Desde siempre la élite del fútbol argentino se nutrió de jugadores nacidos en las llanuras de Santa Fe, Córdoba, el sur del litoral y la provincia de Buenos Aires. Esa “pampa gringa”, como se la llamó desde la masiva inmigración que se inició a fines del siglo 19, fue y sigue siendo cuna de futbolistas que no solo brillan en los clubes más poderosos de la Liga Profesional sino que se destacan en equipos de máximo nivel en el fútbol europeo y de otras plazas fuertes del continente americano.
Base del podcast El origen de los colores, de Radio Nacional.
El recorrido de hoy comenzará por la ciudad de Rosario y nos llevará por las provincias de Santa Fe y Córdoba, con un paso por la capital entrerriana. Y es en la Cuna de la Bandera donde un grupo de empleados del Ferrocarril Central Argentino de Rosario se reunió en un bar de la Avenida Alberdi para darle forma a esas ganas de practicar el deporte que ya era furor en Gran Bretaña. Fue en la víspera de Nochebuena de 1889 cuando setenta trabajadores ferroviarios le dieron vida al Central Argentine Railway Athletic Club.
El Central Argentine Railway Athletic Club |
El problema que tienen todos los pioneros es: ¿y ahora contra quién jugamos? Mr. Mullhal, uno de los fundadores, salió a buscar un rival por la zona portuaria. En el antiguo muelle Comas vio a un buque inglés y supo que allí encontraría a once posible jugadores para proponer un desafío. Aceptaron y le pusieron fecha para mayo de 1890, cuando sabían que andarían de nuevo cargando materias primas en la margen del Río Paraná.
Mientras esperaban el “debut oficial”, jugaban partidos entre ellos, todos empleados del ferrocarril, ya que no se admitía socios ajenos a la empresa. Por entonces los colores elegidos eran el rojo y el blanco a mitades, con mangas bicolores, inspirados en la bandera inglesa o en alguna señal ferroviaria, según versiones diferentes. Sin embargo el socio fundador Thomas Hopper y el exdelantero Daniel Green señalaron que la camiseta era roja y blanca a rayas verticales, no a mitades, pero no existen fotos de aquellos años iniciales.
Llegó mayo de 1890, volvió el barco inglés y se produjo el debut: un 1-1 ante unas cincuenta personas. Se dieron revancha y Central ganó 2-1. Cuatro años después, tuvieron que ampliar las instalaciones y mudaron su cancha a la intersección de las líneas del Ferrocarril de Buenos Aires a Rosario, en un predio cedido por el inglés Oldenford. Allí siguieron hasta 1902, cuando se subastaron esos terrenos y debieron trasladarse a un descampado de la estación Parada, en Villa Sanguineti.
De 1903 data la primera foto, de un partido entre el equipo de los Talleres (Central) y el Rosario Athletic. Y ese mismo año hubo cambio de colores: el azul desplazó al rojo… por un par de temporadas. En 1904 se fusionaron las empresas de ferrocarriles Central Argentino y Buenos Aires: los socios pasaron de 70 a 130 y, reunidos en asamblea resolvieron modificar el nombre. Desde entonces pasarían a llamarse Club Atlético Rosario Central y aceptarían entre sus filas a socios que no fueran ferroviarios; era el comienzo de la expansión.
En 1906 o 1907, no hay certezas, pasaron a usar camiseta azul con cuello amarillo y pantalón negro. Esa ropa duró hasta 1915, cuando quedó definitiva la camiseta a rayas azules y amarillas que ya habían empezado a usar esporádicamente desde 1907.
Ya inmensamente popular, en 1918 tuvieron que desalojar el predio de Villa Sanguinetti y el Ferrocarril les dio un terreno entre los portones 2 y 3, cerca del actual cruce Alberdi. Pero en 1925 el club se independizó de la empresa y hubo que devolverlo. El Concejo Municipal de Rosario les otorgó por veinte años un lote casi a orillas del Paraná, en lo que hoy son las avenidas Génova y Cordiviola. Allí, en 1929 inauguraron la cancha y cuando en 1947 se venció el plazo de dos décadas, ganaron el remate y lo compraron para no irse más. Comenzó la ampliación del estadio que se modernizaría para el Mundial ‘78 y sería para siempre “El Gigante de Arroyito”.
Central-Newell's, uno de los clásicos más picantes de la Argentina |
Central es el club que lleva más años practicando fútbol consecutivamente en la Argentina y fue el creador de la Liga Rosarina de Fútbol, en 1905. El 21 de junio de ese año se enfrentó por primera vez al que sería su archirrival: Newell’s Old Boys, también con origen inglés.
Isaac Newell |
Aquí empieza otra historia, la de canallas y leprosos, dos apodos que según la mitología rosarina nacieron juntos y cuyo origen tiene diversas versiones, como toda leyenda. Parece que para ir a jugar a los baldíos que circundaban la actual estación Rosario Central, los muchachos ferroviarios debían pasar por el Colegio Newell, en Entre Ríos al 100, rodeado de altos muros que resguardaban los patios de las miradas desde la calle... que a alguno se le ocurrió asociarlo con un leprosario... que una tarde se treparon y la cargada juvenil afloró en gritarles “leprosos” a los alumnos que jugaban a la pelota... y que la respuesta de los estudiantes fue gritarles “canallas”.
De un colegio inglés surgió lógicamente un nombre en inglés: Newell’s Old Boys significa “los exalumnos del señor Newell”, como una muestra de gratitud hacia el maestro. Los muchachos del Colegio Anglo Argentino usaban una camiseta azul y blanca a rayas con una banderita británica en el corazón, pero ellos eligieron para su equipo los colores rojo y negro en mitades iguales: rojo por la bandera inglesa, la patria de Isaac Newell, y negra por la alemana, en honor a Margarth Jockinsen, esposa de Don Isaac. Nunca más la cambiaron.
La primera cancha la tuvieron en un predio que les cedió el Tiro Federal, en el barrio de Los Talleres. Allí debutaron en la flamante Liga Rosarina, ganándole 4-1 a Club Argentino. En ese mismo torneo jugó por primera vez contra Rosario Central, al que venció 1-0. En 1907 Newell’s se mudó al barrio Nicasio Villa (hoy Belgrano) hasta que el 23 de julio de 1911 inauguró su nuevo estadio enclavado en el Parque Independencia, su lugar definitivo.
En 1929, cuando ya la casaca rojinegra era respetada y conocida por los futboleros mucho más allá de los límites de Rosario, estrenó su tribuna oficial con una victoria 3-0 sobre Boca Juniors, nada menos. Y en 1939, junto a su rival de toda la vida, se incorporó a los torneos de AFA para instalar su nombre entre los habitués al fútbol grande.
Las historias y logros de Central y de Newell’s podrían llevarnos horas. De sus filas surgieron decenas de nombres que le dieron gloria al fútbol argentino. Pero antes de seguir viaje, vale pasar por el barrio La Tablada, donde luce el estadio Gabino Sosa, la casa de Central Córdoba, el cuadro fundado en 1906 como The Córdoba & Rosario Railway Athletic Club. Sus colores son el azul y el rojo y los llaman “charrúas”, un apodo que podría asociarse con algún componente uruguayo en sus inicios, pero no: el sobrenombre viene de una deformación del apellido de Claro Arturo Charra, representante del club en la Liga Rosarina. En una nota satírica, para nombrarlo sin decir su nombre, le agregaron una letra y así quedó para siempre el “charrúa” como identificación para el equipo, sus jugadores y sus hinchas.
La travesía por Santa Fe va hacia la capital provincial, donde un grupo de adolescentes que jugaba a la pelota en un “campito” cerca del puerto decidió crear un club. Corría 1905 y una decena de amigos, que además eran compañeros del colegio, fue hasta la casa de los hermanos Rebechi para buscarlos, pero la madre les dijo que Juan no podía salir porque estaba estudiando historia. Pedro Rebechi, primo de Juan, se acordó que el profesor les había mandado como tarea saberse los viajes de Cristóbal Colón y algunos que ya había leído las travesías del navegante genovés propusieron que Colón sería un buen nombre para el equipo que estaban planeando. Lo aceptaron enseguida y quedó.
Se pierden en la historia los primeros colores que eligieron, pero sí queda claro que la divisa rojinegra la adoptaron recién en 1912, cuando entraron en la Liga. Para hacerlo, Colón se constituyó legalmente el 12 de octubre de 1912, siete años después de su creación. Algunas versiones señalan que esa afiliación no se pudo comprobar. Geadá Montenegro, uno de los fundadores, contó décadas después: “teníamos presentes los colores de Newell’s y encargamos las camisetas a una casa de Rosario”.
Cuando tuvieron que dejar aquel “campito” portuario se trasladaron a la zona opuesta de Santa Fe, cerca de lo que hoy es la avenida Gobernador Freyre. Debieron jugar luego en la cancha de Gimnasia y Esgrima y finalmente en 1939 gracias a un subsidio provincial pudieron comprar el terreno de la Zona Sur. Allí, en esa área inundable que hubo que rellenar levantarían el estadio hoy conocido como “el cementerio de los elefantes”, porque allí cayeron varios “pesados” del fútbol.
El Paraná, las inundaciones… y el origen del apodo “sabalero”, que cuando el río crecía era pescado por los canoeros incluso dentro del predio de Colón y hasta en la propia cancha cuando la cubría el agua.
El choque máximo de Santa Fe: Colón vs Unión |
Pero todo gran equipo tiene su gran rival, en este caso con un origen diametralmente opuesto. En los primeros años del siglo 20 existió un Santa Fe Football Club, que dejó de jugar en 1906. Catorce de sus integrantes decidieron crear otro, al que bautizaron primero Club United. Era el 15 de abril de 1907, en pleno centro, a metros de donde hoy pasa la peatonal. Por la admiración que causaba el glorioso Alumni eligieron la misma camiseta rojiblanca a rayas, pero como no conseguían quién se las confeccionara al principio jugaron de blanco con cuello y puños negros. Aquella procedencia de familias de origen social acomodado les valió el mote de “tatengues”, como se decía en la jerga de entonces a la gente perteneciente a ciertas elites. Pronto el nombre United se castellanizó como Club Atlético Unión.
La primera cancha estuvo en la manzana delimitada por las calles Urquiza, Junín, Suipacha y Francia, hasta que en 1912, ya con el nombre castellanizado como Unión se mudaron al predio donde ahora funciona la Universidad Nacional del Litoral. Cansado de no tener rivales, en 1913 se afilió a la Liga Rosarina para jugar el Torneo Regional. Finalmente en 1929 inauguró su estadio definitivo con una victoria 3-1 sobre el seleccionado de la Liga Amateur Argentina. Ubicado en la avenida López y Planes, cerca del Boulevard Pellegrini, fue ampliado considerablemente durante nueve décadas.
Unión se sumó a los torneos de AFA en 1940, Colón lo siguió ocho años después y cada vez más alimentan la pasión del clásico santafesino.
Cruzando el túnel subfluvial se llega a Paraná, que desde 2016 tiene una plaza en Primera División: la de Patronato. Su origen se remonta a 1914, cuando el cura Bartolomé Grella consideró que fundar un club sería una vía para acercar a los niños del barrio a la catequesis. Así nació el Club Atlético Patronato de la Juventud Católica, que desde sus inicios vistió camiseta a rayas rojas y negras.
Y el recorrido hace su escala final en Córdoba, donde surgieron -por orden de aparición- Belgrano, Talleres e Instituto.
En 1903 se creó el Club Atlético General Belgrano, con los colores celeste y blanco para honrar al creador de la bandera nacional. En 1905 le dieron forma definitiva al labrar el acta correspondiente, en el corazón del Barrio Alberdi, cerca del centro cordobés. La casaca celeste llevaba una B blanca en su bolsillo y en 1906 tuvieron que defender su identidad contra otro Belgrano que había surgido en el Barrio Nueva Córdoba: lo resolvieron con un partido que ganaron 2-1.
En los años sucesivos los fundadores iniciaron un colecta descomunal que llegó a recaudar ocho mil pesos y pudieron comprar el terreno donde hoy se ubica el estadio. Mientras terminaba la construcción jugaron en el Colegio Santo Tomás, en el Parque Sarmiento, y en la cancha de la Liga Cordobesa. Finalmente lo inauguraron en 1929 con un tremendo 6-1 sobre Estudiantes de La Plata.
Según Carlos Juri Nam, autor de “Un siglo de pasión”, Belgrano tuvo “la primera barra organizada del país… Íbamos a todo el país. Recién tiempo después otros clubes empezaron a imitarnos”. Identificados hoy como “Piratas” desde que hinchas de Racing de Nueva Italia los llamaron así tras un incidente en la cancha de Alberdi. Lejos de ofenderse, adoptaron la acusación de “piratas” como apodo para siempre. En 1968 fue el primer equipo de Córdoba en acceder a los Torneos Nacionales de AFA y en 1991 alcanzó la Primera División.
Talleres-Belgrano, el clásico que paraliza a Córdoba |
El gran clásico cordobés es Belgrano-Talleres. El archirrival fue creado en 1913 por un grupo de obreros del ferrocarril y oficiales británicos con el nombre de Atético Talleres Central Córdoba. Su primer terreno quedaba en pleno Barrio Inglés (hoy Barrio Pueyrredón). Thomas Lawson, inglés también, fue el primer presidente y consiguió la afiliación a la Liga Cordobesa en 1914.
La camiseta era a rayas blancas y bordó. El debut no pudo ser más polémico y picante: justamente contra Belgrano, pero los ferroviarios se retiraron de la cancha cuando el árbitro convalidó un gol celeste. Se desafiliaron de la Liga pero recapacitaron y en unos meses volvieron a sumarse. Había nacido una rivalidad desde el primer partido de su historia.
En 1917 modificaron su nombre por Club Atlético Talleres y cambiaron su casaca por una con bastones azules y blancos. Vinieron años de crecimiento. En 1931 inauguró su cancha en la zona llamada Barranca Espinosa, en el sureste de la ciudad. Para todos los hinchas de Talleres esa es “la Boutique”, especialmente por su cambio de fisonomía cuando la pintaron y le inscribieron propagandas publicitarias sobre sus paredones. Dicen que por sus pequeñas dimensiones y su colorido el estadio daba la impresión de ser una tienda... una boutique.
La T, como la llaman en Barrio Jardín, intervino por primera vez en un Nacional en 1969 y tras una década de protagonismo entre los clubes de AFA y con aportes importantes a la Selección Nacional, en 1980 logró ingresar al Torneo Metropolitano, abandonando la liga local, gracias a las gestiones de Amadeo Nuccetelli. Es el único de los clubes indirectamente afiliados a la AFA que consiguió una copa internacional, la Copa Conmebol 1999.
El paseo de hoy por La Docta finaliza en Alta Córdoba, donde en 1918 los empleados de la Sección Tracción del Ferrocarril Central Córdoba salieron a disputarle el predominio ferroviario a Talleres. Decidieron que solamente podrían ser socios quienes trabajaban con las locomotoras y le pusieron el nombre de Instituto Ferrocarril Central Córdoba. Lo particular del nombre viene del lado de Guillermo Dundas, jefe de esa Sección Tracción, quien había sido presidente de Instituto Junín y admiraba al ya extinto Alumni, del que tomaron su camiseta rojiblanca.
Cuando el club se abrió a la comunidad, mutó a Instituto Atlético Central Córdoba, pero siempre para todos fue simplemente Instituto. Afiliado prontamente a la Liga, fue campeón entre 1925 y 1928 con un grupo extraordinario de jugadores que le valieron el apodo de “el glorioso cordobés” que luego el ingenio popular acortó en “la Gloria”.
Mientras jugaban en canchas alternativas, Instituto construyó su estadio en Alta Córdoba, que inauguró en 1951 contra Racing Club. En 1973 hizo su debut en los Nacionales y en 1981 se integró al Metropolitano, indirectamente afiliado a la AFA.
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