Por PABLO ARO GERALDES
Se llamaba Pedro Bonifacio Suárez Pérez, pero todos lo conocieron como “Arico” Suárez. Nunca se supo por qué, ni él pudo develar el misterio de su apodo.
Había nacido en Santa Brígida, Gran Canaria, el 5 de junio de 1908 y llegó a la Argentina con sus padres, cuando todavía era una criatura. Cuando a los 11 años volvió con su familia a visitar las Islas Canarias no estuvo del todo cómodo, extrañaba al barrio de Boedo. Ya se sentía tan porteño como todos sus compañeros y tenía la típica pinta de reo, aunque por sus rasgos lo bautizaron “La gallega”.
En 1928 surgió en la primera división de Ferro Carril Oeste y al año siguiente inició en Boca Juniors su brillante campaña. Era un half izquierdo de juego fuerte, agresivo, muy luchador. Tanto que el famoso periodista Diego Lucero lo llamó "perro de presa".
Fue un half de esos que no lucían pero que siempre cumplían en forme impecable su tarea. Que se desenvolvía en el silencio, de incansable trajinar. Era capaz de correr hasta el lugar donde el delantero rival acercaba peligro y quitarle la pelota para inmediatamente pasar al ataque buscando líneas de fondo rivales. Parecía increíble verlo recorrer una y otra vez toda la cancha sin respiro.
Ganó 5 títulos durante 12 años con Boca Juniors, hasta que le dejó el puesto a otro ídolo: Natalio Pescia. Durante su trayectoria tuvo un duelo muy especial con Carlos Peucelle, que vestía la camiseta de River Plate, enconado rival boquense.
La Selección Argentina que debutó ante Francia. Arico Suárez es el cuarto desde la izquierda. |
Al cabo de 11 partidos con la celeste y blanca, se retiró de la selección en 1934, ya como capitán.
Siguió como ídolo de Boca y sumó 335 partidos en el profesionalismo. Con el cuadro xeneize marcó solamente dos goles: uno a favor y otro en contra. Él lo contaba así: "No fui un jugador de hacer muchos goles. Hasta ahí no llegaré. En los años que llevo en Boca soy un jugador muy efectivo. Hice nada más que dos goles. Uno a Gualco, aprovechando un rebote y otro a Merello (arquero de Boca) contra Talleres. Fue un golazo. El pobre Morello me chillaba: “Y justo me lo venís a marcar a mí”. Yo le dije: “¿Y qué querés que haga? ¿No ves que el al otro no puedo?”".
A los 70 años, murió en Buenos Aires el 18 de abril de 1979.
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