viernes, 28 de abril de 2023

Loughgall FC, el equipo más chico de Europa

La noticia recorrió Europa: en Irlanda del Norte un club de un pueblo de apenas 283 habitantes jugará en la IFA Premiership, la máxima división del país. Se trata del Loughgall FC, de la pequeña villa del mismo nombre, en el condado de Armagh, a unos 50 kilómetros al oeste de Belfast.

Este puñado de vecinos representa la población más pequeña que participará en una primera división en todo el ámbito de la UEFA: este abril el equipo logró el ascenso como campeón y volverá a la elite después de 16 temporadas.

"Estamos en una nube. Llevamos varias temporadas quedándonos a punto del ascenso y por fin pudimos lograrlo", afirmó Mark Pierson, secretario general del club, en diálogo con Primera Plana, el suplemento dominical del diario madrileño Marca. El compromiso del club por subir a la máxima categoría del fútbol norirlandés era total: ya lo habían conseguido en 2010, pero aquella vez no obtuvieron la licencia de la Federación para competir en Primera.

La suerte no los acompañaba. Hace tres temporadas iban camino al ascenso cuando la pandemia de covid-19 obligó a cancelar la liga.

El honor de llegar a ser el campeón más pequeño de Europa podría ser un sueño motivador, pero por ahora no es más que eso en la mente de sus directivos: "Queremos ser competitivos, aunque por el momento confiaremos en evitar el descenso", concluye Pierson, que se mostró muy orgulloso de las inferiores de la pequeña institución: "Tenemos 18 equipos en la cantera, con más de 300 jugadores luciendo nuestra camiseta y el camino hacia el primer equipo está bastante abierto: Luke Cartwright, Nathaniel Ferris y Lee McMenemy, quienes habitualmente están con el plantel de primera, salieron de las inferiores".

El club, fundado en 1967, juega sus partidos como local en Lakeview Park, un lindo nombre para una modesta canchita. En 1991 fue aceptado en la antigua División B de la liga norirlandesa, luego de dos décadas de competir en categorías inferiores. 
En la temporada 1996-97, el Loughgall FC redondeó una buena campaña, en la que llegó a vencer al Cliftonville en la Copa de la Liga, ganó la Copa Bob Radcliffe y alcanzó la semifinal de la Copa de Irlanda del Norte. En el lapso de cuatro años, el equipo ganaría cuatro divisiones B consecutivas, pero no conseguiría el ascenso a la primera división, ya que otros clubes más grandes, situados más abajo en la clasificación, le pasaron por alto.
Desde noviembre de 2016 el equipo es dirigido por Dean Smith, quien llegó al equipo hace seis temporadas y lo ha llevado "del penúltimo puesto al ascenso", según él se vanagloria. "La transformación del club ha sido total: cuando llegué ni siquiera había campo de entrenamiento en Loughgall", le contó a Primera Plana.
Smith, además, no ve "un problema" en representar a un pueblo tan chiquito: "El pueblo es pequeño, pero alrededor tenemos alguna ciudad importante que, además de jugadores, nos aporta un grupo de hinchas fieles que vienen a la cancha a alentarnos".

El pueblo de Loughgall
En términos demográficos, Loughgall apenas tiene rival en Europa. Hasta ahora, el asentamiento con menor población en una Primera división en la UEFA era la ciudad de Streymnes en las Islas Feroe, que con sus 334 habitantes es sede del EB/Streymur, equipo que llegó a ser campeón de Liga dos veces (2008 y 2012). 

En Loughgall el número de integrantes del plantel representa casi un 10% de la población del pueblo... eso sin contar a mujeres, niños y mayores de 40 años.

El pueblo le debe su nombre a un pequeño lago cercano, y está rodeado de huertos.

La iglesia de St. Luke
Aún con su apacible paisaje, el pueblito vivió su hora turbulenta durante los años de fue del IRA. El 8 de mayo de 1987, ocho miembros de la East Tyrone Brigada del IRA Provisional lanzaron un ataque con bombas y armas de fuego contra la Royal Ulster Constabulary (RUC, comisaría de la Real Policía del Ulster) del pueblo, pero fueron interceptados por una unidad del Servicio Aéreo Especial (SAS) compuesta por veinticuatro soldados que estaban al corriente del ataque planeado. 
El SAS mató a tiros a todos los atacantes del IRA y a un civil que pasaba por ahí y que, sin saberlo, había conducido hasta la emboscada y fue confundido con un miembro del IRA. El incidente se conoce como la emboscada de Loughgall.


martes, 25 de abril de 2023

Canchas binacionales

El planeta tiene infinidad de canchas y estadios de fútbol en paisajes maravillosos, exóticos, increíbles. Pero muy pocas tienen la particularidad de estar asentadas sobre la frontera de dos países.

Este post, surge del excelente trabajo del blog Fronteras, al que recomiendo a todos los amantes de la geografía, los viajes y las buenas historias.

Diego González publicó en enero de 2018 esta recopilación de canchas atravesadas por fronteras nacionales: "Chutar desde Croacia y marcar gol en Bosnia", engancha su título. Y sí, esta curiosidad geográfica tiene un atractivo tremendo: estadios de fútbol en dos países.

Desde aquí, el texto original:

Un domingo cualquiera el FK Partizan de Kostajnica juega como local en la cuarta división de la liga de fútbol de la República Srpska. Unas pocas docenas de espectadores animan con cierta desgana a los jugadores locales mientras fuman un cigarrillo tras otro con los codos apoyados en las barandillas de un costado del campo. La hierba no está demasiado cuidada y los uniformes blanquinegros del once local lucen manchas de barro como testimonio. En un momento dado, un jugador visitante interrumpe el avance del ataque local despejando con un fuerte chut. La pelota sale por la banda y pasa por encima de la verja del campo. El utilero del equipo, un cincuentón curtido tras media vida en las categorías inferiores yugoslavas primero y serbobosnias después, masculla una maldición y se levanta del banquillo. La precaria economía del club no permite que se pierda material, así que le tocará ir a por él. Se dispone a salir del banquillo cuando recuerda algo. Del bolsillo lateral de una bolsa de deportes con los colores del equipo saca su pasaporte. Porque para ir a buscar la pelota tendrá que ir al extranjero. Bienvenidos al campo de fútbol de Kostajnica, donde se puede chutar desde un país y marcar gol en otro.
Estadio del FK Partizan Kostajnica, tomada desde el lado bosnio. Al fondo, Croacia.

Kostajnica es un pueblo de poco más de siete mil habitantes al noroeste de la República Srpska, una de las dos entidades administrativas en las que quedó dividida Bosnia Herzegovina tras el final de las Guerras Yugoslavas. Se llamó Bosanska Kostajnica hasta el inicio de las hostilidades, cuando las autoridades serbobosnias le cambiaron el nombre a Srpska Kostajnica; después de la guerra le quitaron el apelativo étnico. No sucedió lo mismo con el hermano gemelo del pueblo. Al otro lado del río Una se encuentra Hrvatska Kostajnica, su contraparte croata. La frontera en la zona discurre mayormente sobre el río, pero justo a la altura de Kostajnica se introduce un centenar de metros tierra adentro hacia Bosnia, de manera que las dos orillas del río pertenecen a Croacia. El campo de fútbol, construido antes de la guerra, quedó dividido entre los dos países cuando se trazaron las nuevas fronteras. Una parte de una de las bandas queda en territorio croata, de manera que es perfectamente posible chutar desde un país y marcar gol en otro.

El pasaporte no es necesario para lanzar un ataque por la banda norte del campo, al menos. Tampoco para estar en el banquillo, situado en territorio croata. La policía de fronteras croata patrulla regularmente el pequeño bosque que se extiende entre el campo de fútbol y el río, y todavía no se ha dado el caso de que detengan a un recogepelotas por entrar ilegalmente en territorio de la Unión Europea. Sin embargo, la frontera no sólo cruza el campo de fútbol. Algunos edificios del pueblo terminan justo en el límite internacional, y los agricultores serbobosnios con tierras en la margen sur del río sí que han tenido que mostrar sus pasaportes, o incluso alguno ha sido arrestado. La bandera serbia ondea en el estadio, pero sólo en uno de sus bandas. En la otra, colocar una bandera sería algo peor que una provocación, y en un pueblo que conoció la guerra hace menos de un cuarto de siglo hay cosas que es mejor evitar.

Podría creerse que el caso de Kostajnica es único, pero no, no lo es. Cambiemos de continente. Nos vamos a El Arenal, Guatemala. En el pueblo hay medio campo de fútbol, y digo medio porque la otra mitad se encuentra en El Arenal, Belice. La línea imaginaria aquí es exactamente eso, imaginaria, y cruza por la medio campo la cancha. Los niños de uno y otro lado juegan al fútbol todos las semanas, pero defendiendo siempre la portería de su país. Cada domingo se juega un partido internacional, en el sentido más literal de la palabra.
Guatemala y Belice mantienen un contencioso fronterizo desde hace más de siglo y medio. Lo que hoy es Belice fue antes una colonia llamada Honduras Británica. Guatemala y el Reino Unido firmaron un acuerdo en 1859 en el que los primeros reconocían la soberanía de los segundos sobre el territorio a cambio de una serie de contrapartidas económicas, incluyendo la construcción de una carretera. Ni las compensaciones económicas ni la carretera aparecieron, por lo que Guatemala reclama unos 11.000 kilómetros cuadrados de Belice, que viene a ser la mitad del país que España nunca reconoció como británica antes de la independencia guatemalteca. Belice se independizó en 1981 pero Guatemala no reconoció al nuevo país hasta diez años más tarde, y no ha retirado su reclamación territorial. La disputa ha provocado no pocos incidentes, el último de los cuales hace un par de años acabó con el despliegue de tres mil soldados del Ejército de Guatemala en la frontera tras la muerte a balazos de un adolescente a manos de soldados beliceños.
Pese a los incidentes y la tensión fronteriza, en El Arenal, situado a cuatro kilómetros del principal paso fronterizo entre ambas naciones, los vecinos viven en armonía. Los niños de ambos lados juegan juntos y hay numerosos proyectos transfronterizos de cooperación. La gente cruza tranquilamente de un lado a otro sin ser importunada por la policía, y es normal que los beliceños acudan al médico en Guatemala y los niños chapines vayan a clases a Belice, donde la lengua oficial es el inglés. La línea fronteriza fue establecida oficialmente en el año 2001 con la mediación de la Organización de Estados Americanos, y se la conoce como Línea de Adyacencia, o, más comúnmente, como la línea imaginaria. El cruce de la frontera es libre excepto para trabajar, por lo que no se requiere tampoco ningún permiso especial para echar una pachanga. Sólo ganas de defender sobre el campo al propio país de la manera más surrealista imaginable. La alcaldía del lado chapín ha propuesto instalar un estadio de fútbol de verdad, con césped cuidado, líneas de delimitación y tribuna, para recalcar lo excepcional del lugar y elevarlo a símbolo internacional de paz y convivencia entre pueblos. Ojalá le hagan caso.
¡No se vayan todavía, amigos, aún hay más! Nos trasladamos ahora a San José de Pocitos, un barrio de la ciudad boliviana de Yacuiba, que con sus cien mil habitantes es la capital de la Provincia del Gran Chaco. Yacuiba forma un continuo urbano con la localidad de Salvador Mazza que, por estar al otro lado del estrecho río Itaperenda, pertenece a la Argentina. Sin embargo la frontera no sigue exactamente el curso del río, debido quizás al terremoto que sacudió la localidad en 1899. El derecho internacional es claro al respecto: si el río cambia su curso debido a la erosión natural, la frontera le sigue, pero si el cambio se debe a acontecimientos catastróficos o a la mano del hombre, la frontera permanece inmutable. Así pues, la línea fronteriza zigzaguea alegremente a un lado y al otro del río, que discurre ajeno a las cuitas humanas.

Los vecinos de San José de Pocitos llevaban mucho tiempo pidiéndole a la alcaldía que instalara un parque para que los niños pudieran jugar en algún lugar del pueblo. El problema es que, si miramos el mapa más arriba, San José de Pocitos está encajonado entre dos ramales de la frontera argentina y el suelo no abunda. Así que finalmente cedieron e instalaron el parque en uno de los pocos lugares libres, situado justo junto a la frontera. El parque fue inaugurado en octubre de 2017 y cuenta con toboganes, columpios y, atención, un campo de fútbol con porterías metálicas. Para darle algo más de empaque se decidió instalar una pequeña tribuna en el lateral occidental del campo, sin tener demasiado en cuenta que ese trozo de terreno ya pertenecía a la Argentina.
Vista aérea del parque y la cancha de fútbol, con los hitos fronterizos señalados.

Podría aducirse en defensa de las autoridades municipales Yacuibeñas que no se habían percatado de que estaban invadiendo territorio del país vecino, si no fuera por el mojón de granito de metro y medio de alto situado justo delante de la tribuna, pegado a una de las rayas de cal del campo. El alcalde justificó la invasión con unas palabras que desde aquí suscribimos:
Vivimos en una zona fronteriza, donde, más allá de los límites territoriales y de líneas demarcatorias, está la hermandad de los pueblos
Hito fronterizo argentoboliviano, con la pequeña tribuna del campo de fútbol justo detrás.
yacuiba 2
La provincia argentina de Salta protestó airadamente por esa violación de todos los códigos municipales, regionales y nacionales (¡han instalado una grada sin permiso de obra!) y el ayuntamiento boliviano se vio obligado a rectificar rápidamente para evitar un incidente internacional, así que cambiaron de lugar las, por otro lado, más bien humildes gradas. Sin duda, una pérdida para el acervo fronterizo mundial.
Las gradas en su nueva ubicación. Nótese el mojón fronterizo a la izquierda de la imagen.
El detrás del arco de la cancha de San José de Pocitos.

¿Hemos acabado ya? ¡No! Saltemos de nuevo a la otra orilla del Océano Atlántico. Concretamente al Reino Unido. Como cualquier aficionado al fútbol sabe, cada uno de los países constituyentes del reino tiene su propia selección de fútbol y su propia liga. Chester es una ciudad inglesa y como tal su club disuputa sus partidos en el sistema de fútbol inglés. Pero a un par de kilómetros del centro de la ciudad se encuentra el límite con Gales. Cuando los mandamases del Chester City decidieron cerrar el viejo estadio de Sealand Road y construir uno nuevo, escogieron un lugar justo en la frontera galesa. El límite se encuentra en la parte trasera de la grada principal, así que cada fin de semana los hinchas del Chester FC, el club que sucedió al Chester City tras su desaparición en 2010, aparcan el coche en Inglaterra y cruzan a Gales para animar a su equipo. El estadio, sin embargo, tiene dirección postal inglesa porque la puerta principal se encuentra, por apenas unos pocos metros, en territorio inglés.

sábado, 8 de abril de 2023

Conte Verde

Antes que el césped del Estadio Centenario, incluso antes que las canchas de Pocitos y el Parque Central, hubo una superficie que empezó a ser protagonista de la primera Copa del Mundo: la cubierta del transatlántico Conte Verde. Una historia para conocer la previa de Uruguay 1930.

Por PABLO ARO GERALDES

En 1930 Uruguay quedaba mucho más lejos de Europa. Llegar a Montevideo desde el Viejo Continente suponía dos semanas de travesía en barco, dejar todo lo conocido y aventurarse a cruzar el océano. Eso, sumado a la crisis económica mundial que había estallado en 1929, derivó en que la primera Copa del Mundo de la FIFA contara con apenas cuatro selecciones europeas entre las que no estarían España, ni Italia, ni Inglaterra, ni Alemania, ni Holanda.

Rey Carol II de Rumania
Rebobinemos cinco semanas antes del puntapié inicial. Después de su exilio en Inglaterra, el 5 de junio de 1930, el rey Carol II de Rumania había sido coronado en Bucarest. Una de sus primeras decisiones para conseguir el favor de su pueblo -hoy la llamarían "populismo"- fue impulsar la participación de la selección rumana en la Copa del Mundo. Lo curioso es que todos los jugadores eran empleados de la compañía petrolera Câmpina, manejada por capitales ingleses. Todo fue contrarreloj y el plantel se concentró en Timisoara gracias a un permiso que les consiguió el propio rey para ausentarse por tres meses de sus puestos de trabajo (el fútbol todavía no era profesional). Una versión cuenta que Su Majestad compensaría "de su bolsillo" a Câmpina. Pero otra versión sostiene que el titular de la petrolera amenazó a los jugadores con despedirlos si se iban a Sudamérica, pero Carol II lo llamó y le advirtió que si no dejaba jugar a sus empleados en la Copa Mundial, él mismo se encargaría personalmente de cerrar la fábrica. Así, el propio rey formó el seleccionado y no solo eso: convenció al vecino Reino de Yugoslavia para que también mandara a una selección rumbo a Montevideo.
El entrenador era Costel Rădulescu, un veterano de la Primera Guerra Mundial y que, más tarde, estaría entre los fundadores de la Federación Rumana de Fútbol.

Los yugoslavos (o mejor dicho, los serbios, ya que los croatas estaban boicoteando la federación de fútbol de Yugoslavia debido a la política interna) se entusiasmaron y se sumaron al torneo, pero no se embarcaron en el Conte Verde debido a una disputa geopolítica con Italia por el Trieste, región de población eslava sometida a una "italianización" y discriminada bajo el régimen fascista de Benito Mussolini. Por eso, en vez de abordar en Génova siguieron hasta Marsella, donde el 19 de junio iniciaron la travesía a bordo del SS Florida, un paquebote de pasajeros, más pequeño pero bien equipado. Fueron los primeros en comenzar el largo viaje que incluyó una escala en Miami. Junto a ellos debían viajar los egipcios, pero llegaron tarde por una tormenta en el Mediterráneo y se tuvieron que volver a Alejandría: se perdieron el Mundial. Mandaron un cable con sus disculpas: el debut africano en la Copa quedaría para cuatro años más tarde.

Para entonces los rumanos habían iniciado su travesía ferroviaria el 16 desde Bucarest hacia Timisoara y luego hacia Italia: "Perdí dos noches en el tren a Génova. Los asientos eran realmente malos, simplemente mataron nuestros huesos. Pero valió la pena", recordaba Rudolph Wetzer, capitán de la selección rumana. Allí, en Génova, el 19 de junio entraría en escena el Conte Verde, el barco más destacado en la historia del fútbol, el protagonista de estas líneas. Su importancia fue tal que vale resumir sus primeros años: había sido montado a comienzos de los años 1920s en los astilleros William Beardmore & Co en Dalmuir, Escocia, y en 1923 pasó a brindar servicios en la compañía naviera Lloyd Sabaudo de Génova, para unir ese puerto italiano con New York. Llevaba el apodo de Amedeo VI de Savoia (conocido como el conde verde), fallecido en 1383, para quien el color verde era portador de buena fortuna.

Lo operaba una tripulación de cuatrocientas personas; medía 180 metros de eslora y 22,6 de manga. Podía desplegar una velocidad de 18,5 nudos, propulsado por turbinas a vapor, y desplazar 18.760 toneladas. Un transatlántico monumental.
Fotografía de 1923
Artesanos y artistas italianos habían sido contratados desde Florencia para decorar los salones de primera clase. Toda la ornamentación resplandecía con el estilo de los palacios renacentistas. Tenía capacidad para 450 pasajeros en primera clase, 200 en segunda y también 1780 en los llamados "camarotes de los emigrantes". Claro, luego de la primera Guerra Mundial una fuerte ola migratoria partía de Italia y el resto de Europa hacia América: Estados Unidos, México, Venezuela, Brasil, Uruguay y la Argentina eran los destinos que recibían con los brazos abiertos a los europeos. Luego de viajar a New York, cambió su destino final hacia Buenos Aires. Esos pasajes económicos eran los más requeridos por quienes dejaban todo en su tierra ya tomada por el fascismo para venir a "hacerse la América" con la esperanza de un día regresar a la patria natal. La mayoría hizo un viaje de ida y echó raíces de este lado del Atlántico.
El confortable jardín de invierno del barco.

Pero el cruce transtlántico más importante de su historia lo hizo en 1930 rumbo a Montevideo, con sesenta futbolistas, tres árbitros, un rey y un trofeo.

Los rumanos navegaron unas horas desde Génova hasta Villefranche-sur-mer, puerto francés pegado a Niza, donde el Conte Verde hizo su primera escala. Allí, el 21 de junio se les sumó la delegación de Francia que la noche anterior había partido en tren desde París. Junto a la selección iban el presidente de la FIFA Jules Rimet con su esposa Jeanne, dos árbitros (el francés Claude Georges Balway y el belga Henri Christophe) y un trofeo alado llamado 'Victoire' (victoria), obra del escultor francés Albert Lafleur, destinado al vencedor. Se componía de una copa octagonal, sostenida por una figura alada representando a Niké, la diosa griega de la victoria. Ese que en cuarenta días habría de resplandecer en las manos de los primeros campeones del mundo.

Placa conmemorativa de la partida del seleccionado francés
en el puerto de Villefranche-sur-mer.
Claro, después de que el francés Rimet bregara tanto por la realización del campeonato mundial, el seleccionado del gallito no podía estar ausente. Sus jugadores, todavía amateurs, necesitaron permisos diversos de sus empleadores. El arquero Alex Thépot lo consiguió a último momento gracias a una licencia excepcional de la Administración de Aduanas; el joven mediocentro Marcel Pinel hacía el servicio militar y consiguió otro permiso especial como "enviado extraordinario del cónsul francés en Uruguay", todo gracias a una última intervención del Quai d'Orsay (cancillería) ante el Ministerio de las Fuerzas Armadas.

Tampoco podía faltar Bélgica, impulsada por Rudolf Seedrayers, vicepresidente de la FIFA. Así, ese 22 de junio el Conte Verde siguió su derrotero hacia el sudoeste y ancló en Barcelona, donde se sumaron la delegación de Bélgica (comandada por el dirigente Oscar van Kesbeeck) y el árbitro John Langenus, también belga, que acabaría dirigiendo la final del certamen.
Aviso de la naviera Lloyd Sabaudo en el diario español La Época:
anunciaba la escala en Barcelona para el 22 de junio.


El buque puso proa hacia el estrecho de Gibratar y al pasar ante Algeciras dejó el Mediterráneo para adentrarse en el Atlántico.

Cuenta el diario catalán La Vanguardia: “Los rumanos nos sorprendieron por sus dotes cantoras. Cada vez que iniciaban un concierto bajo la dirección de su delantero centro, los pasajeros abandonaban los salones para asistir a aquel refinamiento artístico”. El árbitro Langenus recordó que "los franceses se adueñaron de un rincón del barco al que bautizaron Montmartre y se distraían con canciones de Maurice Chevalier”. La música era un buen pasatiempo entre las olas.
Belgas, franceses y rumanos posaron juntos en la cubierta.
En el medio, con boina, Jules Rimet junto al capitán Amedeo Pinceti.
De jugar al fútbol, ni hablar, pero... ¿cómo mantenían la forma física? El cruce del océano duró diez días, en los que los tres equipos se turnaban en sesiones de entrenamiento en la lujosa cubierta. Peculiares ejercicios a babor, movimientos para que el cuerpo no se entumeciera a estribor: algunos trotes, salto de soga y poco más. La pelota solamente se usaba para prácticas de mano, coordinación y ya. “Solo se nos cayó un balón al agua”, apuntó el delantero rumano Rudolf Wetzer, que además de ser el único profesional y capitán del equipo, estaba encargado junto a Octav Luchide de armar los entrenamientos, bajo las órdenes de técnico Costel Rădulescu.

Sin entrenador, el interior derecho Edmond Delfour dirigía los entrenamientos franceses en cubierta.

El plantel francés se compuso de 16 jugadores. Junto a ellos viajaron Raoul Caudron y Jean Rigal, dos de los tres miembros de la comisión de selección (el otro, Maurice Delanche, permaneció en Francia) y el asistente Sr. Panosetti. El entrenador Gaston Barreau tampoco pudo realizar el viaje, al no poder ausentarse de sus obligaciones en la Academia de Música.

El delantero francés Lucien Laurent no imaginaba por entonces que pasaría a la historia por marcar el primer gol de la historia de las Copas del Mundo. Se limitaba a trotar con sus compañeros, como contó años después: "No se habló de tácticas ni nada de eso, simplemente corríamos alrededor de la cubierta. Corriendo, corriendo todo el tiempo. Abajo hacíamos ejercicio: estirar, saltar, subir escaleras, levantar pesas. También había una piscina que todos usamos hasta que el clima se enfrió. Y nos entreteníamos con un acto de comedia o un cuarteto de cuerda. Era como un campamento de vacaciones. Realmente no nos dimos cuenta de la enorme magnitud de por qué íbamos a Uruguay. Hasta años después no apreciamos nuestro lugar en la historia. Fue solo aventura. Éramos hombres jóvenes divirtiéndonos. El viaje en el Conte Verde tomó 15 días. Fueron 15 días muy felices".

El diario de a bordo del comandante Amedeo Pinceti es un tesoro invaluable a la vez que un romántico retrato de época. Un fragmento de su bitácora: "...una larga travesía que en esta ocasión ha estado acompañada por vientos favorables y en la que en referencia al tiempo no ha acontecido ningún hecho reseñable. Aunque Neptuno y Eolo nos han tendido una alfombra roja hasta Montevideo, he de reconocer que para mí este no ha sido un viaje más, puesto que tengo la sensación de que esta travesía perdurará en el tiempo, más aún al repasar mis conversaciones con un distinguido tripulante: el señor Jules Rimet. He de reconocer que este caballero francés me ha dejado huella, y eso que a bordo del Conte Verde han viajado insignes personajes. De entre ellos destacaría especialmente a Carlos Gardel, que en 1928, acompañado por los guitarristas Barbieri y Aguilar, me pidió que detuviera la marcha de las máquinas e invitara a todos los pasajeros y a la tripulación a rendir un silencioso homenaje de pesar al escritor argentino Ricardo Güiraldes (cuyos restos mortales regresaban de París para ser sepultados en el pueblo bonaerense de San Antonio de Areco). Un genio como cantante y como persona, un tipo fascinante este Gardel. Al igual que el Sr. Rimet, el caballero que ha organizado ese curioso torneo que se disputará en Montevideo, que despierta gran curiosidad en mí y me tiene realmente expectante. Expectante porque desde que zarpamos de Génova me fueron sorprendiendo las historias que rodean a estos futbolistas".
Un rato de esparcimiento para el seleccionado belga.

Pinceti le hablaba a Rimet de Gardel, pero el presidente de la FIFA, que también era admirador del Zorzal Criollo, le insistía que el navío sería más recordado por el viaje hacia la primera Copa del Mundo que por las anécdotas con el cantante. "Pese a que le he preguntado en más de una ocasión por las significativas ausencias de selecciones europeas como Inglaterra, Italia o España, (Rimet) sigue firme en su convencimiento de que está a punto de hacer historia. Para él pesó más lo costoso y largo de la travesía pocos meses después del derrumbe bursátil de Wall Street y la obstinada resistencia de la FA a sumarse a un proyecto imparable, que el propio hecho futbolístico de afrontar una competición Mundial. Un Mundial a disputar en un lejano país que con sus exhibiciones en Colombes y Ámsterdam se ha situado geográficamente en el planeta", escribió Pinceti.

La selección francesa, camino a Montevideo.
El cruce del Atlántico llevó más escalas: Lisboa, la isla portuguesa de Madeira, Canarias... Al cruzar el Ecuador, hubo fiesta con el tradicional "bautismo de Neptuno" y los futbolistas también se sumaron. La última parada antes de llegar fue el 30 de junio, en Río de Janeiro, donde los europeos aprovecharon dos días para pasear y probar frutas desconocidas antes de volver a embarcarse, el 2 de julio, cuando el plantel brasileño se incorporó al último tramo del viaje.

El diario de Pinceti da para escribir un libro entero, vale repetir otros pasajes de su manuscrito: "...Curioso este deporte y estos futbolistas que viajan con un equipaje lleno de zapatos de cuero hasta los tobillos, que cada día lustran con grasa antes de entrenar en la cubierta. Ese puente y esa cubierta de la que se han quejado pero que, hablando de barcos, para mí es lo mejor de Europa. En este barco tienen un gimnasio, es posible pasear, practicar deportes y hacer otras actividades y diversiones. Incluso en la tercera clase -aquella de los inmigrantes- se viaja en camarote y se dispone de agua corriente". Y sigue: "Pintorescos personajes sobre los que de no conocer de antemano su vínculo con el deporte los podría haber confundido con alguno de nuestros fornidos carboneros o algún estibador del muelle. Hombres fuertes, algo por otra parte lógico, puesto que para tener el coraje suficiente como para pegarle con la cabeza al pétreo balón de cuero con el que juegan, dotado de una aparatosa costura exterior, hay que tenerlos muy bien puestos. O como mucho y tal y como me reveló el jugador francés Luciente Laurent, tener el suficiente ingenio como para jugar con una boina rellena con papel de periódico. Buen tipo este Laurent, listo donde los haya y al que le deseo mucha suerte".

Otra toma de la selección francesa.
El belga Langenus era uno de los personajes distinguidos de la travesía. Así lo recuerda el comandante Pinceti: "Un tipo peculiar, culto, elegante, políglota y periodista, con el que he mantenido alguna que otra conversación interesante y al que he observado entrenar con un curioso uniforme: chaqueta, corbata oscura, camisa blanca, pantalones bombachos, zapatos que le llegan a los talones y medias negras que cubren la valenciana del pantalón, todo ello rematado con una gorrita muy peculiar".

Pierre Billotey, periodista enviado especial de Le Journal, transmitía sus crónicas a París por clave morse y daba cuenta de la travesía. Estas notas eran replicadas por periódicos belgas y rumanos, que iban sumando su atención.

Durante los festejos del cruce del Ecuador, Pinceti tuvo otra larga tertulia con Rimet, en la que el presidente de la FIFA le confesó que estaba a punto de ver cumplido su sueño, "un sueño por el que había luchado firmemente y jamás podría llevar a cabo si la Asociación Uruguaya de Fútbol no se hubiera comprometido a correr con todos los gastos, tanto de la travesía como del alojamiento de todos los participantes. Una garantía que sumada al hecho del reparto de los posibles beneficios, más el compromiso de las pérdidas, en caso de déficit, que asumiría Uruguay, han hecho viable un evento de la enorme trascendencia histórica y deportiva. Por ello Rimet se sentía muy ilusionado y me repetía de forma incesante que el Conte Verde pasaría a la historia por ser el barco encargado de llevar a bordo la estatuilla de “Alas doradas” que custodiaba con tanto interés", rememora el comandante.
Los capitanes Pierre Braine (Bélgica), Alexandre Villaplane (Francia) y Emerich Vogl (Rumania).

Entre las aristas risueñas que se guardan de aquel viaje está el hecho de que el defensor francés Agustin Chantrel fue sorprendido con una mujer argentina, esposa de otro hombre a bordo del Conte Verde. Declaró que se casaría con ella cuando ésta obtuviera el divorcio. Sin embargo, a su llegada a Sudamérica, escapó rápidamente del asunto.
En la misma travesía viajaron, entre otros pasajeros, dos estrellas de la ópera: Fyodor Chaliapin y Marthe Nespoulous. Apuntes sueltos antes de la Copa del Mundo.

El 4 de julio, con cinco horas de retraso respecto a la hora estipulada, el Conte Verde atracaba en el puerto de la capital de la República Oriental del Uruguay. El recibimiento fue multitudinario. En Montevideo ya los esperaban los yugoslavos, así como los mexicanos y estadounidenses que habían viajado juntos (los aztecas hicieron primero el trayecto Veracruz - La Habana - New York, donde se unieron al equipo USA y embarcaron en el SS Munargo).
Tras el arribo, Rimet fue invitado a una audiencia personal con el presidente uruguayo Juan Campistegui.
Jules Rimet desembarca en Montevideo.
Concluía así el viaje más recordado del imponente transatlántico. Y en tal sentido lo dejó reflejado su máxima autoridad:

"Tengo la sensación de que esta no será una singladura más, de que estas líneas en mi 'Diario de a bordo' atestiguarán un hecho histórico para el deporte y para la humilde historia del SS Conte Verde y su capitán, el que suscribe y firma este conglomerado de experiencias y emociones"

Amedeo Pinceti, comandante del transatlántico SS Conte Verde, 1930

Antes de empezar el mundial, en suelo montevideano y a modo de entrenamiento, Francia venció en un amistoso informal a Rumania por 4-2. 
El 8 de julio se realizó el sorteo de los grupos para repartir a los 13 participantes.

El presidente de la República Oriental del Uruguay, Juan Campisteguy, recibió personalmente en el palacio presidencial a Jules Rimet y a su compatriota, el árbitro Thomas Balway. La invitación de Balway fue a modo de pésame por la pérdida de su esposa, que falleció mientras él se dirigía a Uruguay, por lo que su participación en los festejos y en el torneo fue muy acotada. Campisteguy tenía ascendencia vasco-francesa y conversaron en la lengua del país cuya fiesta nacional -el Día de la Bastilla, 14 de julio- se avecinaba.

El 10 de julio, Maurice Fischer y los miembros del Comité Organizador convocaron a una reunión de los 15 árbitros para repasar las Reglas del Torneo de la FIFA y garantizar la uniformidad de su aplicación. Luego visitaron el palacio presidencial donde se agasajó a los participantes con un suntuoso banquete. Era el comienzo de la semana de celebraciones por el Centenario de la Constitución. 
Lo que siguió fue una marcha en honor de los héroes de la Independencia, con una procesión de Campisteguy a la que se unieron las delegaciones: recorrieron la Avenida 18 de Julio hasta la Plaza Independencia, donde todos se reunieron bajo la estatua de José Gervasio Artigas, héroe nacional del Uruguay. Las celebraciones era el prólogo para la fiesta grande: estaba por comenzar el primer Campeonato Mundial de Fútbol.

LAS SELECCIONES "PASAJERAS" DEL CONTE VERDE EN LA COPA DEL MUNDO 1930
No les tocó cruzarse en la Copa, los cuatro seleccionados participaron en diferentes grupos y ninguna logró avanzar a semifinales (solamente pasaban los ganadores de cada zona). Francia y Bélgica, en simultáneo, abrieron el mundial: los franceses vencieron 4-1 a México en la cancha de Peñarol, en Pocitos, mientras los belgas cayeron 0-3 ante los Estados Unidos en el Parque Central, reducto de Nacional.

En el Grupo A, Francia continuó su estancia en Montevideo con dos derrotas ante Argentina y Chile, ambas por 0-1. En el Grupo B Brasil debutó perdiendo 1-2 con Yugoslavia, venció luego 4-0 a Bolivia pero no le alcanzó para avanzar.

En el C Rumania venció 3-1 a Perú en el partido con menos concurrencia de la historia mundialista: apenas unas 300 personas asistieron aquella tarde gris a la cancha de Peñarol. Su despedida tuvo más testigos: 80.000 uruguayos presenciaron la goleada 4-0 de la Celeste. Por último, el Grupo D Bélgica se despidió con dos derrotas: después de la mencionada contra los estadounidenses, cayó 0-1 ante Paraguay.
Rumania - Francia
Bélgica - Brasil
La delegación francesa, con Jules Rimet incluido, estuvo alojada en el Rowing Club de Montevideo. Los belgas se quedaron en Punta Carretas. 

La vuelta a casa fue dispersa. Rumanos y belgas retornaron a bordo del transatlántico italiano SS Duilio, que zarpó de Montevideo el 31 de julio e hizo escalas (con partidos amistosos incluídos) en Santos, Río de Janeiro (donde se sumaron los franceses), Barcelona y Génova antes de atracar en Villefranche-sur-Mer el jueves 14 de agosto, casi dos meses después de haber comenzado la aventura mundialista. En la mañana del viernes 15 la delegación de Francia llegó en tren a la Gare de Lyon, en París.

El retorno de los rumanos no fue un viaje de placer, precisamente. El mediocampista Alfred Eisenbeisser se enfermó durante la travesía y le diagnosticaron neumonía. Cuando el transatlántico ancló en Génova, lo dejaron en Italia para recuperarse. Días después, la multitud que aguardaba al equipo en la estación norte de Bucarest notó enseguida su ausencia y se corrió el falso rumor de que había muerto en Uruguay. Una vez repuesto, Eisenbeisser (que también era conocido como "Fredi" Fieraru) retornó a Rumania y a la par del fútbol inició una exitosa carrera de patinaje artístico que lo llevaría a competir en los Juegos Olímpicos de invierno 1936, en Garmisch-Partenkirchen, Alemania.

DESPUÉS DE URUGUAY
Aquellas travesías entre el Mediterráneo y el Río de la Plata se terminaron en 1931, cuando al Conte Verde le modificaron las bitácoras y pasó a la compañía Lloyd Triestino para cubrir la ruta Trieste-Shanghai, vía Suez, Bombay, Colombo, Singapur y Hong Kong, un trayecto que demandaba 24 días. El mundo estaba cambiando para peor, el dolor de la Guerra Mundial de 1914 a 1918 parecía no haber dejado enseñanzas. El clima de violencia crecía con epicentro en Berlín, pero pronto iba a extenderse por el planisferio.
El cantante Carlos Gardel en 1931, en uno de los
últimos viajes del Conte Verde al Río de la Plata

Mientras, el Conte Verde seguía navegando y recopilando aventuras, como en 1936, cuando llevó al equipo olímpico chino que participaría en los Juegos Olímpicos de Berlín, o en 1937, cuando superó un tremendo tifón que lo hizo colisionar con otro barco cerca de Hong Kong: quedó encallado un mes en las costas del cabo Collinson. Pronto, el dolor se ganó el protagonismo de esa cubierta que en 1930 había respirado sueños de fútbol. Entre 1938 y 1940 el navío sirvió para exiliar a 17.000 judíos de Alemania y de Austria, que en su huida de la locura desatada por Adolf Hitler buscaron refugio en China. La persecución nazi de ciudadanos judíos se intensificó mucho más después del 9 de noviembre de 1938, tras la tristemente célebre Kristallnacht (noche de los cristales rotos). Literalmente, el navío se había transformado en un barco salvavidas.

Cuando el 10 de junio de 1940 Italia entró en la II Guerra Mundial, el Conte Verde ya no pudo regresar de uno de aquellos viajes y quedó varado en Shanghai. En diciembre de 1941 Japón le declaró la guerra a los Aliados y al año siguiente el barco (bajo el nombre de Teikyo Maru) cursó un extraño viaje a Lourenço Marques (Mozambique) para servir como transporte en un intercambio de prisioneros entre Estados Unidos y Japón, trueque que finalmente no se realizó. Mientras estaba amarrado en el puerto de Yokohama esperando un segundo viaje de intercambio, las negociaciones entre Japón y Estados Unidos colapsaron. El Conte Verde retornó a Shanghai.

Poco después, consumada la caída de Benito Mussolini, la tripulación italiana decidió hundir la nave para evitar que cayera en manos japonesas, cosa que igualmente acabaría sucediendo en 1944. En julio de aquel año las tropas del emperador Hirohito lo reacondicionaron y lo reflotaron pero el 8 de agosto una bomba B-24 de la aviación estadounidense lo hundió de nuevo.

Lejos de rendirse definitivamente, lo que quedaba del viejo Conte Verde fue resucitado por el ejército nipón: lo rebautizaron Kotobuki Maru, y pasó a transportar tropas. El 25 de julio de 1945, dos semanas antes del bombardeo de Hiroshima, un nuevo ataque norteamericano lo volvió a hundir. Fue el final del majestuoso navío. En 1949, lo que quedaba fue desguazado.

jueves, 6 de abril de 2023

Los goles más rápidos de la Copa Libertadores

Es imposible tener la certeza de la exactitud, así que vale el testimonio de las crónicas periodísticas. El 4 de abril de 1976 Alianza Lima (Perú) superó 3-0 a Independiente Santa Fe (Colombia) y según algunos textos a los 6 segundos, otros a los 9", Félix Suárez abrió la cuenta para los locales.

El 6 de marzo de 1992, el paraguayo Alfredo Mendoza tardó apenas 7 segundos en marcar el primer gol del 3-1 de Newell's Old Boys (Argentina) sobre Colo Colo (Chile).

El 18 de febrero de 2010, Alianza Lima movió la pelota ante Estudiantes de La Plata, la perdió y cuando el reloj marcaba 8 segundos José Sosa convirtió para el equipo argentino. Finalmente el conjunto limeño venció 4-1.

lunes, 3 de abril de 2023

Los orígenes de Boca Juniors


Boca Juniors, pasión popular argentina. Aquí repasamos su origen, su nombre, sus colores y sus estadios.

Base del podcast El origen de los colores, de Radio Nacional.

La historia de todos los grandes empezó con un puñado de voluntades que se unían para jugar al fútbol. Con una anécdota, una escena pequeña, circunstancial, que por algún designio de la providencia se volvió fundacional de algo mayor, el disparador de una historia destinada a volverse trascendente. La de Boca Juniors no fue la excepción.

La geografía boquense
(plano de 1935)
La leyenda reconstruida a partir de relatos y memorias nos lleva a la plaza Solís, delimitada por las calles Suárez, Caboto, Olavarría y Ministro Brin, a pocos metros de la Boca del Riachuelo. Allí, en un banco de la plaza, el sábado 1º de abril de 1905, Esteban Baglietto, Santiago Pedro Sana, Alfredo Scarpatti y los hermanos Juan Antonio y Teodoro Farenga acordaron fundar un club. Los tres primeros venían con la influencia de codearse con los señores ingleses: en el Colegio Comercial seguían con admiración las lecciones de Paddy Mac Carthy, el muy británico instructor de fútbol.
Pero esa tarde no terminaron de definirlo, fueron a un “cuarto intermedio” y la reunión siguió el domingo 2 en la casa de Baglietto.

Se juntaron unas treinta personas y armaron tal revuelo que la mamá de Baglietto los echó a todos, así que tuvieron que continuar en la plaza. El lunes 3, el padre de los Farenga les dio permiso para reunirse en su hogar. Según el libro oficial del club, “fue éste el lugar donde se designó la primera Comisión Directiva y aunque no se labraron actas, hubo acuerdo y ruidosos festejos”.

Todos coincidieron que el nombre debía incluir la palabra Boca y al parecer fue Sana quien propuso agregarle el Juniors, por su condición de estudiante de inglés. Además, ese remate le daba un toque británico, tan presente en aquellas décadas iniciales del fútbol en el Río de la Plata. En aquel encuentro establecieron también que Esteban Baglietto sería el primer presidente y que jugarían en la cancha de Independencia Sud, en Pedro de Mendoza y Colorado, hoy llamada Benito Pérez Galdós.

El 20 de febrero de 1906 a uno de ellos se le ocurrió llevar un libro de actas. Y aunque la paciencia o el entusiasmo de asentar todo allí duró un mes y medio, hasta el primer aniversario de Boca Juniors, fue suficiente para que tres décadas después una asamblea reconociera a todos aquellos pioneros como socios fundadores.

El origen genovés de Boca
llevó a su apodo xeneize
Según un relevamiento realizado por el Centro de Investigación e Historia del Fútbol, cinco de los ocho progenitores de los fundadores eran nacidos en la provincia italiana de Liguria, cuya capital es Génova. En la lengua ligur Génova es Zena, con Z, y a sus habitantes se los llama zenéixi, que por deformación quedó entre los inmigrantes a Buenos Aires como “xeneize”, intercambiando de lugar la Z y la X. En resumen: los fundadores de Boca tenían sangre genovesa, eran verdaderamente xeneizes.

En menos de tres semanas llegó el día de debutar en la cancha: el 21 de abril de 1905, en el campo de juego de Independencia Sud, Boca Juniors disputó el primer partido de su historia y goleó 4-0 a Mariano Moreno. ¿Y cuáles fueron los colores boquenses en aquellos tiempos iniciales?

Primero vistió una camiseta rosa, que fue usada en algún encuentro amistoso y casi enseguida, todavía en 1905, la remplazó por una casaca enteramente celeste. Sin embargo, Manuela Farenga, hermana de uno de los fundadores, se encargó de buscarles otras, con la condición de que no sean blancas y rojas… como las de Alumni. Al final apareció con unas camisetas que tenían finas rayas azules y blancas, colores que compartían otros clubes barriales.

Una versión reseña que por esa coincidencia, los muchachos de La Boca definieron con un club supuestamente llamado Boedo que quien ganara el partido entre ellos se quedaría con las rayitas azules y blancas. Lo ganó Boedo y Boca tuvo que buscar nuevos colores. Pero otra versión señala que ese desafío no existió y que simplemente las camisetas se fueron gastando con el uso y decidieron cambiarlas.

Los tradicionales colores azul y amarillo fueron elegidos recién en 1907, luego de ideas diversas, indecisiones y opiniones encontradas. No se ponían de acuerdo para elegir los colores y el directivo Juan Rafael Bricheto, que trabajaba en el Puente 2 del puerto por donde pasaban los vapores, propuso adoptar los colores de la bandera del primer barco que llegara. Era una buena solución. Y allí apareció un buque de la compañía naviera sueca Johnsonlinien. Aunque existen dudas de si se trataba del Oskar II, bautizado así en honor al rey de Suecia, o el Drottning Sophia, dedicado a su esposa, el que arribó a las aguas porteñas llevaba su bandera azul con la cruz amarilla.
Así lucían los buques de la Johnsonlinien sueca.

Ya tenían nuevos colores, pero les faltaba definir un diseño. Primero fueron azules con una banda diagonal amarilla pero como las cosía cada familia, algunas las confeccionaban con esa banda que bajaba desde el hombro derecho y otras desde el izquierdo. Las estrenaron el 4 de agosto de 1907 venciendo a General Arenales, en un partido de la Asociación Porteña de Football.

En 1908 Boca Juniors se anotó en la Liga Albión y el 12 de abril venció 4-1 a San Telmo y se quedó con la Copa Barone. Envalentonados por el éxito, los dirigentes decidieron ir tras un desafío más grande y se afiliaron a la Asociación Argentina. Y también debutaron con victorias: 3-1 a la segunda división de Belgrano Athletic, como visitantes, y una semana después el estreno de local en el nuevo reducto de la Dársena Sur, con un arrollador 7-0 sobre Bernal. El primer gol de la historia “oficial” lo anotó Rafael Pratt, nacido en Gibraltar. 

Pronto llegaría para los boquenses el debut internacional. Fue el 8 de diciembre de 1907, cuando recibieron en su primera cancha a los uruguayos del Club Universal de Montevideo. Los orientales ganaron 2-1. Diez meses después fue el momento de la revancha, la primera salida del país: el 4 de octubre de 1908 en la capital uruguaya Boca Juniors fue el que ganó 2-1.

En aquellos años iniciales se fue forjando la rivalidad con los vecinos de barrio: River Plate. Se trataba de partidos amistosos, pero cada vez despertaban más y más pasión. El primero de todos fue el 2 de agosto de 1908, con un 2-1 a favor de los xeneizes.

La participación en el campeonato de la Asociación Argentina revestía de importancia a un equipo que cada vez se volvía más popular. Pero también traía aparejadas varias exigencias, que provocaron que Boca modificara varias veces su cancha, siempre en La Boca. El gobierno nacional le había cedido a título precario un terreno en la isla Demarchi, detrás de las ya desaparecidas Carboneras Wilson e Hijos. Un rápido desalojo en 1912 obligó a trasladarse nuevamente: el nuevo campo de deportes se ubicó a 100 metros de donde se encontraba, en donde hoy está el Observatorio Naval, también en la isla Demarchi. 

La posesión de las tierras seguía estando floja de papeles y aprovecharon que un socio había ofrecido un terreno por 200 pesos mensuales en la localidad de Wilde, pagaderos a doña María Ignacia Eyzaguirre de Urquizú. El 3 de febrero de 1914 Boca Juniors pidió a la Municipalidad de Avellaneda la autorización necesaria para construir su field en el partido. Firmaron un contrato por diez años, se levantaron una casilla y una tribuna y así se instaló Boca del lado sur del Riachuelo. Otra vez el estreno fue con goleada: 7-0 a Quilmes. 

Ya no quedaba bien que las casacas no fueran todas iguales. Para evitar confusiones finalmente en 1913 se optó por una franja horizontal amarilla que le cruza el pecho. Ese fue el año del debut en Primera: el 13 de abril goleó 4-1 a Estudiantil Porteño, en Ituzaingó.

El 15 de junio de 1913 Argentina y Uruguay empataron 1-1 en la cancha de Racing. Para los boquenses fue un partido especial, porque por primera vez un jugador del club integró la selección nacional: el puntero izquierdo Francisco Taggino.

A la vez que el equipo sumaba voluntades por toda la ciudad, los vecinos de La Boca estaban disgustados con tener a su equipo jugando de local en Wilde. De los 1500 socios que tenía solamente le quedaban 300, más de mil rompieron el carnet, reclamando el regreso al barrio de origen, a metros del puerto donde los miles y miles de inmigrantes empezaban una nueva historia lejos de su patria. Boca Juniors debía estar ahí, ser el primer amor de esos trabajadores que llegaban a “hacerse la América”.

Cinco años después del primer amistoso contra los vecinos de River Plate, se enfrentaron por primera vez de manera oficial, por los puntos.“Numerosa concurrencia asistió ayer por la tarde a la cancha del Club Atlético Racing, en Avellaneda, a presenciar el partido oficial, que por el campeonato de primera división de la Asociación Argentina de Football, jugaron los primeros cuadros de los clubes River Plate y Boca Juniors”, comenzaba la fallida crónica del diario La Prensa, reseñando el partido del 24 de agosto de 1913, sin informar el resultado. Los riverplatenses se impusieron 2-1. Nadie lo sabía, claro, pero era un acontecimiento histórico, que marcaría parte de la cultura del ser nacional.

Los resultados no acompañaron el andar de Boca en la cancha de Wilde y el fastidio de los habitantes de La Boca se hizo cada vez más latente, hasta que los dirigentes, encabezados por Emilio Meincke, resolvieron la vuelta al barrio natal. La búsqueda dio con un terreno en la calle Ministro Brin y Senguel, con una fábrica de ladrillos y un galpón incluidos. Trasladaron la tribuna techada que habían levantado en Wilde y el 25 de mayo de 1916, en un amistoso con Gimnasia y Esgrima de Buenos Aires, sellaron su regreso a La Boca, de donde no se irían nunca más.
El regreso de Boca Juniors a su barrio, en la Dársena Sur.

El retorno al barrio revitalizó al equipo y le devolvió el entusiasmo a sus hinchas. Salió tercero en 1917 y repitió la misma campaña en 1918. En 1919 el fútbol porteño se dividió y apenas seis equipos quedaron en la liga: Boca Juniors fue el campeón de la Asociación Argentina. También conquistó la Copa Competencia: en la final nacional, ya iniciado 1920, superó a Rosario Central y accedió a disputar la final internacional en la que superó 2-0 a Nacional de Montevideo.

Pero volvamos a un detalle que podría ser apenas un dato al pasar pero que marcó la identidad boquense para siempre. Dijimos que en el solar de la calle Ministro Brin había una fábrica de ladrillo. Para alimentar el horno se usaban como combustibles la leña y la bosta animal, que dejaba en la zona su particular aroma. A manera de cargada, los rivales empezaron a llamar “bosteros” a los boquenses, pero más allá de la intención peyorativa el apodo fue aceptado y adoptado hasta con orgullo. Trascendió por décadas y llega hasta nuestros días, aún cuando pocos saben del origen.

El masivo acompañamiento popular desbordaba las tribunas de la cancha y tuvo que buscar un nuevo lugar donde levantar un estadio con mayor capacidad. Lo encontró a pocas cuadras, en la intersección de Brandsen y Del Crucero (hoy Del Valle Iberlucea). Le compró parte de los terrenos al ferrocarril y el 6 de julio de 1924 inauguró el nuevo recinto, con la presencia del presidente Marcelo Torcuato de Alvear, quien dio el simbólico puntapié inicial. Después llegó la victoria 2-1 sobre los montevideanos de Nacional, un club que ya se reconocía amigo de Boca. 
El presidente Marcelo T. de Alvear en la inauguración de la
cancha (en su ubicación actual), en 1924.

El conjunto azul y oro terminó de ganarse el fervor popular con la extraordinaria gira que realizó por Europa en 1925. Fue el primer viaje de un club argentino al Viejo Continente, con resultados deportivos asombrosos: en 19 partidos cosechó 15 triunfos, un empate y apenas tres derrotas. Se destacaron las victorias ante Real Madrid, La Coruña, Espanyol de Barcelona, Atlético de Madrid, los equipos alemanes y un combinado de París. La cobertura periodística del diario Crítica potenció la popularidad de Boca Juniors.

En aquella travesía el plantel fue acompañado por Victoriano Caffarena, un muchacho de buen pasar económico, que se sumó como el único hincha de la gira, y terminó colaborando como masajista y delegado. Hizo una buena relación con los jugadores y le pusieron el apodo de “jugador número 12”, un honor que varias décadas más tarde le reconoció el presidente del club Alberto J. Armando, entregándole una plaqueta. La historia de “la 12” empezó con “el 12”, Caffarena.

Ya consagrado como uno de los clubes más populares de la Argentina, Boca creció aun más en esa segunda mitad de los años veinte. En 1930 fue campeón del último torneo amateur y del primero del profesionalismo, al año siguiente. En ambas ocasiones postergó a Estudiantes de La Plata y a River Plate, nada menos.
La cabecera de la calle Brandsen, en la década de 1920

La historia futbolística de Boca Juniors es por demás conocida, con innumerables éxitos que ya empezaban a acumularse. Y en 1932 decidió modificar su emblema con cada nuevo logro: según el Artículo 1 (inciso 4) del Estatuto del club: “El escudo será engalanado con estrellas representativas cada una de campeonatos obtenidos por su primer equipo de fútbol y por acontecimientos deportivos que, por su significación, puedan equipararse. Cada estrella que se agregue al escudo deberá ser aprobada por la Asamblea de Representantes”.

A medida que sumaba estrellas crecía aún más la popularidad. En esa década la cancha volvió a quedarle chica. En 1934 decidió la construcción de un nuevo estadio de hormigón armado. En 1938 empezó a jugar de local en Ferro Carril Oeste y en San Lorenzo mientras en el mismo predio se desmontaban los tablones para levantar un colosal escenario, con la particularidad de tener tres grandes tribunas en vez de cuatro, acotado el predio en su ancho por las vías del tren y por la calle Del Crucero. La solución fue el diseño del arquitecto esloveno Viktor Sulčič, quien, junto con el geómetra Raúl Bes, y el ingeniero José Luis Delpini, formaban el estudio Delpini-Sulcic-Bes, los mismos que idearon la ingeniosa estructura del Mercado de Abasto de Buenos Aires, hoy convertido en un shopping. La obra estuvo a cargo de la empresa alemana GEOPÉ. 

Finalmente el 25 de mayo de 1940 Boca inauguró su estadio, un prodigio de ingeniería para un terreno tan acotado. A lo largo de los años el recinto fue bautizado con nombres de presidentes del club como Camilo Cichero y Alberto J. Armando, pero siempre para todo el mundo futbolero fue simplemente “La Bombonera”. ¿De dónde surgió ese apelativo? Hay varias versiones pero el arquitecto Sulčič solía contar que todo nació de una anécdota protagonizada por él mismo, durante la etapa de desarrollo del diseño. En ocasión de su cumpleaños, una amiga le regaló una caja de bombones, que Sulčič comenzó a llevar a las reuniones con el ingeniero Delpini y otros participantes del proyecto, ya que su forma era casi exactamente igual a la del estadio que él estaba diseñando. Las proporciones de aquella bombonera de cartón la hacían funcionar como una maqueta práctica y manipulable. A partir de entonces, aun antes de su construcción, para todos fue La Bombonera, incluidas las autoridades del club, que la llamaron así en los discursos del día de su inauguración.

La Bombonera en 1940.

Ricardo Alarcón anotó el primer gol en la nueva casa, ese 25 de mayo de 1940, batiendo a Sebastián Gualco, de San Lorenzo de Almagro. Y fue el mismo Alarcón quien días después marcó el primer tanto oficial, contra Newell's Old Boy's.

La capacidad de 54.000 espectadores volvió a ser insuficiente y suelen lanzarse ideas de construir un nuevo estadio en otras localidades. Pero a diferencia de sus archirrivales, Boca Juniors no quiere irse de La Boca y las protestas se hacen oir. Un solo proyecto (curiosamente esloveno) promete ampliar La Bombonera sin necesidad de comprar más terrenos, ante la imposibilidad de adquirir las manzanas vecinas.

Boca Juniors ha vivido allí innumerables momentos de gloria, en el mismo barrio donde nació en 1905. Y aunque sus hinchas se cuenten por las más diversas geografías, en esas coloridas y pintorescas callecitas de La Boca late el gen de esa pasión. En esas tribunas, tan próximas a la plaza Solís y al Riachuelo donde adoptaron los colores, vive el alma xeneize.