Entrevista publicada en la revista El Gráfico, en enero de 2000.
En Mónaco todo parece funcionar a la perfección. Una exclusiva y saludable perfección. Salvo las ruletas del casino de Montecarlo, nada queda librado al azar en el principado. Pero cuando dos sábados por mes una 15.000 personas ocupan las plateas del estadio Louis II para ver al Mónaco, aguardan lo inesperado: una gambeta, una pegada estupenda, la jugada que desconcierta y atrapa.
Y saben que más allá del talento colectivo de un equipo que se escapa solo en búsqueda de su séptimo título de liga, esa chispa de sorpresa la puede encender Marcelo Daniel Gallardo. El mismo Muñeco que hoy tiene 24 años y que brilló en River Platees el que actualmente está considerado como el mejor jugador del campeonato francés. Así lo interpreta el público y el periodismo que lo elogian en cada partido.
Mientas las publicaciones France Football y L'Equipe lo eligieron "mejor jugador de la primera rueda", la revista Onze entiende que es el más digno heredero de Maradona y también lo comparó con Michel Platini y Zinedine Zidane, los más grandes número 10 de la historia del fútbol galo.
–Sinceramente, por un lado me halaga que la prensa reconozca de esta manera lo que estoy haciendo -comenta Gallardo-; pero también sé que las comparaciones son difíciles, porque nombran a grandes monstruos. Una buena crítica siempre es favorable, pero la tomo con cuidado.
–¿Y la adaptación? ¿Al final es un verso de quienes empiezan mal?
–Uno viene con muchas expectativas a un medio desconocido. Las cosas me salieron bien de entrada y no tuve muchos problemas de presiones. Llegar y encajar enseguida en el grupo me dio una seguridad bárbara. Es una cuestión de confianza. Todos me dijeron que para un extranjero no es fácil conseguir semejante reconocimiento del público y el periodismo en la primera temporada.
–¿El campeonato francés es de segundo orden en Europa?
–Por ahí el francés es menos apasionado que el argentino, el español, el italiano o inglés, pero su fútbol ha crecido mucho en estos años. Y más aún después del Mundial que organizaron y ganaron. Eso le dio un impulso muy fuerte al campeonato. Quizás es verdad que el fútbol no se vive con la misma pasión que en la Argentina, pero respeto el club y el país al que vine a jugar.
–¿Por que a pesar de recibir varias ofertas elegiste Francia?
–Mónaco se presentó en el momento justo. River ya había decidido venderme. Los dirigentes estuvieron de acuerdo y pensé que ésta era la oportunidad de venir a Europa y no podía dejarla pasar. Además llegué a Francia sin conocer del país ni del fútbol. Y mi objetivo era crecer.
Crecimiento. Esa es la palabra que define el paso de Gallardo por el Principado de Mónaco. Él se siente un jugador más completo y el equipo lo respalda: en 22 fechas marcha con 10 puntos de ventaja sobre Paris Saint-Germain, Auxerre y Lyon. También está en octavos de final de la Copa UEFA.
Aprovechando que el sábado 22 de enero no hubo fecha por el campeonato, porque se jugaban partidos por la Copa de Francia, el Muñeco paró unos diez días para recuperarse de una inflamación en el pubis.
–¿Qué tipo de fútbol quieren los hinchas?
–Los pocos que van a ver al Mónaco, porque el estadio nuestro nunca está lleno, son de un gusto muy especial. Muy parecido al que tuvo River en toda su historia. Y ellos piden buen fútbol. Por suerte yo me encontré con un buen equipo, en el que la prioridad es salir a buscar los partidos de entrada, sin especular. Por lo general en Europa cuando se juega de visitante todos los equipos se tiran atrás y esperan para salir de contraataque. Pero el Mónaco no. Nos movemos igual adentro o afuera.
–¿Cómo se paran tácticamente?
–Con dos volantes de contención: Da Costa y Lamouchi. Y dos de creación: Giuly y yo, aunque mi posición cambió un poco. Tengo libertad para moverme pero cuando no tenemos la pelota debo volver al sector izquierdo, por lo menos para achicar espacios. En Francia es difícil ver a un enganche. Yo soy más bien un carrilero por izquierda. Arriba están Trezeguet y Marco Simone, que ya metieron 28 goles en el campeonato. Además tenemos la defensa menos vencida.
–¿Los diez como vos son una especie en extinción?
–En esta época los sistemas parecen estar por encima de las individualidades y muchas veces se desaprovecha el talento. Ahí es donde desaparecen esos jugadores clásicos. El fútbol europeo es más físico y más táctico que el argentino.
–¿Qué jugadores de tus características te gustan?
–De los argentinos, Riquelme y Aimar. Juan Román es un típico enganche y Pablo me encanta, aunque es más media punta. De los extranjeros, Rivaldo, el jugador más completo del mundo: tiene pegada, gambeta, cabezazo, es goleador, tiene todo. Otro que la rompe es Zidane.
Limusinas interminables, casinos y yates. Jet set, champagne, glamour y el poder del dinero. Es una breve postal de Mónaco. Un mundo de sueños en el que es fácil olvidar los orígenes humildes, la barriada trabajadora, los amigos de siempre. Pero Gallardo no se deja encandilar por las luces de los hoteles lujosos y el trato con el príncipe Alberto.
–Vengo de un país en el que nos acostumbramos a la desprolijidad, la desorganización. Acá todo funciona diez puntos y quejarte por algo es imposible. Todo parece una fantasía. La vida en Mónaco es un poco la irrealidad. No pasa nada que no esté previsto. Por un lado lo disfruto mucho, pero no me olvido las cosas que nos pasan en la Argentina, como por ejemplo la inseguridad y otros problemas que aquí no existen. Estoy con Alejandra, mi esposa, y mi hijo Nahuel. Y mientras vivamos en Mónaco vamos a aprovechar todas las ventajas que tenemos.
–Pero como jugador, ¿qué vida hacés?
–Es que pasé de un extremo a otro. De crecer en un equipo tan grande como River donde el calor de la gente se siente también en la calle, llegué a Montecarlo donde es todo lo contrario. Puedo salir a caminar con una tranquilidad imposible de imaginar en Buenos Aires. Nadie me molesta. Me reconocen, pero voy por la calle como si nada. No me persiguen por un autógrafo o una foto. Y cuando se acercan, sobre todo los chicos, lo hacen con un respeto increíble.
–¿Qué extrañás?
–Muchas cosas, principalmente a mis afectos. Y la pasión por el fútbol, porque en Mónaco lo toman como un espectáculo más. Digo en Mónaco y no en Francia, porque en el resto del país son más calientes con el fútbol. Pero tengo Internet en mi casa y estoy mucho tiempo en contacto con la Argentina, leo los diarios, las noticias, todo. Y me traje el juego de mate completo. Las costumbres siguen siendo las mismas; sólo cambia el entorno. En un principio la ayuda de David Trezeguet me facilitó la adaptación y ahora estoy con un profesor de francés, porque el año pasado me comunicaba de puro guapo. Leo y entiendo cuando me hablan; lo complicado es pronunciar.
Monaco a 100 por hora. |
–¿Conociste al príncipe Alberto?
–Sí, aunque no en forma particular. El está en todos los partidos que jugamos de local. Es un viejo seguidor del fútbol. Pero ojo, le gusta que lo traten como a uno más. Hasta parece sencillo en el trato. Por ahora está todo bien porque el equipo responde. Lo que espero es no tener que verlo algún día pateando la puerta del vestuario.–¿Hablás con los argentinos que juegan en Francia o te mantenés distante?
–Al Toto Berizzo lo tenía cerca en Marsella, pero no tuvimos tiempo de vernos. En la cancha me crucé con Bustos, Zavagno, Fabbri.. Pero no nos visitamos. En cambio con los muchachos de River sigo hablando.
–¿Estabas al tanto que del equipo tricampeón no quedó nadie?
–Sí, ya me di cuenta. Lo charlaba hace unos días con Leo Astrada cuando él se estaba por ir a Brasil. Tenemos una relación muy buena y nos fijábamos en ese detalle. Es extraño, porque fue una etapa brillante para el club, para los hinchas, para nosotros.
No puede evitar la sonrisa, entre irónica y dolida, que interrumpe el diálogo por unos segundos. Pero no quiere nombrar a Ramón Díaz ni a los dirigentes, responsables de este recambio.
–Estas cosas ocurren y las etapas pasan. Hoy River formó un equipo que con el tiempo puede armar algo parecido a ese plantel tricampeón. Acá hay un canal de cable que los martes pasa los partidos y los sigo.
–¿Sabías que Hernán Díaz pudo volver a River y el Pelado le bajó el pulgar?
–Sí, me enteré. Lo que le hicieron a Hernán fue una falta de respeto a su trayectoria, a los años que le brindó a River. Es un tipo que siempre iba al frente, el primero que ante cualquier estupidez salía a al cancha a tirar para adelante dejando de lado versiones malintencionadas. Es un ejemplo. Como compañero y como tipo se le faltó el respeto.
–¿Fue al único al que se le faltó el respeto?
–No. Lo nombro porque es una persona admirable, pero además tengo contacto con Astrada, con la Bruja Berti, con Berizzo, con Sorín y con Ortega, que está en Parma. Si algo tenemos que recordar son los momentos gloriosos de esos años, porque fueron muchas más las alegrías que las tristezas.
En Francia es “Galagdó”; ya no el Muñeco: “La traducción de Muñeco sería Poupée, pero no suena muy macho; así que prefiero lo de Galagdó”, aclara con cierto pudor. Parece un tipo feliz. La nostalgia camina por otro lado.
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