sábado, 31 de julio de 2021

Persipura Jayapura, bandera del fútbol en Papúa Occidental

Halow? Ko bagemana? Si bien el idioma oficial en Papúa Occidental es el indonesio, este es el saludo en el idioma malayo de Papúa, la lingua franca que se habla en las dos provincias más orientales de Indonesia. Con este texto abrimos la tercera temporada, y esta vez nos quedamos en Indonesia, hablando de un problema que viene desde hace más de medio siglo.

Extracto del articulo publicado en Editorial Puskás, en enero de 2021
Por SEBASTIÁN ALARCÓN y PABLO ARO GERALDES

Indonesia, con 1,9 millones de kilómetros cuadrados de superficie está compuesta por más de 17.000 islas. Ni hace falta decir que lo grande también es su población: ¡más de 270 millones de habitantes según cifras del censo del año pasado! Islas como Java, Bali, Célebes, Borneo y Sumatra acaparan la atención, pero hay muchas más que podrían pasar como un país independiente.

Con diferencias incluso dentro de una misma isla, la diversidad de Indonesia es abismal. Estamos hablando del país musulmán más poblado del mundo, pero nos olvidamos que el gobierno de Indonesia reconoce hasta seis religiones mayoritarias, más varias otras que ya existían en este archipiélago.

Otra manera de ver qué tantas diferencias hay dentro de Indonesia es la cantidad descomunal de idiomas. El oficial es el bahasa indonesio que funge como una especie de lingua franca entre los hablantes de más de 700 lenguas nacionales que pueden ser bastante similares entre sí, y eso sin contar que las viejas generaciones aún hablan neerlandés y hay un creciente interés por aprender inglés, árabe, chino, francés, japonés, coreano... El multilingüismo es una norma y no una excepción.

Con tantas diferencias a veces irreconciliables, es inevitable que ocurran movimientos separatistas que amenazan la unidad indonesia. Están como ejemplo los deseos de establecer una república independiente en Aceh, o los atentados terroristas en aras de otra república, en las Molucas del Sur. Hay una provincia más que ocupa la mitad oeste de la segunda isla más grande del mundo. Aquí hay otro movimiento que empieza a ganar más adeptos. Se trata del movimiento para liberar a Papúa.




Papúa, hartos de ser ciudadanos de segunda
Imagina una isla políticamente dividida en dos continentes. El oeste es asiático, el este pertenece a Oceanía. Eso es Papúa, una isla habitada desde hace más de 50.000 años y un territorio con una gran diversidad lingüística. Esto último fue pasado por alto por las potencias coloniales, y Papúa quedó dividida en tres zonas: los alemanes al norte, los ingleses al este y los holandeses al oeste. Para este relato solamente nos enfocaremos en el oeste. Ahí las ciudades más importantes son Jayapura, Sorong y Manokwari.

Los holandeses por fin cristalizaron su dominio allá en 1824 y las cosas más o menos transcurrieron sin pena ni gloria. Como todas las Indias Orientales Neerlandesas, Japón la ocupó en la II Guerra Mundial y después regresó a control de los Países Bajos. Poco después, Indonesia declaró su independencia y Países Bajos en cuatro años le cedió todo… excepto la parte occidental de Papúa. Los neerlandeses decían que Papúa era totalmente diferente a Indonesia tanto en el aspecto lingüístico como en etnias, y además ellos no ayudaron a la independencia indonesia; en realidad, Países Bajos quería una base naval y seguir manteniendo intactos sus pretensiones económicas en el sureste de Asia. Por su parte, Yakarta reclamaba todas las antiguas posesiones con el eslogan "Indonesia merdeka, dari Sebang sampai Merauke" (Indonesia libre, de Sebang hasta Merauke); esta última es un pequeño pueblo el cual es el punto más al este de la joven república.

"Puede verlo, abierto por todos lados".
Así manipuló Indonesia el referéndum.
Las conversaciones entre Países Bajos e Indonesia fueron infructíferas y tuvieron que llegar a las Naciones Unidas. Pasaron cerca de 10 años de estira y afloja hasta que la ONU llegó a un acuerdo en Nueva York en 1961: ambos países restaurarían sus relaciones y Países Bajos le regresaría Papúa a Indonesia, pero en siete años habría un referéndum para ver si quedaban en este país o eran independientes.

Llegó 1969. Tres años atrás, Suharto le había arrebatado el poder a Sukarno, que era un comunista ferviente y estaba cercano a la Unión Soviética y a China. Suharto simpatizaba en demasía con Washington. Este hecho será muy importante para hablar del referéndum de Papúa (en indonesio Penentuan Pendapat Rakyat, PEPERA, o Determinación de la Opinión de los Pueblos). Sorprendió que hubo un apoyo unánime de los papúes para pertenecer a Indonesia. Eso era apenas en apariencia.

Las reglas del juego eran que todos los habitantes de Papúa podían participar, pero solamente se escogieron por dedazo a cerca de mil jefes tribales, los cuales habían sido amenazados a punta de pistola que abrazaran el poder de Suharto so pena de que ellos o sus familias sufrieran daños. Estados Unidos se enteró, pero no hizo nada. Había pasado 20 años viendo que Yakarta se cambiara de bando y no iba a perder a su aliado tan fácilmente. Los aliados de una Papúa unificada (Australia, Nueva Zelanda, Países Bajos) tampoco movieron un dedo por Washington, porque internacionalmente estaba desacreditada por la intervención en Vietnam.

Fuera legal o fuera coaccionado, los papúes terminaron en Indonesia. Desaparecieron incluso de la denominación; su provincia pasó a ser Irian Jaya, o “Irian gloriosa” como premio al partido político pro-pancasila, que aboga por una Indonesia unida. Muchos papúes no quedaron conformes con esta decisión y se han estado cocinando a fuego lento en pro de una Papúa independiente. Eran movimientos de guerrilla con ideología socialista o protestas pacíficas que seguían haciendo la lucha para su autodeterminación.

Parecía que todo cambiaría con la caída de Suharto en 1998. En 2000, se le concedió más autonomía a Papúa, y en dos años se cambió el nombre de la provincia a Papúa y se dividió en Papúa y Papúa Occidental. En la práctica, esto está lejos de implementarse. Yakarta aún ejerce cierto poder centralista y no deja que observadores internacionales accedan a la región para comprobar los abusos de soldados indonesios. Impera la censura y Papúa es hasta la fecha la provincia más militarizada de Indonesia.

Los papúes son distintos a los indonesios, en su mayoría javaneses. La religión mayoritaria en Indonesia es el islam, mientras que en Papúa predomina el cristianismo. Luego, la piel de los papúes es más oscura, casi negra, lo cual es más similar con países como Islas Salomón, Vanuatu y la misma Papúa-Nueva Guinea que del resto del país. Además, los papúes insisten en usar el inglés como distinción. Por último, aunque tieneun tremendo potencial minero, turístico y económico, Papúa ocupa los últimos lugares en los estándares de desarrollo en Indonesia (con presencia de sarampión y desnutrición) y por eso jóvenes papúes se marchan a Yakarta, Surabaya o Bekasi para una mejor vida. Allí se encuentran con actitudes racistas: los llaman «monyet» (monos), «anjing» (perros), «satwa» (animales) o «babi» (cerdos).

En 2019 se cumplieron 50 años de ese PEPERA infame que sigue aún en la memoria colectiva de los papúes. Ellos llevan medio siglo soportando un trato de segunda del gobierno de Indonesia y se han cansado de racismo, violaciones a derechos humanos, coerción socioeconómica y que arriben indonesios para alterar la población. Por ello se produjeron las protestas más fuertes en los últimos años, que llegaron a Yakarta y Surabaya. Ni siquiera el gobierno las ha podido sofocar. El responsable de espolearlas es la Organización Papúa Libre (Organisasi Papua Merdeka, OPM). Estas manifestaciones violentas no tuvieron la repercusión mundial esperada. ¿La razón? Las crisis en Hong Kong, Cataluña, Chile y otros países ocuparon las primeras planas.

La única entidad internacional en la que participa Papúa Occidental es la Organización de Naciones y Pueblos No Representados (Unrepresented Nations & Peoples Organisation, UNPO), una especie de ONU alterna, con miembros como Abjasia, los kurdos iraníes, Guam, los catalanes, y Taiwán.

Los papúes tienen una bandera que los une y que el gobierno indonesio prohíbe desplegar en público. Esta es la bandera de la estrella de la mañana (en neerlandés Morgenstervlag, en indonesio Bendera Bintang Kejora). Tiene 13 franjas que representan a las tribus papúes, la banda roja es la lucha política de Papúa, la estrella de la mañana es la esperanza por un futuro brillante y los colores rojo, blanco y azul son el agradecimiento por el apoyo de los Países Bajos.



Papúa Occidental se ha valido de cualquier ventana para alzar un grito que le diga al mundo que ahí están. Y el deporte es el escenario perfecto para ese fin.

Persipura Jayapura, meca del futbol en Papúa Occidental
Ante las carencias en un aspecto de la vida, la condición natural de un hombre es compensar con la excelencia en otra. Los papúes lo saben más que nadie. Aprovechan la coyuntura de una geografía benévola y un físico portentoso, y canalizan esas condiciones nada favorables en las que nacen para sobresalir en el deporte. De aquí son la halterofilista Raema Lisa Rumbewas (dos platas y un bronce en Juegos Olímpicos) o el remista Erni Sukoy. Y aquí el futbol tiene la voz cantante.

Papúa es una especie de Brasil para el futbol indonesio: nacen en pobreza y desde que empiezan a caminar patean la pelota y para cuando llegan a los 15-18 años, hay un muy buen grupo de dónde escoger para nutrir las filas del balompié gracias a su fortaleza física, su rapidez y el trato amable a la pelota. No por nada se les llama «mutiara putih», «perlas negras». Y de nuevo se encuentran de nuevo con el obstáculo de demasiada centralización en Java; el talento se desperdicia porque la mayoría del dinero se queda en Yakarta. Los pocos que logran destacar la rompen, como Boaz Solossa, capitán durante mucho tiempo de la selección y actualmente el sexto goleador histórico.

En la liga, las cosas también muestran este patrón. Tal vez los aficionados más veteranos recuerdan el histórico subcampeonato del Perseman Manokwari en la década de los 80. Ahora los indonesios ven que el PSBS o el Persewar podrían alcanzar un lugar en la Liga 1. En años más recientes, el Persiwa también quedó en segundo y llegó a la Copa AFC, pero de ahí se metieron en una decadencia lenta y dolorosa que los llevó a desaparecer. Su brillante temporada quedó eclipsada por el protagonista de nuestra historia, el Persipura Jayapura.

El Persipura Jayapura se considera el equipo por excelencia de las dos provincias de Papúa. Esto no fue de la noche a la mañana. Hombres como Mesach Koibur y Barnabas Youwe contribuyeron a la gloria actual. Desde su infancia jugaban futbol, pero cuando viajaron a Wageningen, Países Bajos, para estudiar la licenciatura, aprovecharon para extraer todo lo que se hacía en el deporte para replicarlo en Jayapura.

Como sínodo de la Iglesia Evangélica local, Mesach Koibur pensó en varias iniciativas para servir a la gente de Papúa, en especial a jóvenes. Por ello, en 1963 nació el Persatuan Sepakbola Indonesia Jayapura, o Persipura Jayapura. Mutiara Hitam tocó a la puerta del triunfo en 1980 cuando fueron segundos de la Perserikatan, la liga indonesia en ese entonces. Después de eso, cayó a segunda división y ahí estuvo vagando seis años, hasta 1993. Desde ahí, han sido más triunfos que decepciones.

La primera liga llegó en 2005, cuando le ganó la final al todopoderoso Persija Jakarta en tiempo extra y de visitante, silenciando a los 80.000 aficionados que se habían dado cita en el estadio Gelora Bung Kano. Aquí ya jugaba Boaz Solossa, y con 19 años logró meter un gol en ese partido. Cuando el Persipura regresó a Jayapura, vieron con sorpresa que el aeropuerto de Sentani estaba lleno de aficionados ataviados de rojo y de negro y en pleno éxtasis. Por fin un equipo de Papúa lograba arrebatarle a Yakarta algo.


No son raras sus participaciones en el futbol asiático, tanto en la Copa AFC como en la Champions League. Su mejor campaña al respecto es 2014, cuando llegaron a semifinales de la Copa AFC.

En total, el Persipura Jayapura ha ganado tres ligas más. Si contamos las ligas totales desde la época amateur, es el cuarto club más ganador después del Persis Surakarta, el Persib Bandung y el Persija Jakarta. Si solamente contamos los torneos desde la reforma al futbol indonesio en 2008, es el más laureado con tres ligas. En el ránking de clubes asiáticos, el Persipura ocupa el lugar 54; es el equipo mejor colocado de Indonesia.¿A qué se debe el buen nivel del Persipura Jayapura? Ya hemos mencionado que los papúes son buenos futbolistas. También tenemos el factor geográfico. El estadio Mandala, en Jayapura, es la sede que se localiza más al este de toda la Liga 1. Jayapura se encuentra a casi 4.400 km de distancia de Yakarta, y el viaje en avión dura más de cinco horas y media; 13 equipos de los 18 que conforman el máximo circuito en Indonesia están en la isla de Java y llegan fundidos a Papúa. Por último, la afición arropa al equipo y llenan el estadio Mandala cada vez que juegan en la liga. Para ellos es más que un juego, es mostrar su identidad papú a todo el país y por 90 minutos reivindicar tantos abusos.

Para explicar cómo se viven los partidos, quién mejor que un jugador del Persipura, y qué mejor que sea latinoamericano. El brasileño Thiago Amaral llegó al fútbol indonesio en 2016, luego de jugar en Bosnia y en Omán. Se incorporó al Barito Putra, en Banjarmasin, en el sur de la isla de Borneo. Al año siguiente retornó a Brasil y su periplo siguió por Irak y el Líbano, hasta que el año pasado retornó a Indonesia para sumarse al Persipura.


Desde Jayapura, el volante creativo narró su experiencia en el fútbol indonesio y compartió su mirada sobre el pueblo de Papua: “Después de salir de Omán fui para Indonesia; la verdad es que no sabía mucho qué me iba esperar. Había investigado y visto que el fútbol era muy bueno y tenía estadios llenos. Al llegar tuve muchas sorpresas, positivas y negativas”.

-El año pasado regreseaste al fútbol indonesio pero esta vez a Jayapura, capital de Papúa Occidental, una región con contrastes culturales, sociales muy fuertes. ¿Qué notaste distinto a lo que ya conocías del país?
-Hay mucha diferencia entre Papúa y las otras islas que conforman Indonesia: la apariencia de la gente, su cultura, el estilo de vida…

-El Persipura es el club con más títulos en el fútbol profesional indonesio, para el pueblo de la regió eso significa algún motivo especial de orgullo “nacional”?
-Sí, ellos tienen un orgullo muy grande, porque en el fútbol sobresalen por sobre el resto del país, eso para ellos es sensacional, un motivo de mucho orgullo.

-¿Qué espejo futbolístico tienen, en qué fútbol se inspiran? ¿Cómo definirías el gusto futbolístico de los aficionados?
-Los papuanos siguen a los brasileños y a los grandes clubes de Europa.

-¿El movimiento independentista tiene peso en Jayapura?
-Sí, lo han intentado durante algún tiempo, y todos quieren esta independencia

-¿Son los papuanos discriminados por el resto de los indonesios?
-Sí, sufren mucho racismo y discriminación.


La selección de Papúa Occidental

Con un talento para destacar en el futbol de manera natural, muchos papúes sostienen que podrían jugar en una selección, sobre todo para sacudirse la malaria que representa el estancamiento de la selección de Indonesia. El problema es precisamente que no tienen la independencia, y por lo tanto, no hay posibilidad de unirse a la FIFA.

Ante todo esto, la ConIFA es la opción para jugar internacionalmente. Recordemos que la ConIFA es el ente del futbol que sirve como una especie de FIFA alternativa. Ahí son miembros plenos y juegan en la confederación oceánica, con Kiribati, Tuvalú, Hawái y los pueblos aborígenes de Australia.

Antes de que existiera ConIFA, estaba la NF-Board, en cuya cabeza estaba el belga Luc Misson, el abogado del futbolista que causó la inflación de precios en los jugadores, Jean-Marc Bosman. Papúa Occidental estaba en la Confederación Asiática, junto con Tamil Eelam, Kurdistán, la selección aramea, el Tíbet y sus “vecinos”, las Molucas del Sur.

En 2005, la UNPO organizó su primer torneo de futbol en La Haya. Invitó a los chechenos (Ichkeria), Camerún del Sur, a las Molucas del Sur y a Papúa Occidental. Era un torneo simple de eliminación directa. Papúa se vería las caras con Molucas del Sur. El partido fue más que disputado, y los papúes iban ganando, pero los molucanos empataron sobre la hora y terminarían imponiéndose en penales. Finalmente, Molucas del Sur sería campeón tras ganar en la final a los chechenos 3-1.

La selección en 2005.


Eso parecía un buen inicio para la selección biru putih (blanquiazul en indonesio) y por ello fue una de las seis invitadas a la Copa Mundial VIVA. Este mundial alterno sería en Occitania en noviembre de 2006. ¿Quiénes eran los otros competidores? Además del anfitrión, ahí estaba la selección sami, Mónaco (no el equipo de la Ligue 1), la selección gitana y Camerún del Sur. Finalmente, Papúa Occidental no pudo asistir a la asamblea de la NF Board y por ello no pudo entrar al mundial.

Tras eso, pasaron 11 años sin que Papúa Occidental volviera a las canchas, cuando se organizó la segunda edición de la Copa UNPO. Regresaba ahora con el DT, Simon Sapioper. Simon es un papú que tuvo que huir de su país en 1984 para no correr peligro. Durante siete años vivió en un campo de refugiados en Papúa-Nueva Guinea, hasta que logró llegar a los Países Bajos. Ante la falta de futbolistas, algunos aficionados se ofrecieron de voluntarios para completar el equipo. Jugaron muy bien y lograron treparse al tercer puesto de seis equipos.

Dos años después se afilió a la ConIFA junto con la selección de Turkestán Oriental, formada por uigures que radican en Europa. La selección melanesia se iría a Oceanía, mientras que los uigures integrarían a Asia. De todos modos, ambos equipos estaban basados en los Países Bajos. Ambas federaciones se reunieron en septiembre de 2019 en La Haya para discutir la posibilidad de trabajar juntos. La respuesta fue pactar un amistoso en el campo del Quick Den Haag. Para los uigures era un respiro después del trato inhumano del gobierno chino con los campos de concentración; para los papúes era conmemorar el 50 aniversario de ese “acuerdo” donde se vieron obligados a integrar Indonesia.
La derrota contra Turquestán Oriental.

El partido fue el 19 de octubre. El trámite fue solamente de un lado. Los papúes fueron lo bastante valientes para plantarse en el campo, pero se marcharon con una derrota 8-2; esto reflejaba el hecho de que Turkestán Oriental es una selección de uigures que se enfrenta con frecuencia en torneos de equipos europeos, mientras que Papúa llevaba casi 14 años sin acción que relatar.

Dos meses después, otro partido más, ahora con la diáspora tamil en Europa (Tamil Eelam). Mismo lugar. Papúa Occidental ahora tuvo más cohesión en su juego, despertó mejores sensaciones, aún así el marcador fue más holgado: 10-2. No olvidemos que Tamil Eelam lleva dos mundiales a cuestas.

Estas dos derrotas muestran que aún hay mucho que trabajar; sin embargo, Papúa Occidental ya ha dicho presente en el futbol internacional. La meta es participar en el mundial ConIFA que se ha postergado a 2022. Solamente el tiempo lo dirá.
El seleccionado conformado en 2019.
¿Hacia una resolución esperada?
La llegada del presidente Joko Widodo (o Jokowi) en 2014 supuso un antes y un después en la política de Indonesia. No es solamente por ser un fan declarado de Metallica ni por el intento de romper con un penoso historial de corrupción política. Jokowi ha buscado acercarse a Papúa, y hasta la fecha ha visitado la región seis veces. Para un gobierno demasiado centrado en Yakarta, esto es un avance nada despreciable.

Después de las manifestaciones de 2019, Jokowi llamó al perdón entre la población. En un acto insólito, mostró empatía hacia los agravios históricos que han sufrido los papúes en la sociedad durante años, donde se han sentido como ciudadanos de segunda. Esto contrasta con lo que dijo el ministro de seguridad, Wiranto: aunque Papúa es «el hijo dorado» de la nación, la unidad de Indonesia no es negociable.

Ante la indolencia de buena parte del gobierno indonesio, el movimiento Papúa Libre cada vez gana más voz en el concierto internacional. Tiene el apoyo de Islas Salomón, Vanuatu y Tonga, y de países más distantes como Argentina, Senegal, Italia y Polonia. Sorprende ver el abanico de diversos líderes mundiales que apoyan esta autodeterminación: desde el británico Jeremy Corbyn, socialista, hasta el neerlandés Geert Wilders, de extrema derecha, pasando por el independentista catalán Carles Puigdemont. La presión por el movimiento independentista vecino de Bougainville también aboga por una resolución pronta.

Mandala Stadium, en Jayapura

En cuanto al futbol, parece haber ciertos contratiempos. Como parte del acercamiento de Yakarta a Papúa, Jokowi estipuló que los próximos Juegos Nacionales de Indonesia serán en Jayapura el próximo año, y el estadio Mandala está siendo remodelado para este fin. Esto afecta al Persipura, que debe jugar en Manado, la capital de la provincia de Célebes Septentrional. La pérdida es menor; en Manado hay mayoría cristiana y es un punto estratégico en el desarrollo turístico de Indonesia. Por si fuera poco, aún sigue siendo el punto más al este de toda la primera división. Y mejor aún, el Persipura estará en la fase previa de la Copa AFC por terminar tercera la temporada pasada. ¿Y la selección? Empezó la preparación para llegar al mundial ConIFA en 2022.

Han pasado más de 50 años desde que Papúa busca ser libre y vivir en una situación de equidad. El futbol para ellos es su estrella de la mañana, que ondea en lo alto de una franja roja, como rojo es el atardecer en la bahía de Cenderawasih.





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