Por PABLO ARO GERALDES
Pocos estadios en el mundo guardan entre sus gradas tantos momentos de gloria como el Azteca, de la ciudad de México. “El Coloso de Santa Úrsula”, como lo llaman debido a la zona de la ciudad donde fue emplazado, se inauguró en 1966 y desde entonces vivió la emociones máximas que puede deparar el fútbol... y fuera del fútbol también.
Planeado para albergar la Copa Mundial de la FIFA en 1970, se comenzó a construir en 1962 y vio rodar el balón por primera vez al mediodía del 29 de mayo de 1966, cuando América recibió al Torino de Italia, en presencia del presidente de la FIFA, el inglés Sir Stanley Rous. A los 10 minutos del juego el brasileño Arlindo Dos Santos Cruz marcó el primer gol, con un disparo desde fuera del área. Se había metido en la historia del fútbol mexicano y aún hoy es motivo de entrevistas, aunque su carrera no haya tenido mayores brillos. El partido finalizó 2-2 ante la emoción de los 105 mil aficionados.
Actualmente es el cuarto mayor estadio del planeta, detrás del Rungrado (Pionyang, Corea del Norte), Azadi (Teherán, Irán) y el Maracaná (Río de Janerio, Brasil).
En 1968 fue testigo del torneo olímpico de fútbol pero la primera fiesta completa llegaría con el Mundial. Porque el Azteca tiene otro record: fue el primer estadio del mundo que albergó dos finales de Copa del Mundo, en 1970 y en 1986. Además, fueron dos torneos especiales, porque tuvieron como máximas estrellas a Pelé y a Diego Maradona. En estas dos definiciones las tribunas estuvieron llenas para presenciar partidos inolvidables: en el ’70 Brasil se impuso a Italia por 4-1 y en el ’86 Argentina venció a Alemania Federal por 3-2...¡10 goles en dos encuentros memorables!
Pero más allá de estas finales, los dos mundiales fueron testigo de más hechos trascendentes. En su césped se jugó, en 1970, el llamado “Partido del siglo”, la semifinal que Italia le ganó a Alemania Federal por 4-3. Y también se produjo allí el que fue votado como mejor gol del siglo XX: el que Maradona le marcara a Inglaterra el 22 de marzo de 1986, luego de esquivar a siete rivales. Fue por los cuartos de final de esa Copa Mundial y era el 2-0 provisorio luego de otro gol que quedó en la historia por polémico: el 1-0 lo anotó el mismo Maradona, pero con una mano que el árbitro tunecino no vio.
Maricarmen Flores es la encargada de las relaciones públicas y tiene cientos de historias para contar sobre el estadio, pero hay un hecho que resume mucho más: “aunque no haya partido, si tú caminas por debajo de las gradas por las noches oyes como si los aficionados estuvieran cantando, es algo casi místico”. Es verdad, el estadio encierra misterios, como que un mismo arco (el de los dos goles de Maradona a Inglaterra) reciba casi el 70% de los goles que se marcaron en estos 41 años. “No hay explicación –cuenta una de las guías que acompaña a los periodistas y visitantes– por eso los guardametas mexicanos hacen un mini-ritual antes de defender esa portería por 45 minutos. Creen que así espantarán el ‘maleficio’”.
Nachito, el hincha más fiel del Azteca |
El partido se puede ver desde las tribunas, o desde cualquiera de los 856 palcos privados, cuyo costo ronda los 100 mil dólares. Los compradores los poseen para siempre, pero solamente pueden usarlos los días de partidos o eventos especiales. Es que además de ser la casa del club América y recibir muchos partidos de la Selección Mexicana, el estadio Azteca es escenario de innumerables recitales. Los más destacados fueron los de Rolling Stones, Michael Jackson, Elton John y U2, entre tantos otros.
El palco más grande, que tiene capacidad para 50 personas, es el de la familia Azcárraga, dueña del estadio y de la cadena Televisa. Desde allí se puede acceder directamente al campo de juego. Entre otras instalaciones, está allí el restaurante Freedom, donde se puede comer mirando el partido, y el Museo del Club América.
En 1983 se disputó allí el Mundial Juvenil de la FIFA y en 1999 la Copa Confederaciones, continuación de la Copa del Rey Fahd. Ese mismo año se celebró en el Azteca una inmensa misa con la presencia del Papa Juan Pablo II. Otros deportes que se desarrollaron en el Coloso de Santa Úrsula son el football americano y el boxeo.
A México le dicen “El Gigante” de la zona Concacaf y su escenario está acorde a sus dimensiones. El cantante argentino Andrés Calamaro, uno de los más reconocidos en el mundo de habla hispana, le dedicó una canción llamada, precisamente, “Estadio Azteca”. Uno de sus versos dice: “Cuando era niño, y conocí el estadio Azteca / me quedé duro, me aplastó ver al gigante / de grande me volvió a pasar lo mismo”. Y tiene razón: desde el más pequeño aficionado hasta el equipo más poderoso, todos sienten vibrar al Coloso.
LOS NÚMEROS DEL AZTECA
Ideado por el arquitecto Pedro Ramírez Vázquez, además de albergar a 105 personas tiene un estacionamiento para 4.500 automóviles. Las vías de acceso y salida están tan bien planificadas que es posible desalojar el estadio completo en solamente 18 minutos.
La cancha mide 68m por 105m y se encuentra a 9.50 metros por debajo del nivel de la calle. El césped cuenta con un sistema de drenaje que aún con una gran tormenta el agua se escurre en menos de tres minutos.
Su construcción fue monumental: en agosto de 1962 se desalojaron 180 millones de kg de roca del extinto volcán Xitle, en una superficie de 63,590 m2. Trabajaron 10 arquitectos, 34 ingenieros, 15 técnicos y 800 obreros durante siete millones de horas-hombre.
En cuanto a los materiales, se emplearon 8.000 toneladas de acero y 100.000 toneladas de concreto para la estructura. Además fueron necesarias 1.200 toneladas de acero laminado para la construcción del techo, que cubre al 80% de los espectadores. Un Coloso en todo sentido.
3 comentarios:
Muito bonito o estádio
¿A que altura sobre el nivel del mar se encuentra el estadio?
La ciudad de México está a 2.200 metros sobre el nivel del mar. Si bien no puede compararse a Quito o La Paz, los jugadores sienten una merma en la oxigenación.
De todos modos, los dos mundiales demostraron que no afecta al talento. Pelé y Maradona, nada menos, son una garantía...
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