Artículo publicado en la revista Fox Sports, en julio de 2007.
Por PABLO ARO GERALDES
El 'Chaco' es ídolo y figura de un Pachuca que no para de ganar. Pero detrás del goleador que acapara títulos hay un hombre sencillo que tiene los pies sobre la tierra.
Resistencia, capital de la provincia argentina del Chaco. De esa cálida ciudad surgió este habilidoso volante por izquierda que con apenas 17 años debutó en el poderoso Boca Juniors que comandaba Carlos Bianchi, un hacedor de campeones.
Resistencia es lo que debió demostrar a lo largo de su carrera, aunque su tremenda vitrina esté colmada de copas y el álbum personal se engrose con más páginas de festejos. Porque nada le fue servido en bandeja a Christian Giménez.
Cuando militaba en el super Boca campeón del mundo debió bajar varios escalones para acomodarse en Unión de Santa Fe, un club mucho menor del fútbol argentino. Cuando disfrutaba de los vestuarios del estadio Azteca junto a sus compañeros del popular América de México, debió cambiar su geografía por la árida y ventosa Pachuca. Sin embargo, siempre con resistencia, se sobrepuso a las adversidades, encontró su lugar en el mundo y hoy disfruta de un cartel que muy pocos pueden colgarse: ser campeón de todo.
-Cuando el uruguayo Diego Forlán dejó el Manchester United por el Villarreal estaba seguro que bajaba algunos escalones; sin embargo el resultado fue ampliamente positivo: jugó, fue goleador de España y triunfó en la selección. ¿Te pasó algo similar?
-Cuando el América no me quiso, mi idea era quedarme en México, sabía que era un jugador para este fútbol y que en un momento iba a explotar. Pero necesitaba continuidad, ese apoyo en lo personal que encontré acá. Me decían que Pachuca era feo, que era chico, que no había nada... No conocía y hablé con los directivos. Al llegar me encontré con todo lo contrario de lo que me hablaban: estoy encantado con la ciudad, con la gente, con el club... Volví a sentirme cómodo en un lugar.
-¿Dónde lo habías sentido por última vez?
-En Buenos Aires, en Santa Fe... Bueno, eso fue parecido a lo que decía Forlán: ir a Santa Fe era bajar un escalón aparentemente, pero ahí fui feliz. Jugué 18 partidos seguidos, me sentía importante.
-¿Cuán importante es sentirse importante?
-Eso es importantísimo, parece un juego de palabras. Soy un tipo muy tranquilo y trato de tener los pies sobre la tierra. Con trabajo, nunca bajé los brazos; siempre tuve piedras en el camino.
-Hoy eres lo que el periodismo llama “un ganador”. ¿Cuáles son las cosas que en estos momentos te devuelven a la realidad?
-Mis raíces, mis amigos, el lugar donde nací, mi esposa... Lo que viví en el barrio Santa Inés, en el Chaco. Allí jugábamos al fútbol por un juguito de naranja...
-Pero son muchos los que olvidan sus inicios cuando el éxito les canta al oído.
-Al principio, cuando recién debutás, podés confundirte, pero olvidarte de tus orígenes no. De estar en la pensión del pasás a ser famoso, que te inviten a un restaurante, a los programas de televisión... Todo es nuevo, no estás preparado y te empezás a marear. Por suerte tuve un técnico como Bianchi que me marcaba el camino: “Si queres seguir acá, bajate del caballo, porque muchos jugadores llegaron y no duraron nada”. Siempre tengo en mente en todo esto.
-¿Alguien está preparado para el éxito?
-Yo siempre soñaba con jugar en Boca, pero una cosa es desearlo y otra es que te pase realmente: nunca estás preparado. Cuando el momento soñado llega es totalmente distinto. Es algo hermoso, pero tiene sus cosas complicadas.
Si hay algo que este modesto multicampeón tiene es un lazo con sus raíces. Tanto como que su tierra, Chaco, se metió entre su nombre y su apellido. Con ese anclaje a la realidad puede disfrutar de un presente inmejorable en lo deportivo.
-¿Este es el momento más alto de tu carrera?
-Creo que sí; los títulos acompañan... Mira, yo he sido campeón con Boca, pero no era titular, no era tan importante como lo fui en este Pachuca. Es un grupo muy unido y todos son importantes, pero esta vez me sentí protagonista, en el torneo local, la Copa Sudamericana, en la Concacaf.
-¿Notas una madurez futbolística?
-Exacto, esa es la palabra: madurez. Eso es lo que alcancé en este momento.
Contaba Diego Maradona que cuando volvía del Mundial México ’86 con la Copa del Mundo entre sus brazos sintió una extraña nostalgia acompañada de tristeza. Pensó que la Copa era más bella cuando la soñaba, antes de haberla conquistado, pero ya no podía volver el tiempo atrás. Al tenerla, ya no podía soñar con conseguirla.
-Tras ganar la Clausura mexicano todos los reporteros te preguntaban si habías tenido tiempo de festejar, porque a los cinco días recibían al Inter de Porto Alegre por la Recopa Sudamericana. ¿Experimentaste algo similar a lo que contaba Diego?
-Puede ser, hay algo de eso. Es difícil... Obviamente la noche anterior no pude ni soñar; tenía unos nervios... Pero ser campeón del fútbol mexicano es increíble. Estuve solamente un ratito con la Copa, había tanta gente en el campo celebrando... Pero cuando llegué a la casa dije ¡la madre!... La Sudamericana, la Concacaf, esta nueva... tenía a mi familia, que soportó todos los sacrificios. Cuando uno es extranjero todos están pendientes de lo que hacés, tenés una responsabilidad extra. Y diez meses después miro atrás y me emociona todo lo que conseguí aquí. Pero, ¿sabes qué es lo más importante de Pachuca? Que aquí me valoraron como persona.
-Es un club chico que de repente se encontró con la gloria, con mucha gloria, pero sigue pensándose como una familia...
-Sí, eso es lo que siempre inculca el club de la mano de Jesús Martínez, el presidente. Así fue ganando y fue creciendo hasta ser, como lo llaman hoy, “el equipo de México”. Pese a quien le pese, porque a todas las corporaciones les interesa que siempre estén arriba Chivas o el América, porque venden más. Hoy, por fútbol, Pachuca es el mejor. Y a nivel institucional también. Estuve en América, que es un grande, y puedo asegurar que a nivel dirigencia Pachuca es mucho más grande.
-En los buenos momentos como este, ¿se recuerdan los malos?
-Yo valoro todo. Tener una familia te da otra perspectiva de la vida. Y siempre pienso en todo, lo bueno, lo malo, lo feliz, lo duro, pero siempre busco el lado positivo, aún de los feos momentos. Me pase lo que me pase no me voy a apartar de mis raíces.
-¿Qué cambió del Chaco Giménez que debutó en Boca al que hoy es campeón de todo en Pachuca?
-Pasaron casi 9 años... pasaron muchas cosas en lo futbolístico y en lo emocional. Pero sigo siendo el mismo chiquilín, de buen humor. Mi esencia no cambió.
-El fútbol te dio un bienestar, todo lo lindo que trae el éxito, pero ¿qué te quitó?
-La juventud. A los 14 años me fui del Chaco y perdí lo que hacen normalmente los chicos de esa edad. Me llamaban para ir a un baile o a comer un asado y yo no podía ir, porque debía quedarme en la concentración de Boca. Pero yo soñaba ser profesional y tenía claro que sin responsabilidad no iba a conseguir nada.
-¿Quién serías hoy de no haber seguido en el fútbol?
-Un vago, je je... No me puse a pensarlo. ¿Qué sería? Seguiría en el Chaco, pegado a mi mamá... Ahora tengo a mis hijos, que son lo máximo en mi vida, y puedo darle muchos gustos. Pero si no hubiese sido futbolista me rompería el alma trabajando en lo que sea para que no le falte nada a mi familia. Podría cambiar todo lo que tengo, menos a mi mujer y mis hijos. Son lo mejor que me pasó en la vida.
-¿Y los amigos? ¿Quiénes te dio el fútbol?
-Un montón... el Burrito Rivero, que jugó en Pachuca, Cuauhtémoc Blanco y Germán Villa del América, los argentinos Pablo Quatrocchi, Ariel Carreño... y los que conocí ahora aquí, con quienes va creciendo el afecto. Todo lo que ves en Pachuca es así, transparente.
-Cuando quedaste afuera del América, ¿qué pensaste?
-Estaba en Buenos Aires y no me lo esperaba. Pese a no haber tenido continuidad siempre fui importante. De repente me enteré por Internet que era prescindible y me tuve que poner a buscar club. Ahí me llamó Andrés Fassi, el director deportivo de Pachuca, y todo se dio bien.
-Al final, en los momentos de angustia se esconde una esperanza, un futuro mejor...
-Sí, no nos queremos ir más de Pachuca, somos muy felices aquí.
-¿Qué terminó siendo México en tu vida?
-Mi segundo país, al que le estoy agradecido. Desde el día que llegué me trataron bien, me respetaron. Mi hija es mexicana.
-¿Piensan que en diciembre jugarán el Mundial de clubes y no van a ser Pachuca, van a ser México?-Todavía no queremos pensar. Pero la semana pasada bromeábamos: “imagínate cuando marques a Ronaldo” o “cuando suba Maldini por tu lateral”. Es algo que en unos meses va a pasar y la adrenalina subirá. Puede ser algo extraordinario. Pero por ahora hay que disfrutar este presente. Se me pone la piel de gallina de pensar en todo lo que conseguí, de que entré en la historia de este club al que tanto quiero.