el fútbol. Por suerte le faltaba Cruyff. Fue uno de los grandes equipos de la historia, con Rensenbrink, Neeskens, Krol... Se lo recuerda más que a Alemania campeón.


Cuando el reloj marcaba el último minuto de la final, el alma de 25 millones de argentinos se detuvo por un instante tan efímero como eterno: el derechazo de Rensenbrink pegaba en el poste derecho de Fillol. Era el 2-1 para Holanda, el fin del sueño. Pero no.


-¿Qué les dijo a los jugadores antes del tiempo suplementario?
-Estaban muy nerviosos, se gritaban entre ellos porque el empate había llegado a 8 minutos del final por error nuestro. Les pedí silencio y que miraran a los holandeses, que estaban en el suelo mientras les hacían masajes. Les dije: “Vamos que ellos están muertos; hay que salir de atrás, apretar la marca arriba, tengamos la pelota haciendo el off-side. Los vamos a pisar, no pueden levantar las piernas”. Corregimos un par de cosas, pero el equipo estaba muy bien físicamente, con una gran entereza y su técnica depurada. Desde ese punto se podía evitar la presión y la dinámica de recuperación que tenía Holanda. No podía presionar contra nosotros, porque venían tres a encerrar a Galván y él salía gambeteando.


-En el momento del silbato final, ¿no deseó sumarse al delirio de la gente?
-Una vez le había dicho a mis colaboradores: ¡Qué lindo sería vivir este mundial como la gente, festejando en las calles!, no encerrado en la concentración. “Si somos campeones del mundo, damos la vuelta en el Obelisco” (el principal monumento de Buenos Aires) nos prometimos. Y al terminar el match recibimos la Copa, le pedí al equipier una camiseta, una gorra, me puse un echarpe y salí en una camioneta hacia allí. Dí la vuelta cantando entre la multitud y nadie sospechaba nada, hasta que uno joven me mira y me grita: “¡Menotti!”. “No, pibe”, le digo y él insistía. Cuando dio el segundo grito yo ya estaba corriendo nuevamente hacia la camioneta. Y volví para la hora de la cena, a la ceremonia de la entrega de medallas.


-Maradona contó cuando volvía de México con la copa en sus brazos, que lo invadió una extraña sensación de tristeza. “Era más lindo soñarla que tenerla”, pensó en un instante, antes de sumarse nuevamente a la alegría colectiva. ¿Les pasó algo parecido?
-Siiiiiii, cuando volvimos al vestuario, exhaustos después de 120 minutos de un combate durísimo, nadie hablaba, estaban todos con la cabeza gacha como si hubiésemos perdido. Les pregunto ¿qué pasa? Y Olguín me miró y me dijo “¿Y ahora qué?”. Y ahora volver a vivir, a hacer lo que hicimos siempre, con la satisfacción del objetivo cumplido. A seguir jugando al fútbol, que es lo que nos gusta.


Más allá de las polémicas y los recuerdos de los años manchados de sangre, los argentinos hoy valoran el título de 1978 por un equipo que ganó respetando un histórico estilo. En medio del horror, el fútbol fue, como suele definirlo Menotti, “una excusa para ser felices”.