martes, 21 de julio de 2020

Los hombres no lloran

El mandato social dice "los hombres no lloran". Tomo esta nota publicada en El País en octubre de 2010 sólo para acompañarla con estas fotos que desmienten al título.
Lo raro ya no es que un líder derrame lágrimas de tristeza o alegría en público, sino la reacción machista e hiriente. El reto es que los más jóvenes se liberen del miedo a sentir.

"La gente me observa. Aun así lloro. Tengo el hombro de Dios para llorar. Y lloro mucho. Lloro mucho en mi trabajo. Apuesto a que he derramado más lágrimas de las que usted puede contar". Con esta naturalidad contaba en una biografía el entonces político más poderoso del mundo, George W. Bush, su facilidad para el llanto.

Miguel Ángel Moratinos no está solo. Ni mucho menos. Pero el escritor Arturo Pérez-Reverte le zahirió por llorar al despedirse como ministro de Exteriores, un cese inesperado: "Por cierto, que no se me olvide. Vi llorar a Moratinos. Ni para irse tuvo huevos", escribió el novelista en su Twitter el sábado a las 20.25. Y claro, los internautas reaccionaron. Noventa y tantos lo rebotaron de inmediato. Y él respondió a las dos horas con una retahíla de perlas : "No se es menos hombre (hablamos del ministro Moratinos) por llorar. Nadie habla de eso" (a las 22.49), "A la política y a los ministerios se va llorado de casa" (22.52) o "Moratinos, gimoteando en público, se fue como un perfecto mierda" (22.53). Y el tema se convirtió en la sensación del momento en la red de microblogs. ¿Cómo gestionan los hombres sus sentimientos? ¿Cada vez se acepta mejor el llanto masculino en público? ¿Y la expresión de otras emociones? ¿El cambio ha llegado a la política? La tradición pesa. Ya lo decían The Cure en Boys don't cry o Miguel Bosé en Los chicos no lloran. Y mucho antes, según una leyenda, se lo dijo a Boabdil su madre cuando abandonaban Granada tras la derrota: "No llores como una mujer por lo que no has sabido defender como un hombre". La tradición pesa, ahí está Pérez-Reverte, pero las actitudes cambian.

Erick Pescador Albiach, sociólogo experto en cuestiones de género, da un ejemplo de anteayer, de un grupo de discusión con adolescentes varones de 13 a 16 años en Sagunto (Valencia). El llanto fue uno de los asuntos tratados. "Reconocen que lloran, que lo hacen en presencia de amigos, por ejemplo. Y que lo admitan, que lo digan ante otros chavales... era impensable hace 10 años", asegura este especialista que da talleres en escuelas desde hace una década."Lloran pero con límites ¿eh? El límite anteayer era que los demás les consideren blandengues, mariquitas", cuenta. Persiste el miedo a parecer menos hombre. David Bustamante, con sus frecuentes llantinas en la primera edición de OT, "fue un cambio cósmico para los adolescentes", recalca este experto. Lo solía poner como ejemplo ante los estudiantes. Ahí estaba Bustamante, un hombre, un albañil, que se permitía el lujo de llorar en aquel programa que le descubrió como cantante. "Dejé de ponerlo como ejemplo cuando empezó a pegarse", explica.

El reto para Pescador es "conseguir que los chavales se liberen del miedo a sentir, porque así serán más libres, porque las emociones no debilitan a los hombres sino que les fortalecen". Este experto opina que el que un varón exprese en público ciertos sentimientos está mejor visto hoy, siempre y cuando la gente que representa el modelo de poder tradicional masculino -"como Pérez-Reverte", dice- no se sienta amenazada.

Moratinos es solo el ejemplo más reciente. "Es que los hombres también lloran", les dijo a sus compañeros socialistas el sábado pasado sobre sus lágrimas en el Congreso de los Diputados. Y tanto que lloran. Ahí van unos cuantos ejemplos que han dado la vuelta al mundo: el brasileño Lula da Silva lloró sin consuelo cuando Río de Janeiro ganó los Juegos Olímpicos de 2016 . Y no pudo contener el llanto por dos veces en una entrevista televisiva este verano. "Creo que estoy mayor", comentó al final. Un lagrimón sobre la mejilla de Bush hijo, en el homenaje póstumo a un héroe de una guerra, la de Irak, que él empezó -un uniformado que se echó sobre una granada para salvar a sus compañeros- fue portada en 2007. Barack Obama lo hizo al recordar a su abuela Madelyn, muerta horas antes, justo la víspera de ganar las elecciones. El príncipe Federico de Dinamarca no paró de llorar el día de su boda; por fin se casaba con Mary Donaldson, que, por cierto, no derramó una lágrima. El llanto, en la victoria y también en la derrota (y esto es menos frecuente en el deporte), es una seña de identidad del tenista Roger Federer . La Copa del Mundo convirtió a Iker Casillas en un mar de lágrimas. El presidente afgano, Hamid Karzai, lloró hace menos de un mes en un discurso televisado al explicar que si el país se pone aún más peligroso quizá tenga que enviar a su hijo Mirwais, de tres años, a vivir al extranjero. O el entonces primer ministro libanés, Fouad Siniora, en una reunión de ministros árabes en Beirut en plena guerra contra Israel.

Suma y sigue. "Debemos normalizar y no montar el espectáculo cuando un ministro llora al irse", argumenta Gaspar Hernández, periodista, escritor y presentador del programa Bricolaje emocional de la catalana TV3. Y explica por qué: "Porque cuando se está triste se llora. Y si se está alegre se ríe". Puede sonar a obviedad pero se ve que no lo es. Explica que contener el llanto "es cultural". "Es reprimir una emoción. Y para tener salud emocional es necesario gestionar y canalizar las emociones de modo adecuada". Sostiene que los españoles tienen mucho que mejorar. E Insiste: "No somos menos hombres por llorar ni somos más hombres por insultar o usar violencia verbal".

Frente al ejemplo de Federer, quien a ojos de muchos es un tipo entrañable gracias a su llantina, este periodista recuerda el ejemplo de John McEnroe, que hacía exhibicionismo de su ira mal canalizada al destrozar raquetas. Advierte que una cosa es llorar cuando te lo pide el cuerpo y otra muy distinta es "exhibir las emociones sin sentido". Pone de ejemplo al casi eterno presidente del Barça Josep Lluís Núñez, "que convirtió el llanto en una marca de la casa, que lloraba para hacerse querer más. Y esa ya no es una gestión correcta de las emociones".

Ejemplos españoles también hay, por supuesto: Manuel Fraga lloró a lágrima viva al visitar Manatí, Cuba, donde se conocieron sus padres y él vivió de crío. El alcalde de Madrid, Alberto Ruiz-Gallardón, no pudo evitar las lágrimas (y mira que se esforzó) al elogiar al veterano Fraga en 2007. El recién fallecido Manuel Alexandre lloraba a menudo. Javier Bardem también lo hizo, y a raudales, en la puerta de la sala donde se leyó el fallo que le dio la Concha de Plata en el festival de San Sebastián en 1994, o Alfredo Landa al recibir el Goya honorífico en 2008.

"Pérez-Reverte es una mina de comentarios machistas y misóginos, de defensa del hombre de siempre, del energúmeno de siempre", dice de entrada Hilario Sáez, miembro del movimiento Hombres por la Igualdad. No es, para nada, el único que lo opina. Sostiene que tiene "tirón en el sector masculino tradicional. Pero el resto de la sociedad estamos hartos de gente tan procaz y zafia empeñada en los estereotipos". Para Hernández, uno de los promotores de la primera manifestación de hombres contra la violencia machista, en 2006, "lo que no nos permiten enseñar a los hombres es la vulnerabilidad". "El mundo masculino es un mundo de depredadores. Se pueden mostrar sentimientos pero en la dirección socialmente aceptada".

Eso nos lleva al terreno del deporte, a los futbolistas. "Puedes tocar a otro, tirarte encima de los compañeros cuando ganas. Pero no puedes llorar si pierdes. Si muestras vulnerabilidad, la gente te señalará como perdedor". Al sociólogo Pescador le parece que considerar los achuchones entre deportistas como reflejo del cambio es contraproducente. "Me parece contradictorio porque son cariñosos [en las celebraciones] tras ser extremadamente violentos [en el terreno de juego]".

2 comentarios:

Gontxo dijo...

Es un buen artículo, un gran debate.

Sinceramente, yo creo que el que enfoca mal es El País. Se puede llorar y ser muy hombre. Yo creo que Perez Reverte no hizo mal en criticar a Moratinos. Un político no debe ponerse a llorar en el Congreso (la Casa del pueblo, supuestamente) por que le cesen. O al menos, no debe convertirse en motivo de elogio. Oiga, a usted le han echado, porque no lo ha hecho bien. No lloré de la emoción. No que eso le genere unos aplausos. Valoremos como lo hizo, y valoremos su cese, pero no montemos un debate sobre si que sea varón y llore le haga mejor.

LLorar no debe formar parte de la clase politica. Los politicos, los gobernantes, gobiernan. No lloran, no sienten. Gobernar, implica hacerlo sin sentimentalismos (lloros, abrazos, visitas, parafernalias son votos, no gobierno). Gobernar, legislar, etc... es actuar como institución. En nombre de todos.

Siento ser crudo. En Madrid, en el 11-M. Los politicos hicieron lo que tenían que hacer (de cara a los heridos me refiero). No salieron lagrimas. Esperanza Aguirre, que estuvo muy entera, contó en su biografía que fuera de camaras se derrumbó y rompió a llorar. Perfecto. Pero delante no. Eres la Presidenta.

En España, no sé como habrá sido en ARgentina y la situación difiere, pero vimos el otro día a Cristina Fdez llorar por el accidente de tren que murieron varias personas. Creo que no es correcto. Arreglelo. Vuelquese en la victimas. Llorelas, si lo siente fuera de camara. Pero que no sea parte del espectaculo.

Yo estoy de acuerdo con PErez Reverte, a la vida se sale llorado. Las lagrimas son una cosa muy de cada uno no una exposición pública que implique aplausos. Y no, por ser hombre, hay que elogiarlas ocriticarlas.

Y volviendo al fútbol, por supuesto, que se debe llorar. Cuando explotes. De la emoción, de la rabia, de la tristeza. Cuando se siente. No es motivo ni de critica ni de elogio. Simplemente ocurre. Ni sé es más hombre, ni menos. Y lo mismo cuando enfocan a las gradas y nos ven derramando lagrimas por nuestro equipo...

Borja Paz dijo...

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