 Ya había andado bastante en esto del periodismo, pero cuando entré a El Gráfico me volví a sentir un pichi al lado de tipos grossos, admirables como Juvenal, Irusta, Arcucci, Barrios, Perugino... Era un volver a empezar para mí, pero esta vez jugando en Primera. Arranqué de abajo otra vez y todos me respetaron, me acompañaron y alentaron en ese crecimiento profesional.
Ya había andado bastante en esto del periodismo, pero cuando entré a El Gráfico me volví a sentir un pichi al lado de tipos grossos, admirables como Juvenal, Irusta, Arcucci, Barrios, Perugino... Era un volver a empezar para mí, pero esta vez jugando en Primera. Arranqué de abajo otra vez y todos me respetaron, me acompañaron y alentaron en ese crecimiento profesional.Hasta que un día sentí que me había ganado la titularidad: fue esa mañana en que fui a entrevistar a Mario Lobo Zagalo acompañado por el Zoilo. Por primera vez salía con un maestro de reporteros gráficos, un referente de la imagen, pero mucho más que eso: un compañero que me hizo sentir el periodista más importante del planeta, a pesar de su enorme trayectoria. Jamás le molestó mi curiosidad por aprender, me contó el trasfondo de esas historias que ya conocía por sus fotos, en mis años de lector de la revista, me dio su apoyo cuando me tocó pasarla mal.
Gerardo Horovitz murió anteayer, a los 58 años. Lo vamos a recordar siempre como a un genio de la fotografía, como a meteador de lujo, como a un padre ejemplar, como a un tipo querible para siempre...



 
 

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