miércoles, 15 de diciembre de 2010

Andrés Silvera, símbolo y goleador de Independiente

Único sobreviviente del Independiente campeón de 2002, el Cuqui convirtió goles clave para superar varias fases de la Copa Sudamericana. Se quedó con las ganas de jugar la última final.


Artículo publicado en el especial de El Gráfico "Independiente campeón de la Copa Sudamericana 2010".
Por PABLO ARO GERALDES


Ausente en la noche gloriosa de la conquista pero más presente que nunca en el corazón rojo, el goleador Andrés Silvera es una de las figuras que ya se metió en la historia de Independiente. Único sobreviviente del equipo campeón 2002, el Cuqui volvió a ser determinante en esta campaña que reacomoda al club en su sitial de Rey de Copas. Porque sus tres goles se gritaron en tres escalones bravos camino al título de la Sudamericana: abrió la cuenta en el 4-2 sobre Defensor Sporting, después de la derrota en Montevideo; volvió a inaugurar el marcador contra Tolima, en Colombia, y su gol de visitante junto al empate final 2-2 de Julián Velázquez terminaron definiendo la ajustada serie. Y en la altura de Quito inició la luminosa recuperación, un minuto después de que Reasco anotara el 3-0 que parecía lapidario: Silvera descontó y luego Mareque forzó el 3-2 que hizo posible darlo vuelta en Avellaneda y llegar a la final con el Goiás.
A los 33 años volvió a ser determinante como en 2002, cuando Independiente se quedó con el Apertura y él fue el extraordinario goleador del torneo. Hoy, como hace 8 años, el Cuqui conjuga movilidad y talento, llegada y buen toque, es difícil de marcar dentro del área pero también participa en la gestación del juego. Es un delantero capaz de desequilibrar por todo el frente sin distinción de perfiles; una referencia rotunda frente al arco, ya sea por su ductilidad para el cabezazo o por el latigazo de su anticipo. Juega, hace jugar y además es una pieza vital en el área propia: en cada pelota parada es un defensor más. Un 9 con categoría de 10 a quien llegaron a comparar con Francescoli o el holandés Kluivert; “me da gracia. No me puedo enojar, son jugadores espectaculares”, declaró con la misma frescura que trajo desde la Patagonia.
“En Comodoro Rivadavia me enseñaron a estar frío en el área y buscar siempre el palo más lejano del arquero. Es más fácil que darle con un caño. No sé pegarle fuerte”, le contó a El Gráfico.
En su ciudad era “el Flaco”. El apodo “Cuqui” apareció en 1997, cuando se lo gritó Víctor Ojeda en su primera práctica con Huracán, un guiño a su parecido con otro Cuqui, Silvani.
Desde aquellos años laboriosos en el sur a este presente feliz hay toda una historia. La personal, que en cada alegría le recuerda que todo comenzó cuando acompañaba a su padre Pedro, a cargar centenares de paquetes de yerba en su camión. O cuando cavaba pozos petroleros, mientras mamá Angélica servía como enfermera en el hospital regional. Andrés, el tercero de cinco hermanos, era tan flaco que cuando llegó a Independiente le tuvieron que dar una dieta balanceada. Subió 4 kilos. “Yo era de perder peso fácil, me costaba recuperar después de un partido. Al subir empecé a sentirme más fuerte”, recuerda ahora.
Su historia deportiva dice que llegó a Huracán, por recomendación de Pekerman. Después fue a Unión, donde Pumpido lo ponía como mediapunta. En 2001 Enzo Trossero lo fue a buscar y Silvera tuvo que poner plata de su bolsillo para llegar a Independiente. El equipo no andaba; los goles no llegaban y él no cobraba. Pasaron Trossero y Clausen. Nada cambió, casi lo devuelven a Unión. Hasta que asumió Gallego. Jugó atrás de Diego Forlán hasta que el uruguayo partió a Europa, y retomó su lugar de punta, donde brilló. Después tres años en México, otros tres en San Lorenzo, hasta que en 2009 volvió. Tenía varias ofertas pero eligió a Independiente porque en Avellaneda vivió los momentos más luminosos de su carrera. Y los repitió, como cuando marcó el primer gol del remozado estadio Libertadores de América, como cuando gritó su centésimo gol en Primera, o como la noche de la vuelta olímpica contra el Goiás.

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