Artículo publicado en ESPN Magazine, en diciembre de 2015
Por PABLO ARO GERALDES
MANO A MANO
Basta
mirar atrás apenas tres o cuatro años para comprender que la
resurrección futbolística de River Plate fue total. Hay méritos
múltiples, pero el puntal de todo fue la mentalidad ganadora que
supo forjar Marcelo Gallardo. Desde su llegada River recuperó el
sitial de privilegio en el fútbol sudamericano y desplegó un juego
tan contundente que está a punto de viajar a Japón para disputar
nada menos que el título mundial de clubes.
La Copa
Sudamericana y la Copa Libertadores fueron ganadas con categoría y
con ese plus inolvidable para el hincha que significa haber eliminado
a Boca Juniors en ambas ocasiones.
NO FUE MAGIA
No hay
recetas mágicas en el manejo de Gallardo. Se basó en el trabajo del
día a día, sin improvisaciones: “No puedo hacerlo sobre la
marcha, no puedo hacerlo en un partido. Alguna vez puede salir bien,
pero si improvisás todo el tiempo es muy difícil. Entonces yo me
sostengo en el trabajo diario, de una planificación, de un semestre
en el cual trabajo permanentemente con el futbolista y preparo
jugadores para determinados momentos. En definitiva, sobre ese
trabajo me voy a sostener”.
A lo largo
de este 2015 River sufrió bajas que podían mermar su rendimiento pero fueron sabiamente suplidas por el técnico. Cuando se lesionó Matías Kranevitter reapareció Leonardo Ponzio, cuando decayó el rendimiento de Éder Álvarez Balanta, tomó una enorme dimensión Ramiro Funes Mori, cuando necesitó cubrir el lateral derecho ante la ausencia de Gabriel Mercado, el uruguayo Camilo Mayada lo hizo con solvencia. Estas variantes romperían el equipo sin un entrenador seguro de sus convicciones.
MANO A MANO
Del River
que clasificó último entre los 16 de la Libertadores, al que se
volvió imparable... Al igual que en la Sudamericana, ganó todas las
eliminaciones directas.
“Cuando
te acostumbrás a pasar partidos decisivos vas compenetrándote con una mentalidad ganadora, ganás confianza. Nos nutrimos de esas llaves, terminan siendo fundamentales en la estructura mental de cualquier equipo”, contó Gallardo luego de la consagración.
Después del episodio del gas pimienta y la suspensión del clásico en La Bombonera el equipo se volvió imparable. Teo Gutiérrez dio cátedra ante el Cruzeiro, pero el colombiano (una vez más) prefirió el dinero a la gloria y se marchó. De nuevo apareció la sabiduría del DT: insistió por el uruguayo Tabaré Viudez y en poco tiempo brilló en la semifinal ante Guaraní en Paraguay. Sorprendió con el joven delantero Lucas Alario y fue fundamental en el tramo definitorio de la Copa. “Entendimos cómo jugar finales y pudimos afrontar un año en el que tuvimos muchas, en las que casi siempre salimos victoriosos. Eso se debe a un gran potencial no solamente futbolístico, sino también de la cabeza, que es clave”, resume el Muñeco.
LO QUE VIENE
El River
de Gallardo fue sufriendo mutaciones. Si los regresos de Aimar y Saviola sonaron a decepción, los uruguayos Carlos Sánchez y Rodrigo Mora elevaron su nivel. Si se marcharon Teo y Cavenaghi, llegaron Alario y Lucho González.
La figura
de Marcelo Barovero en el arco fue vital y ahora tiene delante una línea defensiva con Mercado, Jonathan Maidana y Emanuel Mammana que se completa con Milton Casco. Tiene alternativas en el medio, con Gonzalo Piti Martínez y Nicolás Bertolo. Si arriba no está Leonardo Pisculichi aparece Sebastián Driussi.
El horizonte puesto en Osaka y Yokohama. No importa que asome el nombre del Barcelona, el River de Gallardo irá a jugar de igual a igual.
Lo
esperan en Japón
En el
comienzo del Mundial de Clubes, el 10 de diciembre el Auckland City
(Nueva Zelanda) enfrentará al campeón japonés Sanfrecce Hiroshima. El ganador de ese partido enfrentará al Tout Puissant Mazembe (República Democrática del Congo). De allí saldrá el rival de River Plate en semifinales.
En la otra llave, el Barcelona espera por el ganador entre el América de México y el Guangzhou Evergrande (China).
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